¿Es esto teatro?
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Que esté encima de un escenario no es sinónimo de ser teatro, de acuerdo. Algo que no implica que el montaje en cuestión sea peor –de hecho, existe teatro muy malo que es fácil de superar–. ¿Diferente? Seguramente. Y partiendo de este punto, para gustos los colores: del rojo espanto al turquesa inspirador... «Artes vivas» o «performances», que dirían esos modernos que ya han profetizado al teatro de texto como un «arte muerto». Privilegiados ellos –o catetos los demás– que ven a través de su mirada «gafapasta» un oasis donde para el resto de los mortales no hay más que ruidos, saltos y/o gritos. Envidiable me resulta vender un producto así a una sola persona, pero mucho más cuando el autor o autora logra hacerse un nombre internacional a base de la nada, eso sí, contada con palabrería de primera.
Ejemplo: «Nos erguimos sobre un suelo inestable que únicamente logra renovar nuestro espíritu vibrátil», dice Tamara Cubas de la primera de las partes de su «Trilogía antropofágica» –en las Naves Matadero de Madrid del 14 al 21 de julio–. «Permanecer» se llama la pieza con la que pretende construir una «identidad colectiva en tensión con los acontecimientos sociales y políticos contemporáneos». ¿Cómo? A través de un público al que se le invita a permanecer de pie y de forma individual encima de una plataforma de carbón hasta que otro espectador le haga el relevo. Nada más. Así durante 5 horas y, por lo menos, «de gratis». Es una de las formas que la creadora uruguaya tiene de digerir la Antropofagia cultural surgida en el Brasil de los años 20. Las otras dos: «Buscando el salvajismo sobre un terreno inestable», o una hora de saltos encima de unos tablones de madera hasta desnudarse («Resistir», 15 euros); y con el desorden absoluto de «Avasallar»,
u hora y media de caos encima de un escenario que lo soporta todo. Que lo haga el espectador ya es otra cosa.