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Historia

España no se perdió en Guadalete

Una nueva investigación señala que el lugar donde se enfrentaron don Rodrigo y Táriq podría estar a 60 kilómetros de donde se pensaba y los historiadores empiezan a renombrarla como batalla de la Janda, de los Montes Transductinos o del río Almodóvar

En 1944, el historiador Claudio Sánchez Albornoz dio por buena una transcripción que las fuentes habían perpetuado a lo largo del tiempo y contribuyó así de manera accidental a difundir un error que ha perdurado hasta nuestros días. La «Crónica General de España» de Alfonso X, de la segunda mitad del siglo XIII, hacía referencia al lugar preciso donde don Rodrigo, el último rey visigodo, había sido vencido por las tropas musulmanas deTáriq. Una derrota que inició la conquista de Hispania y que posteriormente alumbraría la leyenda de la pérdida de España, que ha llegado hasta hoy. En este documento puede leerse la palabra «Guadalet», nombre del río donde supuestamente los dos contingentes dirimieron sus fuerzas en un encuentro que todos conocemos popularmente como batalla de Guadalete. Aunque algunos estudiosos manifestaron ya por entonces ciertas reticencias para asumir sin más este hidrónimo, el prestigio y la fama del maestro Sánchez Albornoz, que además de un reputado estudioso fue el último presidente de la Segunda República en el exilio, avalaron durante décadas una confusión que ahora parece que se ha despejado.

El historiador José Soto Chica –autor de tres monografías esenciales para entender el amplio arco temporal que abarca este periodo: «Los visigodos», «Imperios y bárbaros» y «El águila y los cuervos», todos publicados por la editorial Desperta Ferro– consultó de nuevo los textos originales. Durante su lectura reparó en este error y decidió emprender una nueva investigación.

El documento más antiguo que se conserva acerca de este acontecimiento data de 754, tan solo 43 años después de que se produjera el choque entre estas huestes. La «Crónica mozárabe» apuntaba ya, sin dejar lugar a ninguna duda, una localización muy concreta: los Montes Transductinos,que se encuentran en la bahía de Algeciras, muy lejos del río Guadalete, que está a unos 50 o 60 kilómetros de distancia. Un lugar muy apartado del puerto en el cual los invasores de la Península habían decidido instalar su base y cuya orografía, para mayor detalle, no coincide en nada con la descripción que nos ha llegado del lugar donde discurrió el envite. El autor de este documento no era un escriba común, sino un hombre cultivado, que manejaba el latín, el griego y con casi toda probabilidad el árabe, lo que arroja el retrato de una persona con sólidos conocimientos y, por tanto, de fiar. Esta es la única fuente verdaderamente contemporánea con la que se cuenta.

¿Dónde se produjo la confusión? En el siglo XIII, aproximadamente 500 años después de este enfrentamiento, Jiménez de Rada, obispo de Toledo, transcribió el nombre del río donde tuvo lugar el encuentro tal y como era denominado en algunas fuentes árabes «Wadi Lakko» (río del lago). En sus páginas lo recogió como «Guadalac». El copista involucrado en la redacción de la «Crónica general de España», de Alfonso X, cambió la «C» por una «t» y quedó finalmente como «Guadalet», lo que llevó a estudiosos de renombre, como Sánchez Albornoz, que consultaron este testimonio, a considerar que todo ocurrió en Guadalete.

En el lugar del combate

José Soto Chica está en el lugar donde él considera ahora que discurrieron estos trágicos hechos, un área de tres por cinco kilómetros, y explica con apasionamiento qué ocurrió en aquellas amargas jornadas del siglo VIII. El campo que hay enfrente de él ha cambiado, pero esto no impide reconocer dónde se dispusieron en un principio los ejércitos. Un bosque ha ocupado lo que antes era una extensa planicie y aunque la laguna de la Janda no existe, se desecó a mediados de los años cincuenta de la anterior centuria por motivos económicos, el perímetro que ocupaban sus orillas se distingue con claridad. La zona cuenta en la actualidad con un área recreativa, un merendero en el que ahora varias familias juegan, probablemente ignorantes de que en ese mismo sitio, tiempo atrás, godos y árabes cruzaron las armas.

Se han localizado estructuras que coinciden con los campamentos de los árabes y los godos

Hace tres años, el historiador cotejó la treintena larga de testimonios que se conservan en relación a este combate de 711. Reparó en las contradicciones y, para despejar dudas y dilucidar dónde estaba el campo de batalla, reunió a un equipo formado por varios arqueólogos: Eduardo Kavanagh, Mónica Camacho Calderón y Ana María Berenjeno, experta en la zona y responsable de la excavación de Isla Verde. También recurrió a Kenza Mdehheb para traducir con meticulosidad el árabe de las fuentes originales y no cometer equivocaciones; a José Turrillo, un agente forestal, que les ayudó a inspeccionar la zona, y a Francisco Jiménez Espejo, geólogo, que ha reconstruido con fidelidad el paisaje tal como estaba cuando se desarrollaron estos acontecimientos. De momento, y durante el transcurso de esta nueva investigación, se han identificado, gracias a las imágenes obtenidas por el sistema LIDAR, unas posibles estructuras que, quizá,estén relacionadas con la instalación de campamentos.

