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Irene G. Punto: «Me interesan el humor, el doble sentido, lo urbano y lo gamberro»

Es el tercer poemario de la autora «para reírse con la vida, no de ella», un punto ácido y lleno de buenas vibraciones.
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«Carrete velado» es una historia de amor entre Poesía y Fotografía en la que el lector lee, mira y, si quiere, participa.
«Es, esencialmente, una mirada a la vida, la suya propia, un “selfie” poético pero sin su rostro, en situación de desvelo vital, en situación de diafragma de luz obturada por un exceso, tal vez, de lágrimas» dice Luis Eduardo Aute, prologuista de «Carrete velado» (Aguilar), tercer poemario de Irene G. Punto. Periodista y poeta, forma parte de este nuevo fenómeno poético entre los jóvenes que arrasa en las redes y en muchos locales de España y cuyas cifras de ventas alcanzan tiradas impensables para la poesía. Presentado de forma novedosa, permite al lector interactuar con el libro y con su autora a través de una original relación entre Poesía y Fotografía. Éste es su tercer poemario, tras «Micropoesía, Macrocorazón y Mercromina» (2013) y «Punterías» (2014). Además de los microvídeos que cuelga a diario en la red.
–Abre su libro y... ¿qué aparece?
–Una especie de trampantojo, pero en negativo, el de un carrete. Y a partir de ahí comienza una experiencia, descubrir qué hay dentro de cada carrete velado. Una ensoñación que esconde una historia de amor entre Poesía y Fotografía. Poesía veló todos los carretes de la historia porque se había enamorado de una fotografía y lo hacía para quedarse con ella.
–¿Cómo lo ha organizado?
–Di tres poemas a catorce fotógrafos y les conté la historia para trabajar en la misma dirección. El lector, al desvelar un carrete, descubre que pegada a cada foto hay una poesía, la que lo había velado. Con esa intrahistoria de amor parte el poemario. Me interesa la fotografía y lo que iba a ser la justificación de la historia acabó atrapando todo el poemario.
–Poesía y Fotografía son dos personajes.
–Dos amantes que velan su amor en cada carrete para siempre.
–¿Cómo hay que leerlo?
–Dándole tiempo, curiosidad y reflexión. Al principio encontramos cada poema con una foto. Después, sólo poesía. Comienza aquí un juego interactivo con los lectores con el hashtag #desvelo. Se les invita a hacer fotos a poemas que les gusten y a mandárnoslas. Las redes están siendo un altavoz para la poesía y pensamos cómo integrarlas sin dañar lo poético, pero el libro puede envejecer sin esto.
–Para Aute es un «selfie» poético.
–Los fotógrafos se han guiado por la cara de la poesía. Son palabras, pero si nos la imaginamos como una cara es como hacerse su propia fotografía. Hay poemas que son retratos y fotos que destilan poesía.
–¿Han perdido el romanticismo las fotos?
–Yo hablo de la fotografía analógica y recupero ese romanticismo. Con una buena máquina digital cualquiera es fotógrafo, pero lo analógico conlleva un trabajo artesanal, se ve al autor. Yo intento recuperarlo porque creo que tiene mucho de poesía por lo que necesita de espera y de interiorización.
–¿Es menos encorsetada que la prosa?
–Es más libre e imaginativa. Los límites de la poesía los pone el lector. La prosa necesita una estructura, personajes, descripciones... que en parte la limitan, pero si dejas que un poema te toque puedes llegar a donde quieras, no tiene límites.
–¿Cómo definiría su poesía?
–Yo digo que es para reírse con la vida –no de ella–. Me interesan el humor, la ironía, el doble sentido, lo urbano, lo gamberro y en todas ellas que haya reflexión.
–Decir mucho con poco.
–Si puedo quitar una palabra y sigue funcionado, la quito. Me interesa lo micro, condensar. Mi reto es «menos es más». Hay una de tres palabras que impacta: «Duele, luego existo». Lo lees y, todo lo que duele está: amor, desamor, una amistad traicionada...
–¿Es más difícil?
–Sí, en corto hay que sintetizar mucho. Es más fácil jugártela en una poesía larga que en una corta y conectar. Lo difícil es conectar con el corazón del lector con pocas palabrasy remover, ese es su valor.
–¿Cuáles son sus referencia?
–Las «glorerías» de Gloria Fuertes. Después descubrí las greguerías de Gómez de la Serna y los aforismos. Benjamín Prado, los aerolitos de Carlos Edmundo de Ory, los «poemigas» de Aute... Y coetánea mía, Ajo, una micropoetisa que me marcó. Es muy ácida y su directo me revoluciona.
–¿Qué me dice de este renacer poético entre los jóvenes?
–Se está hablando de generación. Tiradas como nunca. Recitales poéticos abarrotados de jóvenes. Las redes ayudan, pero hay una generación que entendemos la poesía desde otro lado, la hemos bajado a tierra y descontextualizado de su elitismo. Una puesta en escena alejada de la idea clásica y aburrida. Esto está molestando a poetas clásicos. Dicen que no es poesía, pero ¿quién juzga esto? Parece que, por definición, tiene que ser minoritaria y maldita. Nosotros hemos conectado con público joven –de 16 a 20 años– que nos está pidiendo algo.
–¿Qué?
–Presuponemos que son una generación que van muy rápido y de repente nos han dado una bofetada a todos pidiendo reflexión, que paremos. No son tan superficiales como parece. A muchos los tienes un sábado en El Aleatorio escuchando cinco horas de poesía y eso no es casualidad. Lectores captados que de mayores llegarán a Lorca y Machado. Nuestra poesía es un camino hacia ellos.