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Fernando Alonso Treceño: «Le contaré a mi sobrina que me hice obeso para saltarme la mili»

Presenta «Carta a una niña que va a nacer», un libro escrito para «ayudar a todas las personas que lo lean. Para que alcancen la sabiduría y sean felices»
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  • Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid. Actualmente trabaja en la delegación andaluza de La Razón cubriendo información sanitaria.

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Presenta «Carta a una niña que va a nacer», un libro escrito para «ayudar a todas las personas que lo lean. Para que alcancen la sabiduría y sean felices».
El periodista y abogado Fernando Alonso Treceño (Avilés, 1957), se ha estrenado como escritor gracias a la aparición de su sobrina en su vida. La obra, «Carta a un niña que va a nacer» (Camelot), se gestó cuando supo que iba a ser tío. A lo largo de las páginas, la publicación recoge consejos que pretende transmitir a la niña a partir de las experiencias que más le han marcado, para que pueda ponerlas en práctica en la edad adulta.
–«Carta a una niña que va a nacer», ¡Vaya regalazo para su sobrina!
–Es un regalo espiritual precioso, un canto a la vida, a la madre, a la infancia, al amor, a la felicidad. A todo lo bello de la vida, porque actualmente están todos los valores invertidos. La motivación es esa, transmitirle a mi sobrina todos los conocimientos y vivencias que yo he atesorado para que los tenga en cuenta y los ponga en práctica.
–Si tuviera que darle solo un consejo de vida, ¿cuál sería?
–No es que salga por la tangente, pero el libro está tan nutrido de consejos.... pero que disfrute de la vida, que la viva y que sea feliz. Vive tu vida y no la de otros, porque así te acercarás más a la felicidad.
–Llegó a ser obeso para saltarse la Mili. ¿Se lo contará algún día a su sobrina?
–Sí, por supuesto... fue una estrategia que me sirvió para saltarme el Servicio Militar Obligatorio .
–Pero convendrá conmigo en que no es un buen ejemplo.
–Sí es un buen ejemplo, es el ejemplo de que con voluntad y esfuerzo podemos conseguir metas importantes. Ir a la Mili no era positivo para mí, ni para las personas. De hecho se ha suspendido. Y yo me anticipé a eso hace muchísimos años. La única posibilidad que yo tenía para librarme era engordar hasta convertirme en obeso. Además estaba ejerciendo la abogacía y ya tenía despacho propio, no podía permitirme el lujo de dejarlo.
–¿Cuál es su mayor experiencia vital?
–El afán de saber. Soy muy perfeccionista, quiero ser siempre mejor de lo que soy, superarme a mí mismo, alcanzar un equilibrio perfecto. Soy un alquimista espiritual, intento alcanzar la piedra filosofal pero no como la gente lo entiende. La gente sabe muy poco de estas cosas. A la gente le interesa más el tener que el saber, y a mí me interesa más el ser que el saber, porque cuando alcanzas el ser el saber viene por añadidura.
–A simple vista parece un libro de autoayuda...
–No es un libro de autoayuda, en todo caso de ayuda espiritual. Es uno de los pocos libros sapienciales que hay y no me estoy alabando a mí mismo. Está escrito para todas aquellas personas que no encuentran el sentido de la vida y que sufren, a los que no ven a Dios, a los que se sienten solos aún estando en compañía. Este libro les enseña el camino del paraíso, el sendero para encontrar la paz interior.
–Pero en el libro da una visión muy pesimista del mundo...
–Con poner los informativos y salir a la calle basta para saber lo mal que está el mundo. Está enfermo porque falta el amor y el amor es una medicina mágica que cura todos los males del mundo. Sin amor no hay fe y sin fe no hay esperanza y si no hay esperanza el mundo se nubla. Solo un corazón puro, una mente en silencio y una vida ejemplar pueden transformar el mundo.
–Entonces le dará pánico que su sobrina crezca.
–Miedo no, pánico. ¡Ojalá los niños no crecieran nunca! Porque mientras el niño no crece se mantiene la inocencia. Pienso cuando mi sobrina vaya a la escuela y se tope con esta realidad material, con la invasión terrible y monstruosa de las nuevas tecnologías, con la falta de amor, de cordura, de principios... ¡Me aterra!. Estamos creando una sociedad de monstruos en la que los niños son la principales víctimas.

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