La mujer en el espacio: Houston, tenemos un problema de misoginia
El libro «Las astronautas olvidadas» rescata la historia silenciada de las 13 del Mercurio: habrían sido las primeras mujeres en viajar al espacio, en los años 60
Sin España no hubiese habido carrera espacial. Ahí tienen una buena dosis de «hispanocentrismo», o de «ego nacional», como prefieran. Nos suele gustar tan poco lo propio que desconocemos el papel crucial que ha jugado nuestro país en tantos momentos históricos. Y uno de ellos tiene que ver con la conquista del espacio por parte del hombre: sí, España ha tenido bastante que ver. ¿Por qué si no Eisenhower estaba tan interesado en visitarnos? Entre otros motivos (o intereses, como lo quieran llamar), el que fue presidente de los Estados Unidos entre 1953 y 1961 visitó nuestro país «y acabó con el bloque internacional que tenía España con Franco. Vino porque le interesaban unos terrenos de Robledo de Chavela, pues servían para la carrera espacial. Fíjate hasta qué punto las implicaciones, y sin embargo hemos vivido de los toreros y del folclore, no de este tipo de cosas», explica Javier Sierra, experto en este ámbito y, ante todo, fiel curioso del misterioso espacio exterior. Este municipio se encuentra en la Comunidad de Madrid y, según explica el Premio Planeta, sin su colaboración con la NASA «John Glenn no habría podido hablar con Houston, ni Neil Armstrong habría mantenido comunicación cuando llegó a la Luna en 1969». Esto se debe a que se necesitaban unas antenas que había que distribuirlas por todo el mundo, y se instalaron en Australia, Robledo de Chavela y California.
Apenas se valora la relación española con la NASA, pero no es esta la más sufrida en cuanto a olvidos. La historia que se lleva la corona por haber sido ignorada y minusvalorada es la que tiene que ver con las mujeres y el espacio. Al menos, en el terreno estadounidense. Que la primera mujer puesta en órbita fuese soviética no quiere decir que a EE. UU. no se les ocurriera antes este gran avance en términos de igualdad. En 1963, «la URSS pone a Valentina Tereshkova en órbita, y Estados Unidos queda en evidencia. Una vez más, porque el inicio de la carrera espacial fue siempre victorioso para los soviéticos, los americanos quedaron por detrás en la carrera», explica Sierra. Todo ello, a grandes rasgos, por una cuestión de machismo y misoginia, lo que se demuestra con la historia de las 13 del Mercurio. Así lo narra Martha Ackmann en «Las astronautas olvidadas. Trece americanas que debieron llegar al espacio» (Luciérnaga), volumen incluido en Ocultura –biblioteca dirigida por Javier Sierra–, y que arroja luz sobre la vida de unas mujeres a las que se les prohibió ser pioneras.
Se trata de un libro publicado en EE. UU. hace 20 años, y que hasta ahora no se había traducido al español. «Viene a llenar esa laguna de obras en español sobre la carrera espacial», apunta Sierra, añadiendo que «esta historia de las 13 del Mercurio, que es como se llamaban las candidatas astronautas estadounidenses que al final no salieron al espacio, es una de esas historias vergonzosas que la NASA no ha subrayado en estos años». Estas mujeres fueron reclutadas trece años antes que Tereshkova para una misión idéntica. Fueron adiestradas en secreto, preparadas para hacer historia, pero finalmente silenciadas e injustamente olvidadas. Una vez más, la mujer siendo apartada y la desigualdad siendo fomentada, sobre lo cual, advierte Sierra, «hay que entender las razones históricas, y este libro las explica muy bien».
