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Hallazgos arqueológicos

La muralla del desierto del Gobi

Un estudio analiza los kilómetros menos analizados de la segunda muralla más impresionante de China, un sistema defensivo emplazado entre dicho país y Mongolia

La investigación incluye excavación y prospección en superficie Land

Con el progreso de sedentarización humano que, aunque se desarrollase ya entre algunas sociedades paleolíticas, se consolidó a partir del Neolítico conforme los hábitos y necesidades derivadas de las nuevas prácticas económicas, surgió la necesidad de su protección. Así nació la primera muralla conocida: la de Jericó, puesto que sus primigenios habitantes, pertenecientes a la cultura natufiense, circundaron la urbe hace más de diez mil años con muros de más de cinco metros de alto y dos de grosor. Desde esta primera experiencia contamos con notabilísimos ejemplos por su factualidad o leyendas asociadas, como los muros de Troya, construidos por los dioses e impenetrables para sus enemigos salvo aquellos dotados de un caballo de madera y los descomunales de Babilonia según la descripción de Herodoto y cuya puerta de Ishtar hoy se puede contemplar en Berlín, por no mencionar los muros aurelianos de Roma, los teodosianos de Constantinopla además de otros muchos magníficos recintos amurallados urbanos de la antigüedad, el medievo y la modernidad como los excelentemente preservados de Lugo, Ávila o Ciudad Rodrigo en España.

Asimismo, pronto se observan grandes sistemas defensivos fortificados, como el Muro Amorreo, creado por los sumerios en el tercer milenio antes de nuestra era para defenderse de estas peligrosas poblaciones nómadas; el de Adriano que separaba la provincia romana Britania de, primero, los caledonios y luego los pictos; la Muralla de Offa, levantada por el rey epónimo de Mercia para aislar a las poblaciones romanocélticas de Gales y Cornualles de los reinos anglosajones; la increíble e inútil línea Maginot francesa, erigida en los años 20 y 30 del siglo XX para salvaguardar a Francia de Alemania; el afamado Muro de Berlín, símbolo de la Guerra Fría, e incluso en el presente, por citar un ejemplo, el muro que separa EEUU de México. Sin embargo, no hay ningún recinto defensivo más célebre en el mundo entero que la Gran Muralla China que, a través de sus más de veinte mil kilómetros de trazado desde Manchuria a Mongolia, originalmente fue erigida para proteger este territorio de los hostiles nómadas xiongnu. El primer emperador chino Qin Shi Huang unificó en el siglo III a.C. diversos trazados construidos por otros dinastas previos, algunos de los cuales tenían cientos de años de antigüedad, para crear un sistema complejo que continuó creciendo y desarrollándose hasta el siglo XVII de nuestra era. La Gran Muralla no fue la única fortificación china. Sobre un sistema defensivo emplazado en el desierto mongol del Gobi discurre el reciente «Exploring the Gobi Wall: Archaeology of a Large‑Scale Medieval Frontier System in the Mongolian Desert», una investigación internacional y colectiva encabezada por Dan Golan, profesor de la Universidad Hebrea de Jerusalén, y publicada en «Land».

Este atractivo estudio es fruto de «The Wall», un ambicioso proyecto de investigación interdisciplinar financiado por el European Research Council «que combina la investigación arqueológica, histórica y paleoclimática» de este sistema defensivo extendido de más de tres mil kilómetros entre China y Mongolia, además de una pequeña porción por Rusia, «para entender su contexto, ambiciones y administración». Este artículo específico se centra en los 321 kilómetros de su trazado menos estudiados y conocidos, los que discurren por Mongolia y denominados por esta investigación como el Muro del Gobi que, según la investigación, fue erigido y mantenido por la dinastía Xi Xia (1038–1227 d.C.) hasta su erradicación por un, para entonces, paradójicamente fallecido Gengis Kan.

La ingeniería

En esta investigación de arqueología del paisaje, donde se aúnan el análisis geoespacial propio del trabajo de biblioteca con las nuevas tecnologías, la prospección en superficie y la excavación arqueológica, se apunta como «la construcción del Muro del Gobi exhibe una sofisticada ingeniería adaptada a la geografía local y a los recursos disponibles» aprovechando los desniveles del terreno para facilitar su creación pero evitando las dunas por su inestabilidad, haciendo uso de piedra, madera y tierra para erigir tanto rampas como secciones recubiertas de piedra. Además, y esto es interesantísimo, corriendo paralelo a una serie de acuíferos, fundamentales tanto para su creación como para el abastecimiento de su tropa. No en vano, a lo largo de su recorrido se encuentran numerosos fortines que, como se subraya, no han de verse como espacios militares temporales sino como asentamientos permanentes ocupados por hombres y mujeres soldados, siervos y criminales a los que se les dio una segunda oportunidad. En consecuencia, con respecto a su funcionalidad, y dejando aparte su obvio rol defensivo, se trasluce un «sistema complejo» donde se conjugaba el control del territorio propio con su administración y la vigilancia de los contactos transfronterizos comerciales, congruente con los textos contemporáneos que apuntaban a la existencia de enclaves fijos diplomáticos y comerciales por donde, además, según afirman las leyes Xi Xia, también eran acogidos desertores enemigos acogidos como refugiados, demostrando ser, como se recalca, un bien activo de la compleja geopolítica del período.