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historia

Hilma af Klint, pionera del arte abstracto

¿Por qué permaneció en el olvido tanto tiempo? La respuesta radica tanto en lo personal como en unas pinturas adelantadas a su tiempo y en su espiritualidad

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En el imaginario del arte abstracto, nombres como Kazimir Malévich, Piet Mondrian o Vasili Kandinsky emergen de inmediato, asociados a formas geométricas, líneas simples y bloques de color. Sin embargo, pocos saben que, aunque coetáneos, la verdadera pionera del arte abstracto fue una artista sueca, Hilma af Klint. ¿Por qué su contribución permaneció en el olvido durante tanto tiempo? La respuesta radica tanto en las decisiones personales de af Klint como en las particularidades de sus pinturas adelantadas a su tiempo y con un fuerte carácter espiritual. Su obra fue enterrada —literal y simbólicamente— por la propia artista, quien pidió que no fuera exhibida al público hasta mínimo 20 años después de su muerte.

Nacida el 26 de octubre de 1862 en Solna, un municipio al norte de Estocolmo, af Klint fue una de las pocas mujeres admitidas en la Escuela Técnica Artística, luego en la academia de la pintora Kerstin Cardon y, finalmente, en la Real Academia de Bellas Artes de Estocolmo, licenciándose en 1887. La propia academia financió su primer estudio, ubicado en el barrio bohemio Kungsträdgården. Su formación inicial se enfocó en el retrato y el paisaje naturalista, los estilos predominantes de la época. Sin embargo, aunque vivió modestamente de estas pinturas figurativas, su verdadera pasión estaba reservada para un tipo de arte completamente distinto: un arte que no respondía a lo visible, sino a lo invisible.

Esoterismo y ocultismo

Este interés comenzó a desarrollarse en paralelo con el auge del esoterismo y el ocultismo en Europa a finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Movimientos como el espiritismo y el teosofismo ganaban seguidores, y la fascinación por lo místico se reflejaba también en el arte. Su amiga Anna Cassel estaba interesada en la teosofía fundada por Madame Blavatsky, junto a la filosofía rosacruciana de Christian Rosencreutz. Ambas se adhieren a la Sociedad Teosófica en 1889.

En 1896, af Klint fundó junto con Anna Cassel, Cornelia Cederberg, Sigrid Hedman y Mathilda Nilsson un grupo llamado «Las Cinco». Estas mujeres compartían un interés profundo por lo trascendental y lo místico. Se reunían semanalmente para meditar los viernes, leer textos espirituales como el Nuevo Testamento y participar en sesiones de espiritismo, donde la líder del grupo, Sigrid Hedman, entraba en trance e intentaba canalizar mensajes de las entidades espirituales que creían guiarla y que denominaban «los Maestros Altos» («Höga Mästare»). Durante estas sesiones, el resto de los miembros practicaban una técnica conocida como dibujo y escritura automática, permitiendo que su mano se moviera libremente bajo la influencia de estos espíritus. Para af Klint, estas experiencias eran mensajes del más allá que le demandaban que pintara lo que no podía ser visto con los ojos físicos. «Las pinturas se pintaron directamente a través de mí, sin bocetos preliminares y con gran intensidad. Yo no tenía ninguna idea de lo que representaban las imágenes: sin embargo, trabajé con rapidez y seguridad, sin cambiar de pincel», escribió. Durante una sesión, el ser elevado Amaliel le pidió que plasmara el mundo espiritual en sus cuadros.

En 1906, a los 44 años, af Klint comenzó su serie más ambiciosa y revolucionaria: «Las pinturas para el templo», un conjunto de 192 obras que combinaban formas geométricas, espirales, círculos y colores vibrantes, llenos de simbolismo espiritual. Estas composiciones abstractas no tenían precedentes en su tiempo, mucho antes de que el cubismo de Picasso o el futurismo de Marinetti comenzaran a desafiar las formas tradicionales del arte europeo. Muchas de sus obras presentan círculos, espirales, y otros elementos geométricos que parecen anticipar las abstracciones de artistas como Kandinsky, Mondrian o Malevich, aunque ella las creó sin influencias directas de sus contemporáneos. Su inspiración provenía del universo espiritual que intentaba plasmar, más que de las corrientes artísticas de la época.

A pesar de esta innovación, af Klint tomó la decisión de no exponer su trabajo abstracto en vida. Aunque algunas de sus pinturas fueron mostradas en círculos privados, como su grupo espiritualista o Rudolf Steiner (líder de la sociedad Teosófica alemana que visitó su estudio en Estocolmo), ella consideraba que el mundo no estaba preparado para entender su arte, y por ello, especificó en su testamento que estas pinturas no debían mostrarse al público hasta al menos 20 años después de su muerte.

Af Klint falleció en 1944, dejando un legado de más de 1.200 obras cuidadosamente catalogadas y almacenadas. Sin embargo, su arte fue desconocido hasta la primera exposición póstuma en 1986, 42 años después de su muerte. Actualmente, las pinturas de af Klint han sido objeto de exposiciones en prestigiosas instituciones como el Guggenheim de Bilbao, donde su trabajo sigue fascinando.