Houellebecq inyecta nicotina al Festival de San Sebastián
El polémico escritor presenta en el certamen "Thalasso", una comedia en la que perora contra la sociedad del bienestar y la decadencia de Occidente
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El polémico escritor presenta en el certamen "Thalasso", una comedia en la que perora contra la sociedad del bienestar y la decadencia de Occidente
Se rumorea que, un día después de que la pequeña Greta Thunberg clamara en la ONU contra la “extinción climática masiva”, Michel Houellebecq, tan pancho, tomó prestado de un amigo un jet privado para volar de París a San Sebastián sin dejar de fumar un solo segundo del trayecto.
En “Serotonina”, el escritor aboga por “quedarse tranquilo en un rincón, esperando el envejecimiento y la muerte, que terminarán solucionando el asunto”. En el rincón de Houellebecq hay, por supuesto, cigarros y vino en cantidades industriales. Y no le gusta abandonarlo por mucho tiempo. Ayer, no obstante, apareció en el pase de público en lo alto del Kursaal para presentar “Thalasso”. Se encendieron las luces y recibió una ovación pre-proyección y otra post. Quien esto escribe no puede garantizar que, en la hora y media que dura el filme, un gozoso repunte cómico para la Sección Oficial en el que el autor hace básicamente de si mismo, el autor de “El mapa y el territorio” se mantuviera en este espacio libre de humos.
Lo que sí está claro es que, a la hora de vérselas con los periodistas, se borró del mapa y del territorio: “Nunca da ruedas de prensa”, alegó el Festival. Algunos afortunados de la profesión pudieron estrechar su mano (todo hueso) en la terraza del hotel María Cristina, esa mano que otro compañero describió como “llena de nicotina y de rencor por el mundo moderno”.
“Thalasso” es “La montaña mágica” filtrada por la mala baba y el escepticismo antimoderno del escritor francés que deambula por los círculos infernales de un enorme complejo balneario: desde la criogenización a la talasoterapia, del baño de nitrógeno a masajes de todo tipo. Un lugar donde las prohibiciones son copiosas: ni tabaco, ni vino, ni más de dos personas en la misma habitación, ni carnes magras ni grasas ni etc etc etc. La cultura extrema del bienestar como síntoma de esa decadencia occidental que Houellebecq ve en todo. “Sin nicotina no se puede hacer nada”, asegura.
Llegado un punto del filme de Guillaume Nicloux, Houellebecq encuentra un aliado natural en el complejo: Gerard Depardieu. “Ustedes dos son la vergüenza de Francia, la vergüenza integral”, les dice un cliente. Ambos departen sobre Dios, ciclismo, mujeres, amor y muerte... Y hasta de la presidencia de Francia a la que “aspira” el escritor. Como si fueran ellos mismo, ocultos, pero no mucho, en la ficción, jugando a reírse de sí mismos, del estereotipo de cada uno y, al mismo tiempo, de la sociedad buenista y decadente resumida cual “imago mundi” en esa “montaña mágica” en las costas proustianas de Cabourg.
“Thalasso” es anárquica y anarquista, surrealista a ratos (con un curioso cameo de Stallone), excéntrica por supuesto y muy disfrutable de la mano de un escritor capaz de aunar sorprendentemente la cara de palo de un Buster Keaton con la torpe movilidad y el aire pre-moderno de Jacques Tati y que es, además, el perfecto Flaco para ese Gordo gruñón de Depardieu. Estos dos titanes, la “vergüenza integral” de Francia. Lo importante es que San Sebastián por fin se echó unas risas. ¿Habrá Concha de Plata para Houellebecq?