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Victoria aliada
'Operación Biting': el emocionante salto en paracaídas que cambió el rumbo de la IIGM
Max Hastings narra la historia de una de las misiones británicas más increíbles y probablemente la más exitosa de la contienda europea

A finales del año 2021, se publicaba un estudio, por parte de un gran historiador inglés, sobre un episodio heroico de las tropas aliadas con Alemania en 1943, «Operación Castigo. Objetivo: las presas del Rhur, 1943». Lo firmaba Max Hastings, capaz también de otros hitos bibliográficos como «La guerra de Vietnam. Una tragedia épica, 1945-1975».
Nacido en Londres en 1945, este periodista de prensa escrita y de la BBC con experiencias en más de sesenta países ha publicado más de veinte obras que rondan las ochocientas páginas cada una: por ejemplo, en «La guerra secreta. Espías, códigos y guerrillas, 1939-1945», contó la historia de los servicios secretos, las operaciones especiales y las guerrillas; en «Némesis. La derrota del Japón 1944-1945», recogía testimonios de los supervivientes; en «Armagedón. La derrota de Alemania 1944-1945», narró la historia de la última gran campaña de la Segunda Guerra Mundial: la batalla por la conquista de Alemania; en «1914. El año de la catástrofe», retrató una Europa que creyó iniciar «la guerra para acabar con todas las guerras»; en «La guerra de Churchill. La historia ignorada de la segunda guerra mundial», abordó la trayectoria en plena contienda armada del famoso primer ministro inglés...
Mientras la IIGM se libraba en tierra, mar y aire, otro conflicto se desarrollaba lejos del campo de batalla: la guerra electrónica
No satisfecho con este arsenal de investigaciones, en épocas recientes el mismo autor volvió a contar una epopeya militar que ha pasado a formar parte de la leyenda nacional británica. Así las cosas, en «Operación Castigo», el autor se refirió a cómo, en marzo de 1943 se formó un escuadrón de forma altamente secreta para la misión de romper las represas del Ruhr, el río de Alemania que discurre por el oeste del país. Mostró en aquel momento la actuación de unos jóvenes aviadores que llevaron a cabo una proeza: atacar las presas de Hitler, al ser blancos industriales de primer nivel, con una bomba novedosa tecnológicamente hablando.

Un poco más adelante, Hastings recurrió al mismo contexto en «Operación Pedestal. La flota que luchó en Malta, 1942», que tal vez es el que tiene más dimensión personal de toda su extraordinaria andadura, pues en él reconocía al principio: «Este libro representa un viaje emocional desde mi propia infancia: desde el día en que, en el internado, me emocioné por vez primera con la forma en que Richard Todd interpretaba el papel de Gibson a los veinticuatro años, cuando encabezó, en aquella fatídica noche de mayo, el Escuadrón 617». Abordaba en aquel trabajo la liberación de Europa por parte de las Fuerzas Aliadas, pero lo hacía desplazando la acción a una pequeña isla del Mediterráneo que fue clave para el conflicto bélico de entonces.
Ahora, con «Operación Biting. El asalto en paracaídas contra el radar de Hitler, 1942» (traducción de Gonzalo García), conduce al lector a la noche del 27 al 28 de febrero de 1942, en los acantilados helados de Bruneval, Normandía; entonces, un pequeño grupo de soldados británicos llevó a cabo una operación que parecía sacada de una novela de espionaje: robar, pieza a pieza, el radar nazi más sofisticado hasta la fecha y regresar con él a Inglaterra. Así, Hastings reconstruye el origen, planificación y ejecución de una operación que no sólo logró su objetivo táctico, sino que reforzó la moral británica tras una larga racha de derrotas y marcó un antes y un después en la guerra electrónica. En sus páginas, el autor combina análisis estratégico con el retrato de sus protagonistas: científicos, paracaidistas, ingenieros, espías y pilotos, todos implicados en una misión donde la inteligencia técnica y el riesgo humano se cruzaron como pocas veces en la historia militar moderna.
La RAF descubrió que los alemanes habían desplegado un radar demasiado preciso (Würzburg)
El contexto era el siguiente: mientras la Segunda Guerra Mundial se libraba en tierra, mar y aire, otro conflicto se desarrollaba lejos del campo de batalla: la guerra electrónica. En 1942, los radares eran ya decisivos para detectar aviones enemigos y coordinar la defensa aérea. Pero la RAF británica descubrió que los alemanes habían desplegado un nuevo sistema, conocido como Würzburg, en la costa norte de Francia. Este radar podía guiar con precisión la artillería antiaérea y amenazaba con desestabilizar la ventaja aliada en el Canal de la Mancha. La detección de esta red fue posible gracias al físico Reginald V. Jones, entonces director asistente de inteligencia científica del Ministerio del Aire, y al que Hastings dedica buena parte del inicio del libro.