Para cimentar esta labor también contaron con los documentos árabes de la época. De manera tradicional, estos testimonios se han aceptado de forma preferencial, aunque fueran bastante posteriores a 711, por delante incluso de otros de origen hispanogodo y de fechas más cercanas a los hechos. El más temprano de los documentos árabes es de 154 años después de estos acontecimientos. Los demás son posteriores. Un lapso de tiempo suficiente para que se hubieran podido intercalar posibles errores o introducido modificaciones interesadas que tergiversaran la realidad de esas jornadas.

Diagrama de la batalla que libró don Rodrigo contra los invasores de Hispania
Diagrama de la batalla que libró don Rodrigo contra los invasores de HispaniaDesperta Ferro

Pero estos textos han ayudado en un aspecto muy valioso. «Las fuentes árabes más fiables y antiguas, las de los siglos IX a XI, señalan con frecuencia tres elementos geográficos: que Táriq se hallaba en un monte cuando vio venir a Rodrigo; que dominaba la comarca del Lago y, también, que estaba cerca de Algeciras. Ninguno de ellos coincide con la ubicación tradicional que se ha venido sosteniendo », comenta Soto Chica. Él mismo añade un detalle: «Situar la batalla en Guadalete es contrario a todo lo que sabemos hasta ahora sobre la forma de combatir que tenían los musulmanes y godos en aquel momento. Táriq sólo contaba con infantería y por ello, que hubiera acudido a Guadalete, un llano que es ideal para la caballería, que era la baza principal de don Rodrigo, hubiera sido una necedad indigna de un capitán tan hábil y experimentado como era él. Guadalete no es un lugar estratégico. Jamás lo ha sido en la historia. En cambio, en esta zona, mucho después, el mismo Alfonso XI quiso plantear la batalla que al final disputó en El Salado. Y eso es por algo». Pero existen otros motivos. En las fuentes árabes se señala que el lugar de la batalla estaba surcado por los cursos de los ríos a los que se llaman «Wadi Lakko» «Wadi Umm Hakim» y «Wadi Beca». Este último es el nombre que recibe el río en donde según testimonios árabes, don Rodrigo murió al intentar vadearlo.

En estos documentos también se explican otros elementos que son de enorme importancia. Aclaran que en el entorno existía una zona extremadamente pantanosa y también una enorme laguna. Todos estos topónimos, datos y descripciones han ayudado a José Soto Chica y su equipo a descartar ubicaciones, acotar la zona y a identificar los lugares precisos en los que discurrieron los distintos momentos de la batalla. No tardaron en concluir que el actual arroyo Vico es el «Wadi Beca» citado en las fuentes, que el lago es la laguna de la Janda, ahora desecada, y que el otro hidrónimo citado en las fuentes, el Wadi Lakko, no es un segundo nombre para un mismo río, sino el río Almodóvar, que desembocaba en la Janda y cuyas aguas todavía discurren por esta zona, que en diversos tramos aún se revela húmeda y embarrada a pesar de los siglos transcurridos.

Pero existen otros asuntos que también deben tenerse en cuenta. El curso de la batalla, y tal cómo se desarrolló en el terreno, coincide de manera plena con esta geografía. La hueste de Táriq, distribuida en un frente de tres cuerpos, descendería desde unas lomas próximos, ya identificadas (el cerro de la Alcachofa es el lugar desde el que Táriq comandaba a sus hombres), mientras don Rodrigo arremetería desde la explanada, dejando a su espalda la laguna y sus pantanosas y temidas lindes, ahora también localizadas con exactitud. Esta nueva hipótesis, que se ha deducido a través de la documentación, ahora solo está pendiente de un remate: el permiso de excavación arqueológica que les permita corroborar todo. Una licencia que el Ayuntamiento de Tarifa no ha tramitado todavía.

Este hallazgo, de cumplirse, y da la impresión de que será así, obligará a que próximamente se renombre esta batalla de una manera distinta. «Lo normal es que a partir de ahora sea la batalla del río Almodóvar o la batalla de los Montes Transductinos, que es como se cita en la documentación», explica José Soto Chica, aunque él mismo sonríe y acepta que hay otros nombres que resultan más sencillos y que son más fáciles que prosperen, como la batalla de la Janda, como algunos ya se refieren a ella, o del río Vico.

