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Fernando Sánchez Dragó: «¿Cómo es posible prohibir la marihuana y no las grasas trans?»

A los 80 años, y después de una prolífica carrera literaria que no ha disminuido, el Premio Nacional de Literatura presenta sus claves para conseguir la eterna juventud
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A los 80 años, y después de una prolífica carrera literaria que no ha disminuido, el Premio Nacional de Literatura presenta sus claves para conseguir la eterna juventud .
Fernando Sánchez Dragó es uno de esos hombres imparables que se reinventan constantemente. Su capacidad intelectual, sobradamente demostrada a través de sus mil y un reconocidos trabajos literarios, televisivos, periodísticos etc., ha hecho de él un referente. Pero, además, su forma de vida, sus viajes y conquistas lo han convertido en un ejemplo a seguir para todos los que, como él, están dispuestos a que cada minuto de la vida merezca la pena. Eso quizá entraña cierto riesgo para la salud, pero también la necesidad de estar en plena forma. Ahora, todos sus secretos para tratar de conseguirlo han quedado desvelados en «Shangri-la: el elixir de la eterna juventud» (Planeta).
Se trata de una narración desbordada de pasión, donde el autor describe su propia búsqueda del viejo principio latino de la «mens sana in corpore sano». «Es algo que empecé a hacer desde pequeñito, porque siempre quise ser escritor y eso significaba la “mens sana”, pero, al mismo tiempo, como el tipo de escritor que quería ser era audaz, aventurero, a lo Stevenson, decidí que también tenía que cuidar mi cuerpo. Por eso fui adquiriendo una cultura médica. Y cuando tenía la más mínima enfermedad lo primero que hacía era irme a una enciclopedia y mirar a ver si me lo podía arreglar yo solito. Sólo si no podía, iba al médico», explica el octogenario.
«Más tarde, al hilo de mis viajes, entré en contacto con sustancias extrañas, pintorescas, que no se conocían en el mundo occidental. Empecé a probarlas y poco a poco fui elaborando todo ese cúmulo de pastillas que llevo tomando desde hace cuarenta años y que parece ser que, como mínimo, no van mal. Yo diría, incluso, que van bien porque tengo 80 años y sigo viviendo exactamente igual que a los 20: escribo 12 horas al día, leo otras 12 horas, publico 5 columnas a la semana, hago televisión, radio, viajo, como, bebo, follo... etc».
Dragó se muestra lleno de energía. Muchos jovenzuelos darían un brazo por gozar de su ímpetu, así que le pido que me desvele lo más importante que recoge en su libro para estar en perfectas condiciones. «Hay tres vectores en “El elixir de la eterna juventud”. Uno son las sustancias. Y en ese vector lo más importante es el Sumo Reishi, la melatonina y el Keriba. Y también, por supuesto, los refuerzos vitamínicos. Otro vector es el estilo de vida, que depende de dos cosas: de tener claridad de cómo debe ser la vida y fuerza de voluntad para seguir ese estilo. Y hay una tercera fuerza: el carácter, la filosofía de la vida, la forma de encarar la existencia. Nacer y ser joven es una vocación; se nace joven y se muere joven o se nace viejo y se muere viejo», afirma.
Pero no me ha dicho nada de la importancia del amor. Y cuando le pregunto pone cara de cansancio o de aburrimiento: «¿De qué amor hablamos? Es un término muy antiguo. Hay amor a los padres, a los hijos, a los amigos... Además, el amor puede ser muy dañino para la salud. Otra cosa es lo que lleva por título una de mis novelas, que es el camino del corazón. Todo en la vida tiene que hacerse con corazón. Es decir, con emoción, con intensidad, lo mejor que puedas. Entonces, a veces entre un hombre y una mujer surge una especie de sincronía emocional extraordinaria, que te puede conducir efectivamente a algo que la sociedad y los diccionarios han dado en llamar pasión y que es infinitamente más importante y más duradero que la pasión. Es lo de Tristán e Iseo: amor que lleva esencias de muerte y que supera al mismo tiempo las barreras de la muerte. Eso existe y es muy bueno para la salud. Los otros amores son tóxicos», asegura Dragó.

Sexo y poliamor

En este momento hablo con Fernando del sexo, que tanto describe la otra cara de la moneda de este libro, a través de la voz de Ana Grau, la «taquimeca», la misma con quien el autor vive una historia con mucho corazón y con mucho sexo: «En un camino con corazón, el sexo lo haces también con corazón y es lo que ella cuenta», me explica. «Ella cuenta y lo vivís los dos», le digo. «Hombre, por supuesto. El amor siempre es asunto de dos. Si no, es amor propio, narcisismo. Estamos hablando de amor de dos o, a veces, incluso de más de dos, de eso que la gente llama poliamor; existe y he hecho mis experimentos en ese sentido a lo largo de la vida; siempre termina mal», me contesta.
Le pido que dejemos el amor y sobre todo el sexo, que cuenta con mucho espacio en este libro, y que nos centremos en la alimentación, por aquello de que somos lo que comemos: «Ya lo decía Galeno. Se sabía en Grecia y Roma. Es de elemental sentido común que somos lo que comemos. Hay que cuidar muchísimo la alimentación porque, además, entre las amenazas que se ciernen en el mundo actual sobre las personas, es una de las más graves. Vas a un supermercado y cualquier producto que compres, si está envasado, lleva toda clase de sustancias nocivas, empezando por el dichoso azúcar y siguiendo por las grasas trans. EE UU las ha prohibido ya; ¿cómo es posible que aquí prohíban la marihuana y permitan las grasas trans?, ¿para qué sirve el Ministerio de Sanidad?», se pregunta.
Se encuentra más beligerante y activo que nunca. Aunque esté en edad de jubilación. «No hay que jubilarse nunca. “Age quod agis”, decían los latinos. Haz lo que haces. Lo que has estado haciendo toda la vida, sea pintar las meninas o clavar clavos. No te pares, no te vayas a jugar al tute a la taberna o a echar miguitas a las palomas. Si haces eso, seguro que te morirás pronto. Hay que seguir haciéndolo todo. Ya sabes lo que dijo Stevenson, que era un hombre como todos los escritores solemos serlo, de vida disipada, noctámbulo, borrachín y mujeriego, cuando el médico, al reconocerlo, le dijo: “Si sigue usted llevando la vida que lleva, morirá joven”. Él contestó: “Doctor, siempre se muere joven”. ¿Ves? Eso es la eterna juventud».