La violación que provocó la pérdida de las Españas
El asalto de Rodrigo a "La Cava", a orillas del Tajo, provocó que Don Julián llamara a los musulmanes en su ayuda
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«Folgaba el Rey Rodrigo / con la hermosa Cava en la ribera / del Tajo, sin testigo; el río sacó fuera / el pecho, y le habló desta manera: / “En mal punto te goces, / injusto forzador; que ya el sonido / oyo, ya y las voces, / las armas y el bramido / de Marte, de furor y ardor ceñido”». Así comienza la «Profecía del Tajo», Oda VII de Fray Luis de León, en la que el río simbólico de la monarquía goda se dirige con pesar a Don Rodrigo reprochándole la violación de Florinda y advirtiéndole del desastre que su terrible acción comportará para su reino. Según la leyenda, Florinda, apodada «La Cava», era la hija del gobernador de Ceuta, el conde Don Julián, quien, indignado por la violación de su hija, llamó a las huestes musulmanas en su ayuda. Este episodio nos recuerda que a menudo los cambios de régimen, en la mitología política del mundo antiguo, tenían que ver con episodios de agresión sexual: pensemos, por ejemplo, en la violación de Lucrecia, que precipita el paso de la monarquía a la república en la antigua Roma; el tiranicidio que crea la democracia ateniense, provocado por el acoso del tirano Hiparco a Harmodio; o el magnicidio de Filipo II, padre de Alejandro Magno, que habría sido consecuencia de la venganza de un paje violado. La historia política muchas veces tiene que ver con este tipo de episodios, al menos, en la leyenda. En el caso visigodo, tenemos incluso, en la geografía mítica hispánica, el lugar donde tuvo lugar aquel episodio.
A orillas del Tajo, en Toledo, una ominosa torre se erige como mudo símbolo de aquella violación que conllevó a la postre la pérdida de las Españas. El tópico mítico e historiográfico se volvía a repetir después de tres siglos, cuando comenzó el proceso conocido popularmente como las invasiones bárbaras que llevaron a que los romanos perdieran sus hispanias. Esta vez, un episodio de violencia sexual mitologizado, e incluso romantizado, hacía que fueran los musulmanes los que irrumpieran en la península ibérica tomando el testigo arquetípico de los germanos. Los paisajes de la leyenda y de la historia de la invasión de los árabes de Muza en Hispania abarcan varios ríos, desde el Guadalete y el Guadalquivir hasta el Tajo, que fueron escenario de la veloz guerra relámpago que supuso la catástrofe del reino de los godos. Sigue el poema de Fray Luis: «Ya dende Cádiz llama / el injuriado Conde, a la venganza / atento y no a la fama, / la bárbara pujanza, / en quien para tu daño no hay tardanza». No en vano, el conde será el arquetipo del traidor, el que entrega España a las tropas invasoras que llegan de allende el Estrecho: «Oye que al cielo toca / con temeroso son la trompa fiera, / que en África convoca / el moro a la bandera / que al aire desplegada va ligera».
Pero el epicentro de la leyenda, como no podía ser de otra manera, estaba en Toledo. Pronto cundió la historia de la triste suerte de la hija del conde Don Julián, acaso un gobernador bizantino del Estrecho que quiso mediar en la disputa dinástica entre las élites –una de tantas– por el trono visigodo apoyando a los hijos de Witiza. El episodio fue recreado por poetas, dramaturgos y también cronistas que quisieron convertir el mito en historia, como tantas veces.
Pero aquí nos interesa sobre todo el lugar de la leyenda, que la tradición popular ha querido situar en el Torreón del Baño de la Cava. Esa torre que se alza junto al río, y que casi parece resonar con las palabras de Fray Luis de León en sus famosos versos, recuerda el esplendor del Toledo no solo visigótico sino también, posteriormente, árabe y cristiano en el Medievo, que hizo de la ciudad el centro indiscutible de la cultura europea gracias a la escuela de traductores, adonde acudían eruditos de toda Europa a buscar las obras emblemáticas de la tradición clásica y oriental. Se sabe que esa torre no es goda sino de origen árabe y que era la cabecera de un embarcadero que data de antes de la construcción del Puente de San Martín (siglo XIV). Pero quiere la leyenda que ahí fuera donde «La Cava» bajaba cada día a bañarse al Tajo, cuando fue asaltada por Rodrigo: hoy es un rincón encantador de la ciudad. Desde ahí al Guadalquivir se extenderá el eco de la tragedia personal y nacional, según va concluyendo el poema profético de Fray Luis: «Y tú, Betis divino,/ de sangre ajena y tuya amancillado, / darás al mar vecino / ¡cuánto yelmo quebrado, / cuánto cuerpo de nobles destrozado!».