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Fran Perea: «El teatro te hace mirar el ombligo del otro, no el tuyo»

El intérprete, cantante y productor malagueño debuta ahora como director artístico con «Souvenir» en los Teatros Luchana de Madrid
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El intérprete, cantante y productor malagueño debuta ahora como director artístico con «Souvenir» en los Teatros Luchana de Madrid.
Las inquietudes artísticas de Fran Perea no son fáciles de aislar ni delimitar; mutan paulatinamente y, sobre todo, se propagan y multiplican en su contacto permanente con el escenario. Sus primeros y exitosos pinitos en la música y la televisión no le impidieron empezar a labrar con tesón una carrera en el teatro que hoy se caracteriza por su envidiable solidez; ello, a su vez, no le ha supuesto renunciar al cine cuando los proyectos que han ido apareciendo han merecido la pena.
Pero no solo es amplio el abanico de sus posibilidades interpretativas, sino que además ha ido sumando a esas labores de interpretación otros quehaceres artísticos relacionados con ella: ha montado, junto a otros actores, la compañía Feelgood, con la que ha dado salida a producciones arriesgadas que luego han recibido la ovación del público y la crítica; se ha involucrado en la cogestión de una sala de exhibición en Madrid –los Teatros Luchana-; y ahora ha debutado como director escénico con la obra «Souvenir», de Pablo Díaz Morilla, que se está exhibiendo estos días precisamente en la mencionada sala.
Se trata de un proyecto producido por sus paisanos de Factoría Echegaray que parte en el argumento del caso real de Solomon Shereshevski, la primera persona diagnosticada de hipermnesia, enfermedad que impide que el paciente pueda olvidar ni uno solo de los detalles que se van acumulando en su memoria. Además, está trabajando como actor, bajo la dirección de Yayo Cáceres, en una comedia negra titulada «El ciclista utópico».
–¿Por qué dirigir? ¿No tenía bastante ya con todo lo que tenía?
–Bueno, la idea me rondaba ya desde hace tiempo. Yo soy un actor muy obediente y hago las cosas como me dice el director que las haga, pero me doy cuenta de que también hay otras formas de hacerlas. Cuando tienes una vocecilla que te va advirtiendo de ello cada vez más, te planteas que a lo mejor ha llegado el momento de que seas tú quien ofrezcas un punto de vista de esas cosas. Y como a mí me gusta siempre meterme en varios fregados (risas)... pues apareció este proyecto, que me gustó mucho, y lo cogí.
–La obra nos habla de la importancia capital de recordar, pero también de la importancia de olvidar, y de cómo la felicidad quizá resida en equilibrar esos dos verbos, ¿no es así?
–Sí, me atraía mucho toda esa reflexión alrededor de la incapacidad para olvidar. No sé si se puede extraer una moraleja, pero creo que la función quizá advierta de que no es bueno quedarse a vivir en el recuerdo y que lo bonito es ir inventando nuevos recuerdos; todo ello sin olvidar tampoco nuestra historia, que es lo que nos hace ser lo que somos. Además, me atraía otra cosa del personaje, que es la aceptación de uno mismo como alguien distinto del resto. Ser distinto tiene sus complicaciones, pero no tiene por qué ser malo.
–Actor, cantante, productor, exhibidor, director... ¿Le quedan más puertas por abrir?
–Sí, qué pesado, ¿no? (risas). Bueno, a mí me gusta el cambio; por eso abro tantas. Me gusta y me activa, y me obliga a superarme. Creo que de esa manera se crece.
–Hoy en día es un actor ya muy reputado en teatro. ¿Se toma la revancha para cerrar las bocas de aquellos que en sus inicios le veían más como un producto perecedero de marketing que como un verdadero intérprete?
–Es verdad que a veces parece que, en igualdad de condiciones, yo tengo que hacer siempre un poquito más que otros, y que sigue pesando más la mochila que cargo. Pero yo sigo siendo el mismo; tengo la misma ilusión que al principio o incluso más, y sigo tomándome el trabajo de manera comprometida y apasionada. Y eso es lo que único que me ronda la cabeza.
–En cuanto a su faceta de productor y de gestor, en alguna ocasión ha manifestado lo difícil que es sacar adelante cada proyecto. ¿Tan mala es la situación? ¿Qué debería cambiar?
–La situación es mala, sin duda. Quizá el gran problema es que la cultura sigue sin estar entre las prioridades de nuestros políticos y gobernantes. Sin embargo, la cultura siempre ha despertado un interés muy real en la población. Málaga, sin ir más lejos, es una ciudad que en los últimos años ha revisado su relación con la cultura y con el arte de manera ejemplar. Creo que todo reside en la educación.
–Hablando de políticos, ¿cómo se ve en el sector del teatro lo que está ocurriendo en Cataluña?
–Pues, mira, lo que yo veo con todo esto es precisamente que hace falta ir más al teatro; porque el teatro te permite formarte opiniones propias y te hace mirar el ombligo del otro sin mirar tanto el tuyo. Es una buena terapia para todo esto.
–Por otra parte, el teatro de Cataluña y el de Madrid han tenido siempre una relación muy fluida...
–Sin duda; y confío en que así seguirá siendo.
–¿Eso es porque hay más entendimiento entre artistas y ciudadanos que entre políticos?
–A veces tienes la sensación de que todo es más fácil de lo que parece, aunque hay cosas que se nos escapan y que no conocemos bien. En cualquier caso, sí creo que la cultura debe seguir su propio camino: debe mirar a la realidad para reflejarla, pero dejando que sea siempre el espectador el que se vaya formando sus propias opiniones.

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