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Julián Casanova: "Cuando murió Franco nos quedamos en casa. Estábamos acojonados"

El historiador acaba de publicar 'Franco', una biografía del dictador pensada para este siglo y para las nuevas generaciones

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Julián Casanova saca pecho de sus orígenes en el Bajo Aragón: tierra de «olivos, almendros y aceite», enumera este historiador del siglo XXI, como la audiencia a la que dirige su nuevo libro, «Franco», editado por Crítica.

–Uno de cada cuatro jóvenes de 18 a 26 años prefiere un sistema autoritario a una democracia.

–Nadie les ha explicado que en una dictadura ves cadáveres por la calle, la tortura, que no tienes libertades, que el homosexual no existe y que no irían con el condón por todas partes. También ha calado que con Franco éramos más libres. En la era digital todo es posible. La ética del trabajo también ha desaparecido.

–¿Teme que las nuevas generaciones asuman que los derechos vienen dados de cuna?

Sí. Es un fenómeno universal en el que les dicen que el que no sea rico es porque no quiere. Hemos pasado de la democracia, de distribuir los impuestos para todos, a la aporofobia. La gente se piensa que los pobres tienen la culpa de todo. Me operaron en Estados Unidos y por cinco horas de hospital la factura era de 40.000 dólares. Hay que hacer pedagogía con eso, pero luego te llega Musk y cambia el mundo en cinco minutos.

Casanova, por su parte, no se cierra puertas si de hablar del pasado se trata. ¿Se va a sumar a Tik Tok? Ni confirma ni desmiente, pero sí aprovecha para definirse como «muy atrevido». ¿Su última «locura»? La de haber dado el «salto a las tablas» de la mano de Andrés Lima en «1936». No se le puede calificar de dramaturgo, ni mucho menos, aunque sí de ser partícipe de una de las producciones teatrales de la temporada. Su taller de tres horas fue un pasito más dentro de una pieza a la que se le ha echado en cara estar demasiado escorada hacia un lado.

–¿Los nacionales eran tan malos y los republicanos tan buenos?

–Hay una parte que puede ser cierta. Se refleja el mundo de vencedores y vencidos.

–¿Quién fue Franco?

–«Yo soy militar», decía él. No tuvo posibilidad de seguir la tradición de su familia porque la Armada entró en quiebra. Fue a infantería y África le marcó la vida. El africanismo le aportó la «brutalización» y la percepción de que a los políticos no les interesaba que se partieran el pecho por España. Da un golpe de Estado, termina siendo el Generalísimo y, a partir de 1939, es dictador durante 40 años.

–¿Y qué representa hoy?

–Para los historiadores es un personaje clave para entender la historia de España: ni es un criminal de guerra ni un santo; para las memorias, Franco divide: unos lo sufrieron y otros están encantados con él; y para la gestión pública es un problema. Los historiadores estamos en minoría porque estamos trabajando sobre sobre cosas que nos vienen grandes: da igual lo que digas porque la gente ya tiene su opinión. Con Meloni han saltado los acuerdos básicos sobre Mussolini y no sabemos qué pasará en Alemania o en Austria. La democracia era una cosa superior a la dictadura y se está difuminando. Los historiadores debatimos sobre Franco y la gente piensa que tener una opinión dispar es malo. Hay una negación del pensamiento analítico. No hay lecturas críticas.

–¿Por qué han desaparecido?

–La era digital lo está cambiando. No la hemos comprendido. Este libro tiene mucho de eso. Está cambiando la forma de explicar la Historia. Hay que salir de la torre de marfil. Y también está la división política: hay encabronamiento en todas las sociedades. Viví un año entero con Trump y he vivido en la Hungría de Orbán. He visto crecer la radicalización.

–¿Ve el techo de ello?

–No. Estados Unidos va a marcar todo. Ya no son solo Milei u Orbán, no son solo países periféricos. Está en el centro del mundo. De la misma forma que cuando nació el fascismo en Italia: hasta que no llegó a Alemania, la gente no se dio cuenta. Son semillas de preocupación.

–¿Hay similitudes entre aquella Europa y esta?

–Rimas, ecos. La ultraderecha o un partido bolchevique en los años 20 o 30 del siglo XX asaltaba el parlamento. Ahora, los partidos los utilizan. Nadie va a destruir el Parlamento. Trump va a hacer lo que quiera, pero no lo va a quemar.

–¿Trump, Milei, Meloni, Orbán... son fascistas?

–Mezclan el populismo clásico con elementos del fascismo. Hay una semilla racista, antidemocrática, excluyente, blanca... Trump es una forma nueva de elitismo racista, ultranacionalismo y, sobre todo, de saber que estás tocando los “eggs” a todo el mundo. El fascismo es un término para tomárselo en serio, por eso no abuso de él ni como insulto ni como concepto.

–¿Hay riesgo de banalización?

–Claro. Si quieres llamar fascista a una persona bolchevique lo estás usando mal. Puedes decir lo que quieras de ETA, pero fascistas no eran. Asesinos, sí. Puedes llamar a Hitler fascista o nazi, pero decir que era socialista por aquello del nacionalsocialismo es mostrar que estás perdido.

–¿Ha pasado eso mismo con Franco?

–Si la gente lee, no hay problema. Si ves a Franco como un club de futbol del que eres fan, hemos acabado. Pero si tienes interés en leer la historia de Europa e ir más allá de la opinión que te haya transmitido tu padre, entonces no corremos ningún peligro. El peligro está en no leer, no pensar, no atender a nadie. Armas para combatir a Franco no hubo muchas, para comprenderlo sí hay, muchas y pacificas.

–¿Franco es la cortina de humo del Gobierno?

–No lo creo. A mí generación nos han dicho que había un pacto de olvido desde el punto de vista político, pero los historiadores no dejamos de estudiar a Franco. En un momento en el que la gente dice que hay desmemoria lo normal es que un historiador quiera revisar el pasado de una figura que dirigió una dictadura de 40 años. Y revisar no es joder el pasado, es saber qué conocemos y ver cómo llevarlo a la era digital.

–¿Ha salido rana la Ley de Memoria Democrática?

–Debería estar consolidada. El Partido Popular la asumiría si no existiera Vox. Sin la radicalización se hubieran sacado las cunetas del debate político por dignidad. Hay gente que no ha encontrado a sus muertos, ¡joder! Una sociedad democrática debería hacer políticas de compensación moral. La ética debería de existir.

–Este 2025, el Gobierno celebra “50 años de libertad”. ¿España fue libre el 20 de noviembre de 1975?

–Si lo dice alguien, dímelo. La gente ni gritó ni destruyó las estatuas. Nos quedamos todos en casa. Estábamos acojonados. Ese es el origen, la primera pieza. Si no muere ahí, la Constitución no sale en el 78. Nadie iba a tumbar a Franco.