A. M. Homes, en el corazón de la familia estadounidense
La escritora, famosa por su mirada a la perversidad oculta del hombre corriente, se asoma a la política americana
Madrid Creada:
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No es quizás el mejor libro de A. M. Homes, escritora americana y autora de cuentos y novelas como «Música para corazones incendiados», «El fin de Alice» o «La hija de la amante», aunque sí mantiene el brillo de aquello por lo cual siempre ha llamado la atención: por retratar el alma depravada, algo retorcida, de la vida cotidiana de los estadounidenses, más allá de que la trama general, en este caso, tenga mucho más de sátira política sobre los tiempos actuales que un descenso a los infiernos del deseo y el equívoco.
En « La revelación», Homes se entromete escandalosamente en la historia reciente de EEUU. Más exactamente, en un día de noviembre de 2008, cuando Barack Obama gana las elecciones y se convierte en el primer presidente negro del país. Ese mismo día, como entre los republicanos hay miedo y desazón por que lo que pueda suceder, algunos de los donantes millonarios del partido deciden actuar, especialmente uno al que se conoce como el Pez Gordo.
Más allá del tono satírico que a partir de entonces se instala en la novela, con referencias constantes a la política de hace dieciséis años, Homes sigue con ojo avizor la estela de el Pez Gordo, personaje paranoico y conspiranoico que, mientras organiza reuniones a las que asisten otros millonarios más un militar y un juez, su vida familiar se hunde en un verdadero desastre: su mujer es alcohólica y su hija adolescente, que ha estudiado en un colegio elitista y está a punto de empezar la universidad, no deja de cuestionar a su padre por la vida que le ha dado. Una vida que no resulta no tan idílica como, aparentemente, debía ser.
Novela algo pretenciosa en el sentido de que se propone dar cuenta de una trama política que por momentos parece no llevar a ningún sitio, el acierto de A. M. Homes, sin embargo, es haberse entrometido en el rico corazón de una familia americana para mostrar que, incluso en las mejores y supuestas familias, o tal vez más en ellas que en otras, siempre hay lugar para el absurdo o, lo que es lo mismo, la perversión.