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Fabular para vivir, y viceversa

Pablo Remón levanta «El tratamiento» en el Pavón Kamikaze para reflexionar sobre la creación y la transmisión de ficciones
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Pablo Remón levanta «El tratamiento» en el Pavón Kamikaze para reflexionar sobre la creación y la transmisión de ficciones.
Dice Pablo Remón que cuando empezó a escribir «El tratamiento», su objetivo principal era hacer una sátira de la industria del cine y del papel que desempeñan en ella los guionistas, pero que el proceso creativo fue modificando la idea original hasta convertir el producto final en «algo muy celebratorio» sobre el significado de la ficción, sobre la importancia que tienen para el ser humano la creación y la transmisión de ficciones. Podría decirse que su hastío ante los reveses de un oficio que él considera «bastante frustrante en ocasiones» se fue transformando en una apasionada defensa del mismo. Entre sombras fue brillando la luz, dando lugar al claroscuro que gobierna el trabajo de todo guionista y que él conoce muy bien. Porque, aunque su nombre suene en los círculos teatrales como el de uno de los nuevos dramaturgos y directores escénicos más originales del panorama actual, el trabajo de Remón se reparte entre las tablas y el cine, medio en el que se formó y en el que sigue recibiendo el aplauso de la crítica y el público –su último guión estrenado, «No sé decir adiós», le ha servido a Nathalie Poza para ganar su flamante Goya como mejor actriz–.
Haciendo converger esos dos mundos –teatral y el cinematográfico–, el director ha urdido esta historia, en la que «lo cómico tiene más peso que en otras obras anteriores», sobre un guionista en horas bajas que solo escribe promociones de electrodomésticos para la televisión. «Es un personaje de mediana edad que tiene una crisis laboral, que a su vez es también una crisis personal, y que necesita replantearse todo», explica el director.
Seguir creando historias
Pero éste es solo el punto de partida para reflexionar sobre el verdadero sentido de seguir creando ficciones. «Creo que contar historias, hacer ficciones, inventar..., o lo que sea que hagamos todos, es una vacuna para la vida. Es una forma de expandir la vida y de vivir lo que la nuestra no nos permite. En la obra también es muy importante el recuerdo, que es lo que nos iguala a todos como contadores de historias; porque todos contamos al menos nuestro propio pasado; el recuerdo no deja de ser una reconstrucción inventada, una narrativa de algo que no es fijo, como pensamos a veces. En definitiva, construir narrativas es nuestra forma de estar en el mundo».
Junto a Ana Alonso, Francisco Reyes y Emilio Tomé, habituales de Remón, figuran en el reparto dos intérpretes con mucho peso ya en las tablas, como son Francesco Carril y Barbara Lennie; entre todos han de dar vida a más de una veintena de personajes en la fantástica sucesión de acontecimientos que propone la obra.

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