Francisco Narla: «También soy piloto, pero pago garbanzos con la literatura»
Su nueva novela, «Ronin», viaja a un episodio real: los primeros japoneses que llegaron a España
espués del éxito de «Assur», este autor nos regala una nueva entrega histórica: «Ronin» (Temas de Hoy). Una novela plagada de aventuras que rescata un hecho histórico: el periplo vivido por la expedición de samuráis que desembarcó en España en el siglo XVII. Y llegó para quedarse. Por sus páginas se pasean Felipe III, el duque de Lerma o los militares del último shogunato nipón. Imposible resistirse a la tentación de estas ochocientas páginas.
-Parece una broma cósmica: un tifón arrasa Filipinas y usted revisando el pasado de Manila.
-Antes de nada: mis mayores condolencias. Espero que llegue la ayuda humanitaria que hemos enviado y ojalá, humildemente, mi novela contribuya a conocer un poco mejor aquella zona.
-Sus protagonistas son un ronin y un combatiente de las batallas de Flandes... ¡Promete!
-Me alegro de que lo pienses. Intento entretener al lector. Además, si los unimos al siglo XVII, a las batallas navales, a la política española y al último shogunato.
-En el siglo XVII reina Felipe III y Japón vive una convulsión política. En medio, dos hombres nobles, un ronin (un samurái sin señor) y un batallador de Flandes cruzan sus vidas.
-Ésa es la alegoría: que dos soldados ven sus existencias manejadas al albur de los poderosos porque les han tendido una trampa. Por eso el libro se divide en magaris –los turnos en los que se reparte el juego de Go– y vemos cómo juegan los poderosos con los hombres de a pie sobre un tablero.
-Hubo una embajada Keicho-Hasekura enviada a la España de Felipe III. Una de las más antiguas vinculaciones diplomáticas de Japón con Occidente.
-Y lo que no todos saben es que de aquella expedición deriva el asentamiento de más de veinte samuráis que se quedaron en Coria del Río. Por ello es tan común en Sevilla el apellido «Japón».
-Y ¿Hasekura Tsunenaga, aunque regresó a Japón, se convirtió al catolicismo?
-Fue bautizado aquí como Felipe Francisco de Fachicura. Este año vendrá un descendiente cuando llegue el emperador para celebrar el año dual de España-Japón.
-Durante la trama se mezclan personajes ficticios con históricos: el duque de Lerma, el rey Felipe, el juez de la Audiencia de Manila... ¿Un trabajo de documentación tremendo?
-Y del lado nipón, también. Intento ser riguroso. Trabajé duro, leí y viajé mucho porque se lo debo al lector. No tengo un jefe, tengo decenas de miles de jefes –que son los compradores de mis libros– ,y deben pillarme en el menor número de errores posibles.
-En esa época, en Filipinas, el saqueo de piratas ponía en peligro la Administración española. ¿Es la única evidencia histórica de un enfrentamiento armado entre europeos y samuráis?
-Que podamos afirmar con certeza, sí. Algunos abogan por que Felipe II intentó conquistar ciertas partes de China, pero en Filipinas y lugares limítrofes, sólo tenemos seguridad de éstas.
-Y nuestra Armada pudo derrotar a aquellos guerreros samuráis envueltos en un halo de leyenda... ¿Llamaban a los infantes de marina «peces lagarto»?
-No estoy seguro. No vencíamos a grandes samuráis, sino a parias que se dedicaban a la piratería. Tampoco eran grandes batallas y también perdimos muchas veces.
-El Imperio alcanzó su máxima expansión, jugó un papel crucial en la paz y en los conflictos de gran envergadura, ¡y germinó el Siglo de Oro! ¿La historia no ha sido injusta con Felipe III?
-La leyenda negra nos ha pesado mucho y los británicos hicieron un excelente trabajo de demolición que les salió bien frente al resto del mundo. Efectivamente, no fue tan malo, aunque nuestra política estaba llena de corrupción... ¡Ríete de los sobres de Bárcenas!
-Devaluación, inflación y corrupción. Estamos condenados a repetir la historia.
-Da esa sensación: devaluación de la moneda del vellón; inflación por la avalancha de metales preciosos venidos de América, corrupción como la encarnada por el juez de la Audiencia de Manila; especulaciones sobre terrenos de Valladolid del Duque de Lerma... Después de tantos siglos parece que le hemos cogido afición Pero todas las monarquías tenían trapos sucios.
-¿La conclusión de su novela es que la vida es como una nipona partida de Go?
-Ésa es la alegoría: que los humildes, en cualquier época, son títeres movidos por los poderosos. Pero hay muchas capas, muchos juegos de conceptos y esquinas en las que entretenerse.
-El ronin es un noble guerrero sin señor... Amén del Cid, ¿qué ejemplos españoles encuentra?
-España es un gran ejemplo de ronin: Pizarro, Núñez de Balboa, que llegó a América y se tiró al mar sin saber nadar para pelear con tiburones, o Cortés. Los romanos reverenciaban la «devotio celta», como la de los soldurios dispuestos a suicidarse tras matar a sus régulos.
-Compagina su profesión de piloto con la literatura. ¿Cómo cuadra la altitud con las metáforas?
-Ambas son vocacionales. Aunque ahora la literatura me permite pagar parte de los garbanzos. Pero como de «Ronin» venderé ocho millones de copias (risas), ¡me compraré un avión privado!
-Y ya puede ser Richard Bach.
-Ojalá. Qué ejemplo más bonito has puesto.
-En el fondo, hay una minitradición de escritores voladores.
-Levantarse a las cinco de la mañana para sacar el primer puente aéreo no tiene gracia, pero cuando vuelas sobre el desierto de Mojave, alucinas... Entonces me acuerdo de Saint-Exupéry. Si alguien tiene la culpa de que yo sea escritor es «El Principito».
-Posee múltiples aficiones: los bonsáis, el tiro con arco, la pesca con mosca, la cocina... ¿por qué se lo cuenta al lector en la solapa del libro?
-Porque lo que sea que haya conseguido es gracias a ellos y debo estar dispuesto a que, «para contratarme, sepan quién soy»... Sólo excluye las fotos desnudo (risas).
-Ejerce como orador: ¿cómo es la retórica de nuestra clase política?
-Al contrario de otros países, eso no se premia aquí. No son buenos comunicadores. Nuestros políticos están más preocupados por recriminarse cosas que por exponer algo válido. Aquellos discursos de la Transición que ponían en pie al Hemiciclo ya no se ven. Pero no sé si por ellos o por la sociedad... ¿Alguien escucharía hoy a Peces-Barba, a Herrero de Miñón, a Fraga?