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Las fiestas más salvajes

La fiesta «Blanco y negro» de Truman Capote: dar envidia a quien no está

El famoso baile que organizó en Nueva York marcó quién era importante y quién no como para merecer la invitación

Truman Capote fue conocido por su afición a las fiestas
Truman Capote fue conocido por su afición a las fiestasLA RAZÓN

Truman Capote fue un escritor brillante, acostumbrado a codearse con la alta sociedad. Otorgaba cierto toque intelectual a los círculos del lujo, a los que había accedido teniendo menos dinero que nadie. La cosa empezó a cambiar en 1966, tras ingresar más de dos millones de dólares por «A sangre fría», su novela más conocida, exitosa reconstrucción de un asesinato en la América Profunda. Dos millones eran entonces una cifra fabulosa, que obtuvo sumando los ingresos de tapa blanda, tapa dura y derechos para la película. Su juerga chic para celebrarlo tuvo lugar el 28 de noviembre en el hotel Plaza de Nueva York. «Cuando sea rico y famoso voy a hacer una fiesta para la gente rica y famosa de verdad», se había prometido. Aquella jarana todavía se comenta, se imita y no falta en ninguna lista de las mejores de la historia. ¿Qué tuvo de especial?

Lo más importante, claro, fueron los invitados. Acudieron celebridades de la talla de Frank Sinatra, Andy Warhol, Henry Fonda, Óscar de la Renta, Lauren Bacall, Tenesse Williams, Greta Garbo, Marela Agnelli y Marlene Dietrich. La invitada de honor fue Katherine Graham, editora del prestigioso diario «The Washington Post». «Truman me llamó en junio y me dijo: te veo un poco desanimada, así que voy a dar una fiesta en tu honor. Yo sabía que iba a darla de todas maneras y que yo solo era parte del espectáculo», explicó. La gran ausente fue Audrey Hepburn, molesta por las críticas del escritor a su papel en la versión fílmica de «Desayuno con diamantes» (1961). La representación española fueron los marqueses de Villaverde.

¿La mayor polémica? El columnista del «New York Post» Pete Hamill acusó al escritor de frivolidad por organizar una gran fiesta cuando miles de jóvenes estadounidenses estaban muriendo en la guerra de Vietnam. Esto sufrió la actriz Candice Bergen: «Recuerdo la culpa que sentí, o más bien la culpa de que otras personas pensaban que debía oír. Yo creo que tenía diecinueve años. Los periodistas se me acercaron y me preguntaron: ‘‘¿No es inadecuado hacer un baile para ¿a quinientas personas cuando hay una guerra?’’ El actor Douglas Fairbanks, que iba disfrazado con una capucha de su verdugo, dijo: ‘‘La pregunta es inadecuada’’. Alguien, que llevaba una máscara de ratón con orejas pequeñas, añadió: ‘‘La guerra es inadecuada’’. Hoy en día no me imagino a nadie intentando racionalizar un acto como un baile», explicó . En diciembre de 1967, la revista «Esquire» hizo una portada con por ocho celebridades de distintos ámbitos que no fueron invitados a la fiesta y que miraban a cámara con cara de enojados. El título de portada decía: «¡No habríamos venido aunque nos hubieras invitado, Truman Capote!».

La inspiración de la fiesta fueron los trajes en blanco y negro que había diseñado Cecil Beaton para la escena de las carreras de caballos de «My Fair Lady». Los talleres de alta costura se colapsaron. Todo el mundo debía ir enmascarado. «La idea era que pudieras pedirle bailar a cualquiera que te resultase atractivo, sentarte en cualquier lugar que te apeteciera y después, al llegar la medianoche, cuando se pudieran quitar las máscaras, buscar a tus amigos de siempre o quedarte junto a los que habías conocido esa noche», declaró el escritor a «The New York Times».

El precio final de la farra fue de 150.000 euros, una pequeña fortuna de la época. La apuesta de la noche estaba en mezclar elementos aristocráticos y plebeyos. Fue un baile de máscaras de corte más bien clásico, pero con un menú a base de albóndigas y espaguetis, salchichas y huevos revueltos. Capote incluyó también el pollo hash, su plato favorito del menú del Plaza. ¿El mejor truco para potenciar el sabor? El menú se sirvió a las doce, cuando todo el mundo había bebido y bailado tanto que cualquier alimento les hubiera sabido delicioso.