Formado en Oxford, Jones analizó imágenes aéreas, señales interceptadas y testimonios de la Résistance para identificar la ubicación exacta de los radares. Junto a su equipo, concluyó que no bastaba con observar: era necesario capturar físicamente uno de esos aparatos para estudiarlo y neutralizarlo. Así nació la llamada Operación Biting. La idea era lanzar paracaidistas sobre Bruneval, donde se había detectado una instalación Würzburg, desmontar sus componentes esenciales, enfrentarse a las tropas alemanas en tierra y huir por mar antes de que la Luftwaffe reaccionara. Todo debía hacerse en apenas tres horas, durante una noche de invierno, con una fuerza reducida y poco margen para el error. El mando de la operación recayó en Lord Louis Mountbatten, líder de Operaciones Combinadas, y en el general Frederick Browning, impulsor de las nuevas fuerzas aerotransportadas británicas. El destacamento elegido fue la Compañía C del 2º Batallón de Paracaidistas, liderado por el mayor John Frost, y la fuerza naval encargada de la extracción partió desde Portsmouth bajo el mando del comandante Fred Cook.
Capturar uno de aquellos aparatos para analizarlo se convirtió en una misión fundamental
Hastings reconstruye con precisión cada etapa: desde los entrenamientos en suelo británico hasta la noche del salto. Los soldados, la mayoría escoceses y sin experiencia en combate real, fueron informados del verdadero objetivo apenas unos días antes. Aun así, cumplieron su misión con disciplina y eficacia, y lograron desmontar componentes clave del radar −incluida la antena parabólica y los módulos internos− bajo fuego enemigo y escapar en barcazas que apenas llegaron a tiempo. En este sentido, uno de los elementos más destacados del libro es su galería de personajes, pues Hastings no sólo describe el contexto militar, sino que da protagonismo a individuos concretos. Entre ellos, Charles Cox, el sargento de aviación que desmontó el radar a golpe de destornillador y palanca; Tony Hill, el piloto de la RAF que arriesgó su vida para fotografiar Bruneval desde un Spitfire a baja altitud; o el coronel Rémy (nombre en clave de Gilbert Renault), agente de la Francia Libre que facilitó información clave sobre el emplazamiento.
Sin embargo, también hay espacio para las sombras. Hastings no elude las tensiones entre servicios, los errores de cálculo durante el salto −muchos paracaidistas aterrizaron lejos del objetivo− y el retraso de la flotilla naval en la playa, que casi pone en peligro la evacuación. A pesar de ello, la operación fue un éxito, ya que capturaron el radar, obtuvieron prisioneros alemanes, y regresaron con vida y sin bajas graves. La moral aliada, en resolución, se disparó y la operación fue publicitada como ejemplo de audacia británica. Es más, la importancia de semejante operación no radicó sólo en el robo del radar, sino en lo que significó: la primera acción exitosa de una unidad aerotransportada británica, un golpe de efecto propagandístico en un momento de debilidad, y una pieza clave en la guerra electrónica.
Hastings analiza cómo se estudió el radar capturado, qué aportes ofreció a los científicos británicos y cómo influyó en las contramedidas electrónicas desarrolladas en Bletchley Park y otras bases secretas; aporta documentos inéditos, transcripciones de informes oficiales, memorandos internos y extractos de cartas personales. Todo para mostrar, con todo lujo de detalles, lo que fue una operación que, en comparación con otras, fue limitada, dado que fueron apenas 120 hombres en una playa francesa durante tres horas, sobre todo en contraste con otros libros que inundan las librerías alrededor del Día D, Stalingrado o Normandía. Hastings, por otro lado, no cae en la glorificación y presenta los hechos con sobriedad, resalta los aciertos sin ocultar las dudas, y muestra que la guerra no se gana solo con grandes batallas, sino también con inteligencia, iniciativa y coordinación. Como dice él mismo en el prólogo, esta fue una «pequeña gran victoria», protagonizada por personas corrientes enfrentadas a desafíos extraordinarios. Con este libro, les devuelve su lugar en la historia.
Un conflicto invisible
El autor empieza su libro advirtiendo que hubo otra guerra en paralelo a la que los soldados libraban en los campos de batalla de la Segunda Guerra Mundial; un «conflicto invisible entre los servicios de inteligencia enfrentados, las armadas, las fuerzas aéreas y los científicos, con el afán de adelantarse en una competición electrónica que cada vez influía más en la definición de los resultados, sobre todo en el aire y en el mar». Cabe decir, de todo modos, en
en la Gran Guerra anterior, también existió la intercepción de los mensajes de radio, lo cual había tenido «un papel significado en la lucha naval anglo-alemana», si bien hasta la segunda contienda global «no se dispuso de una tecnología que permitía que los beligerantes situaran a los enemigos aun estando estos fuera del alcance del ojo desnudo o de los telescopios. Los buques de guerra empezaron a contar con medios para localizar las amenazas, tanto en superficie como submarinas. Los barones del aire, la fuerza de bombarderos, también vieron reforzado su poder con ayudas a la navegación y los dispositivos de puntería».
- 'Operación Biting. El asalto en paracaídas contra el radar de Hitler, 1942' (Crítica), de Max Hasting, 352 páginas, 29,90 euros.
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