Historia

Münchhausen, de barón a síndrome mental

Karl Friedrich Hieronymus, nacido en 1720, fue un personaje cuyas maneras de actuar o sobreactuar dieron bastante de lo que hablar

Fragmento de la portada de "Las aventuras del barón Münchhausen", obra de Rudolf Erich Raspe
Fragmento de la portada de "Las aventuras del barón Münchhausen", obra de Rudolf Erich Raspearchivo

Karl Friedrich Hieronymus, barón von Münchhausen, nació en Bodenwerder el 11 de mayo de 1720. De joven fue paje del generalísimo del Ejército de Rusia Anton Ulrich Herzog von Braunschweig-Wolfenbüttel, duque de Brunswick-Lüneburg. Se alistó en el ejército ruso, donde sirvió hasta el año 1750. Se enfrentó a las tropas turcas en 1740 y 1741. Contrajo matrimonio, en 1744, con Jacobine von Dunten. Al retirarse regresó a Bodenwerde, donde vivió hasta su muerte, el 22 de febrero de 1797.

Esta es la vida de este personaje que podía haber sido olvidado por la historia. Sin embargo, no fue así. Todo ello quedó inmortalizado en dos obras. La primera es “Historia de los maravillosos viajes y de las campañas de Rusia del barón de Münchhausen”, escrito por Rudolf Erich Raspe en 1785. El segundo, “Maravillosos viajes por tierra y por mar, guerra y divertidas aventuras del barón de Münchhausen” de Gottfried Bürger en 1786. Este segundo es una traducción al alemán, donde el autor reelaboró algunas partes.

¿Qué cosas extravagancias para la época contó? Se cuenta que salió de un pantano, donde había caído agarrándose él mismo sus propios cabellos y tirando hacia arriba con todas sus fuerzas; que durante una nevada ató el caballo a una especie de tronco de árbol que, a la mañana siguiente, cuando la nieve se licuó, resultó ser la aguja de un campanario; que paseaba por el espacio montado en balas de cañón, y que estuvo dos veces en la luna. De sus tres criados, uno oía crecer la hierba; el segundo, para no correr demasiado deprisa, tenía que atarse a los pies pesos muy considerables; el tercero movía ruedas de molino soplando con un solo lado de la nariz. Y otras innumerables y graciosas fantasías.

Una de las escenas, con telones pintados, de «Las aventuras del Barón Münchhausen», película dirigida por Terry Gilliam
Una de las escenas, con telones pintados, de «Las aventuras del Barón Münchhausen», película dirigida por Terry Gilliamlarazon

Pues bien, esta manera de actuar o sobreactuar dio nombre a un síndrome mental. ¿En que consiste? El Trastorno Facticio por Poderes se define así en la literatura científica, pero en la divulgativa es sinónimo y más comúnmente conocido como Síndrome de Münchhausen por poderes.

Este término, en referencia a la auto provocación de síntomas, fue introducido por el pediatra británico Roy Meadow y posteriormente desarrollado por el endocrinólogo Richard Asher en 1951 que describe el Síndrome de Münchhausen como “pacientes que presentan unas historias clínicas espectaculares, llenas de mentiras e invenciones, en un presumible intento de conseguir seguridad hospitalaria y atención médica”.

Al margen de lo pintoresco de este personaje, el síndrome de Münchhausen por poderes puede llegar a ser un cuadro extremadamente grave de maltrato, que puede llegar a generar graves secuelas en la víctima receptora de los supuestos cuidados e, inclusive, la muerte. El Münchhausen por poderes está descrito como un síndrome clínico, sí, pero es siempre una conducta delictiva.

El Barón Münchhausen
El Barón Münchhausenarchivo

Casos representativos de mujeres que han sufrido el síndrome de Münchhausen son las siguientes: Dee Dee Blanchard, Lacey Spears, Hope Ybarra, Lisa Hayden Johnson, Blanca Montano, Kathy Bush, Natalie Whyte, Taliah Drayak, Leslie Wilfred. Los animo a que busquen sus biografías por Google. Para conocer un poco más las extravagancias contadas por el barón de Münchhausen, leamos esta extraordinaria manera de cazar patos, que recogió Gottfried Bürger en su libro…

“Recuerdo que un día vi en un lago, a cuya orilla me había llevado una de mis excursiones, algunas docenas de patos silvestres, por demás diseminados para que esperara matar de un tiro más de un pájaro. Recordé entonces que tenía aún en el morral un pedazo de tocino, resto de las provisiones que había llevado a mi expedición. Até esta grasa a la traílla de mi perro, cuya cuerda deshice y prolongué enlazando sus cabos; me oculté luego entre los juncos de la orilla, lancé lejos el cebo y muy pronto tuve la satisfacción de ver cómo se acercó un pato y se lo tragó. Acudieron los otros detrás del primero, y como mediante la untuosidad del tocino, muy pronto el cebo atravesó el pato en toda su longitud, otro pato se lo tragó a su vez, después otro y otro después, y así sucesivamente. Al cabo de algunos instantes, mi resto de tocino había pasado por todos los patos sin separarse de la cuerda, habiéndolos ensartado a guisa de perlas. Con esto volví gozosamente a la orilla; me di cinco o seis vueltas al cuerpo con dicho rosario y enderecé hacia mi casa”.