Los astronautas que viajaban al espacio en la época de las misiones Apolo eran pilotos militares. Históricamente «ha habido una visión de la guerra y los ejércitos fundamentalmente masculina desde el Imperio Romano. También pasaba en los tercios de Flandes en España en el siglo XVII, donde las mujeres eran enfermeras o administrativas. Por tanto, el papel femenino en ese sentido se restringió en todas las épocas y lugares, no solo entre los americanos», advierte Sierra. Eran los años 50 y 60, y si en esa época las mujeres aún no iban a la guerra: ¿cómo iban a ir al espacio? «Tenían vedado el acceso a ser pilotos militares, y como no cumplían con esa exigencia básica, las 13 del Mercurio se quedaron fuera de la misión», explica el escritor. «Pero a la vez», continúa, «había una misoginia muy grande. Probablemente, la culpa de que el proyecto de estas mujeres fracasase hay que descansarla en John Glenn, que es el primer americano en el espacio y un héroe nacional». Pues bien, fue esta una de las figuras que se negó a poner una mujer en el espacio: demasiado lejos de sus casas. «Después de su vuelo espacial dijo que había un orden social en el que las mujeres no iban a la guerra, y por lo tanto entendía que tampoco al espacio. Eso hizo que se retrasase la entrada de mujeres en la carrera espacial hasta los 80».
Por supuesto, aquellas fueron mujeres trabajadoras, luchadoras, guerreras. Y no se quedaron cruzadas de brazos. De hecho, protestaron, y algunas llegaron incluso al Capitolio de Estados Unidos, donde dieron con el segundo gran responsable de esta injusticia: Lyndon B. Johnson. Era entonces vicepresidente, hasta escalar un puesto más tras el asesinato de Kennedy. «Johnson era un machista de categoría», avanza Sierra, «y las apartó, no las dejó avanzar». Todo ello se refleja en este libro, que puede tener una lectura tan admirativa como evocativa. Lo primero, por la gran capacidad «de resiliencia y aguante de estas mujeres, y también evocativa porque en un momento como este social, donde hay una reivindicación constante de los derechos de la mujer, remitirse a estas mujeres que lo tuvieron todo en contra y, pese a ello, lucharon, es muy inspirador. El lector verá que hemos avanzado mucho, y que ese camino hay que mantenerlo despejado de obstáculos a toda costa», dice Sierra.
Pero también hubo nombres masculinos que velaron por los derechos de las mujeres en la Tierra y el espacio. Y uno de ellos es William Lovelace, entonces jefe de Ciencias de Vida de la NASA y quien apostó por crear el programa de las 13 del Mercurio. Lo hizo de manera privada, con dinero privado, y los resultados fueron tan evidentes que rápidamente asustaron. De hecho, en los entrenamientos, estas mujeres demostraron estar a la altura de los hombres, «incluso superiores a ellos. Jerrie Cobb, que es la más famosa de las trece, en las pruebas físicas era superior a John Glenn», subraya Sierra. No obstante, a la hora de la verdad «la NASA miró a otro lado. Había esa visión masculinizada de que la mujer era más falible y que no podía estar al frente de estas responsabilidades. Afortunadamente, la historia ha demostrado que estábamos equivocados. Pero estos capítulos deben seguir recordándose. La conquista del espacio no puede ser ajena a la presencia de la mujer en el mismo», concluye el autor.
OPACIDAD ABSOLUTA
Conocemos poco de la relación española con la carrera espacial, así como de las historias de grandes mujeres astronautas. Pero, si debemos hablar de opacidad informativa, ahí tienen un gran protagonismo los cosmonautas. «Los soviéticos daban su nombre a las misiones una vez era un éxito», resalta Sierra, «resulta muy llamativo que de repente los EE. UU., en los años de carrera espacial, tengan casi una veintena de muertos, y que los soviéticos tan solo 4 o 5 reconocidos. Eso no se lo cree nadie». Pero esta estrategia del silencio también se extrapola a China, país del que no sabemos gran cosa. En este sentido, el autor anima a descubrir otro libro, también de la misma colección, y titulado «Historia oculta de la carrera espacial».
ASTRONAUTAS Y, POR QUÉ NO, «PAPISAS»
«Nunca como hasta ahora la mujer ha tenido acceso a tantas cosas», zanja Javier Sierra, quien anima a extrapolar la conquista de derechos en clave femenina a todos los ámbitos de la vida. Por ejemplo, menciona un terreno «que es más inmovilista de la ciencia o que la política, y que es la religión. Seguimos sin ver mujeres sacerdotes, no digamos ya una ‘‘papisa’’. En algún momento alguien tendrá que plantearse eso, ¿no?». Es cierto que suena a locura y disparate, pero la pregunta es la que siempre debemos hacernos en estos casos: ¿por qué no? «Hace falta esa revolución en todos los órdenes de la vida», apunta el escritor.