Isabel Coixet, en riesgo de exclusión en Berlín
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Una chica rarita esta Coixet. La típica que en la escuela, escondiéndose bajo un flequillo abundante y gafas de pasta, intenta pasar desapercibida y, sin quererlo, acaba metida en problemas. A Coixet, que creíamos tan quebradiza, tan naif, le hemos ido viendo el caracter a medida que le surgían las piedras en el camino. Se puede decir que la suya es una carrera contra la exclusión. Se hizo cineasta, directora, en un contexto menos favorable que el de ahora para la mujer; le dio el avenate de rodar en inglés, en Estados Unidos, con dos duros, una cosa «indie» cuando en España nadie sabía pronunciar la palabra «indie»; lloraba cuando otros reían, reía cuando otros lloraban; y, sin beberlo ni comerlo, se vió excluida de su casa, de su tierra. Sacar al perro por Barcelona se convirtió en deporte de riesgo solo porque se manifestó en contra del «mainstream» catalán, a favor de la lengua española. «Váyase de aquí», le gritaron. «Me siento como en esa película en la que están en un supermercado y afuera hay mucha niebla y muchos zombies», explicó el año pasado en San Sebastián. Pues eso, una chica rarita en constante riesgo de exclusión. Ahora, la mujer del flequillo abundante y las gafas de pasta, moderna antes de que los modernos se pusieran de moda, se ha visto envuelta en la polémica por antonomasia del cine mundial de tres años a esta parte: Netflix, oh, Netflix... Resulta que Coixet ha cometido el pecado de confraternizar con la única productora que le daba el dinero suficiente (hoy que tanto escasea para según qué proyectos) para hacer una película en blanco y negro sobre dos mujeres que a principios del siglo XX engañaron a un pueblo gallego y su párroco para casarse haciéndose pasar por marido y esposa. Y seguimos hablando de exclusión... Pues bien, coincidiendo con la presentación del filme en la Berlinale, hasta 160 salas de cine de Alemania han elevado una queja al director del festival, Dieter Kosslick, y al Ministerio germánico de Cultura para que excluyan de la competición oficial esta cinta debido a que solo se exhibirá en cines españoles antes de dar el paso a la plataforma de «streaming». «Puedo entender las razones de quienes consideran a Netflix una amenaza, pero no puedo compartir que, en nombre de la cultura, se pretenda excluirnos de la competición», alegó ayer la directora española, quien, por si había duda, añadió que «yo también amo las salas de cine». Pero quienes orientan su negocio a las sales puede que no estén amando lo suficiente a los cineastas de renombre cuando personalidades del calibre de Cuarón, los Hermanos Coen o Scorsese han visto en Netflix una tabla de salvación. La propia Coixet relató las dificultades para sacar adelante un proyecto en blanco y negro que venía coleando de 10 años atrás. El mejor precedente de su caso, afirma, es «Roma», «la película que probablemente gane el Oscar porque es la mejor». A la cinta de Cuarón se le cerró el Olimpo del cine, Cannes, por el incómodo factor Netflix. Al final, se llevó el caramelo el Festival de Venecia y los Oscar entronizarán, casi seguro, esta producción del gigante californiano. Coixet, como siempre, saldrá airosa del riesgo de exclusión y, si está de Dios y de Binoche (su amiga y presidenta del jurado), hasta podría llevarse algún premio en Berlín. Qué chica más rarita esta Coixet...