Lo que ocurrió

Pero, ¿qué nos dice este terreno de la batalla? Para José Soto Chica confirma lo que contaban las fuentes. Don Rodrigo, alertado de la presencia de un ejército extranjero en el sur de Hispania, vendría desde la población de Medina Sidonia, exactamente por la calzada romana que aún existía. Rodearía la laguna de la Janda y, junto a sus hombres, entre 20.000 y 25.000 guerreros, 8.000 de ellos jinetes cualificados y expertos, acamparía frente a Táriq. Su fuerte sería la caballería pesada, «la mejor de todo Occidente».

Soto Chica explica cómo debía ser contemplarlos. «Al avanzar el terreno temblaría. Los caballos, a la carga, son terribles para la infantería. Debes imaginar el sonido de los cuernos, el brillo de las espadas, las lanzas y las armaduras de los jinetes y de las monturas, que estaban también protegidas y entrenadas para que durante la batalla mordieran al enemigo y los pisaran».La batalla era suya en un principio. Enfrente tenía a las tropas musulmanas, que sumaban probablemente 13.000 hombres, 1.700 árabes y 12.000 bereberes–aunque otras fuentes aseguran que eran 3.000 árabes y 12.000 bereberes–. Este no era todavía el ejército árabe posterior con su rápida caballería. Este estaba conformado sobre todo por una infantería de guerreros muy bravos armados con largas y mortíferas lanzas. El campo debía caer en un principio del lado de los godos, pero, contra toda lógica, no fue así y por eso esta batalla marcaría el fin del reino visigodo.

El motivo principal de la derrota provino de un lance inesperado. Algo que don Rodrigo no supo anticipar. En las jornadas previas a la decisiva, hubo duelos y escaramuzas entre los dos adversarios. Pero fue el 26 de julio (los dos contendientes estaban uno enfrente del otro desde el 19 de este mes) cuando todo se resolvió y las cartas se pusieron boca arriba al amanecer, el ejército visigodo, dividido en tres cuerpos, avanzó sobre el enemigo. Táriq, aunque en una posición más alta, vio venir sobre sí al terrible contingente. Cuando ambas huestes chocaron, don Rodrigo vio, suponemos que con perplejidad y alarma, cómo las dos alas de su ejército, dirigidas por Oppas y Siseberto, que habían pactado a su espalda con los musulmanes, lo abandonaban y se retiraban de la batalla, dejándolo solo en el centro.

Don Rodrigo se encontró en ese instante con apenas 8.000 hombres, de los cuales, solo 3.000 eran caballeros. No tardó en presenciar, cómo las alas de Táriq lo envolvían y le hacían retroceder poco a poco. Aquí es donde debió percatarse de que la geografía, en esas circunstancias, era trampa mortal para él y los suyos. Al retroceder, sus hombres cayeron en la zona pantanosa de la laguna de la Janda y quedaron atrapados en un terreno que los impedía defenderse y agruparse, quedando expuestos a las lanzas musulmanas. «La batalla, coinciden todas las fuentes, fue una masacre, una lucha muy encarnizada. Los visigodos pelearon con arrojo, pero no pudieron evitar la derrota al estar superados en número. Muchos años después todavía podían identificarse los restos de los soldados que murieron en el lugar. Debió ser una batalla cruenta,que costó muchas vidas.De hecho, el combate empezó al amanecer y solo se dejó de pelear con la caída del sol, cuando ya el frente estaba desbaratado y a los hombres se les cazaba de manera individual. Tuvo que ser un enfrentamiento muy violento».

EL LUGAR DONDE MURIÓ DON RODRIGO

En esta encrucijada de ríos murió don Rodrigo
En esta encrucijada de ríos murió don RodrigoAlberto R. Roldán

Las crónicas confirman que don Rodrigo murió en el año 711 durante la batalla que mantiene con Táriq. Varias de las fuentes más fiables comentan que falleció al intentar cruzar el río Beca/Vico, cerca de la encrucijada que mantiene con el Almodóvar, que es el lugar que se puede contemplar en la fotografía de la derecha. En este punto del campo de batalla quedó acorralado él y sus últimos hombres, los espatarios, guerreros que solían acompañar a los monarcas visigodos. José Soto Chica relata que «tras la matanza, que según una fuente árabe, al-Hakam, duró tres días, sólo se halló su magnífico caballo de batalla, un tordo soberbio, que aún conservaba la silla de brocado de oro cuajada de rubíes y esmeraldas,sobre la que había cabalgado el Rey. Además de su caballo, los musulmanes hallaron su manto, bordado en oro y recamado con perlas, y una de sus botas, engalanada con esmeraldas, perlas y rubíes. Su cuerpo nunca se encontró, aunque según una versión árabe, fue hallado, decapitado y la cabeza enviada al Califa de Damasco».