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Maeztu, vida y muerte por nuestro país

Inspirado en el jesuita Zacarías de Vizcarra, el escritor y teórico político articuló e impulsó la idea de «hispanidad» alrededor de la defensa del idioma español, el catolicismo y la monarquía
El pensador Ramiro de Maeztu
El pensador Ramiro de Maeztularazon
La Razón
  • Yoel Meilán

    Colaborador

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Dedicó su vida al estudio y la defensa de España, inspirando a todo el conservadurismo español de su época. Tanta fue su fama que en el 1936 fue fusilado por el Bando Republicano al ser considerado una gran amenaza a la revolución. Ramiro de Maetzu nace en 1874 en el seno de una familia acomodada poseedora de muchos negocios en Cuba. No obstante, a causa de la muerte de su padre, caería en la pobreza durante su adolescencia. Desde los 17 años se dedicó a trabajar en empleos precarios para ayudar a su familia mientras leía de forma obsesiva todo cuanto era capaz de encontrar. De naturaleza autodidacta, es seducido pronto por las ideas regeneracionistas y comienza a colaborar con todos los periódicos que le dejan escribir.
Su fama alcanza tal calibre que, cuando viaja a Madrid en 1897 pasa a formar parte del llamado «Grupo de los tres» junto con Azorín y Baroja –la flor y nata de la época–, dedicándose completamente a difundir la necesidad de un cambio para España. Alineado con Joaquín Costa y la Generación del 98, las reformas que proponía Maetzu en aquel momento consistían en «Escuela y Despensa», una mayor educación para la población y una economía saneada. No obstante, aquí Maetzu ya comenzaba a ser diferente y renovador.
Frente a la obsesión económica de sus compañeros, defendía también la necesidad de una reforma moral para España. Si se quería de verdad tener un país digno de admiración era necesario recalcar aquello que podía hacerlo grande, que no era la economía únicamente ni la imitación de Europa. Y es que, según su forma de verlo, «la española es una raza sobria, fuerte, fecunda y sana» que sólo tiene por mal sus líderes y su falta de amor propio. Tras muchos años de estudio publica «La crisis del Humanismo» (1916), en la que da por finalizada su etapa regeneracionista para dedicarse por completo a una nueva forma de entender España. Si bien desde 1919 frecuentó círculos tradicionalistas y conservadores, no era doctrinario, sino que pretendía reformar el conservadurismo. Su defensa no era hacia el inmovilismo o el retroceso, sino hacia un cambio esencial. España debía corregirse, pero no «a la europea» como defendían algunos, sino basándose en sus propias esencias para poder conectar con su verdadero destino.
Alrededor de la defensa del catolicismo, la monarquía y el idioma español, Maeztu, inspirado en el jesuita Zacarías de Vizcarra, articuló la idea de la «hispanidad». Según su forma de verlo, España no era sólo un pueblo o un país, sino una conexión cultural y espiritual que abarcaba también Hispanoamérica. Al contrario que muchos de sus compañeros conservadores que, a sazón de la época, defendían aspectos como la superioridad racial o el reaccionarismo, Maetzu abogaba por una comunidad hispana radicalmente diferente. España no era una construcción «racial, ni geográfica, sino espiritual», mucho más amplia que el territorio de la península y que incluía a todos los antiguos virreinatos como pueblos hermanos. Hasta tal punto tuvo éxito a la hora de difundir esta idea –junto con sus sucesores– que en la actualidad el 12 de octubre se llama «Día de la Hispanidad».
Y es que su pensamiento, difundido en sus últimos años a través de la revista «Acción Española», ayudó a consolidar una nueva forma de entender la esencia del país para los grupos conservadores. Ya no tanto como una herencia imperial o a través de una añoranza por lo antiguo, sino como un destino histórico. España no era su pasado, sino que bebía de él, en su esencia, para construir el futuro. Como el propio Maetzu identificó en el estudio de los mitos españoles en «Don Quijote, Don Juan y la Celestina» (1925), en el «ser» de España se encontraban presentes el arrojo y la añoranza. Sea a través del Quijote y sus andanzas o la redención de Don Juan, en la naturaleza de España estaba avanzar hacia el horizonte recordando siempre el hogar.
No obstante, su vida tuvo un final abrupto y no vio llegar esa hispanidad que ansiaba. La Guerra Civil le atrapó en Madrid y fue rápidamente detenido. El 29 de octubre de 1936 fue fusilado en Aravaca de forma sumaria junto con 32 presos más por ser una amenaza a la revolución. Y así murió Ramiro de Maetzu, de forma sorpresiva, con una vida dedicada a defender España y una muerte provocada por nunca dejar de hacerlo.

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