J. J. Benítez: «En el cielo no existe la democracia»
El autor de «Caballo de Troya» regresa con unas «casi» memorias: «Pactos y señales».
A una entrevista con el escritor J. J. Benítez hay que ir con la conciencia limpia de prejuicios y la cabeza despejada de ideas. Ha publicado «Pactos y señales» (Planeta), unas «casi» memorias donde relata sus experiencias con personas que se han comunicado con él después de la muerte y sus conocimientos sobre objetos volantes no identificados.
–¿Le han respondido los muertos?
–Es un pacto. Lo haces con una persona viva o una que esté muerta.
–¿Y qué es un pacto?
–Es algo que se establece entre dos personas. El primero que muera avisa al otro de si existe algo más allá de la vida. Para ello tiene que enviar una señal. Y esa señal, por supuesto, se puede especificar. Yo suelo escribirlas en mi cuaderno de notas.
–¿Y nunca se ha asustado al ver la señal?
–No, pero sí te llevas alguna sorpresa, porque, aunque estás acostumbrado, te impacta descubrir el mensaje de esa persona.
–Ya imagino... Entonces, usted tiene la confirmación de que hay vida más allá.
–Para mí, sí. Y he recibido información y tengo testimonios de otras personas que han tenido encuentros con familiares y amigos muertos con los que han hablado y a los que han tocado. Esas personas que hay al otro lado están vivas físicamente.
–Ahí, reconozco que me ha cazado.
–Ese lugar no tiene nada que ver con lo que hasta ahora han contado las religiones. Lo que hay es un lugar físico que no podemos ni imaginar. No hay palabras para describirlo. Ese mundo que existe no podemos comprenderlo los seres humanos. Es un lugar benéfico.
–Esto no le habrá granjeado muchos amigos en la Iglesia...
–He tenido problemas con individuos concretos de la Iglesia, como dos obispos o personas que no admiten cosas que he planteado en mis libros.
–¿Como cuáles?
–Que Jesús de Nazaret no fundó ninguna iglesia.
–¡Hombre! No se lo pone fácil...
–Pero yo entiendo que somos libres de pensar lo que cada uno quiere y siempre que sea respetuoso con los demás.
–Eso, por supuesto.
–Las religiones lo que hacen es que, a cambio de tu obediencia, te prometen la vida eterna. Pero es falso. Tú no tienes que ser bueno para merecer algo, tienes que serlo por sentido común. Después de muerto, incluso los malos van al mismo sitio.
–Me temo que eso tampoco le va a ayudar a hacer amigos.
–Nos han educado en unas creencias que son erróneas. No estás en la vida para ser bueno, sino para experimentar. Lo más importante no es ser bueno: es tener experiencias. Las iglesias te dicen lo contrario. Tú estás ahí para obedecer. Ahora, lo que ellas dicen resulta sustancioso desde el punto de vista económico y la servidumbre porque las religiones arrastran a millones de personas que, por cultura o comodidad, están ahí. El verdadero mérito es el del que busca solo.
–Si da igual ser bueno que malo...
–El que es bueno tiene que serlo por lógica. La bondad debe ser natural. No se puede ir haciendo el mal. Pero el que es malo cumple con un trabajo preciso que nosotros no entendemos. Tanto el que es bueno como el que es malo cumplen un propósito.
–¿Y quién aguarda al otro lado?
–Mucha gente. Si se quiere simplificar podría emplear la palabra ángel. Pero allí conviven una infinidad de criaturas.
–¿Y qué hacen allí?
–Están al servicio de la divinidad. Y tampoco debemos olvidar que en el cielo no hay democracia. En la tierra nos estamos peleando por la democracia y criticando las dictaduras, pues ahí no existe democracia.
–Esto no me lo esperaba.
–La libertad es un sueño al que todos aspiran, pero que no sirve para nada. Aquí en la Tierra... ¿para qué quiero la libertad? ¿Para cambiar de autopista? ¿De canal de televisión? La libertad no es eso.
–¿Y en qué consiste para usted?
–En otro sitio, en el que hemos estado antes de venir aquí, si puedes, eliges.
–¿Otro sitio? ¿Y qué decides ahí?
–Si te interesa seguir por este camino o no. El sitio donde estás antes de venir es tan espectacular que ni te planteas la libertad. ¿Para qué en el mejor lugar del mundo?
–Si estamos en el mejor lugar del mundo, ¿para qué descender aquí?
–Para cumplir un trabajo. Esto que le voy a decir ahora es una teoría.
–Por supuesto.
–Antes de nacer, estás en un sitio. Eres otra criatura de características distintas. Sé lo que son el tiempo y la materia, pero lo que quieres es experimentar esas sensaciones, y decides nacer, conocer lo que es el tiempo y la materia del mundo. Es como una aventura, como una experiencia en el tercer mundo, donde sea.
–¿Y qué le dicen los científicos a eso?
–La ciencia no responde a estas cuestiones. La ciencia tiene sus propias tareas. El más allá y la muerte no entran en su agenda. La ciencia, en ese sentido, no aporta nada, salvo que alguien descubra un aparato para medir las dimensiones a las que vas después de la muerte.
–Comprendo... ¿Y usted también ha visto ovnis, no?
–He tenido varias experiencias.
–¿Y no pasa miedo en ese momento? Porque yo estaría...
–Eso depende.
–¿De qué?
–De con quién estés. Si estás solo o con gente. Si están lejos o cerca. Lo que tengo es mucha información sobre ellos.
–¿Y quiénes son?
–No lo sabemos. Sospechamos que científicos, astronautas, los viejos ángeles de la Biblia, gente que está relacionada con la muerte. Cuando hay un terremoto, unas horas antes, se ven infinidad de estas naves. Hay personas que han visto a un familiar suyo muerto y, cuando se han despedido de él, sale un haz de luz y ese hombre, o mujer, muerto entra en ese chorro de luz y sube. ¿Cómo puedo interpretar eso?
–No sabría decirle.
–Que los ovnis podrían tener una vinculación con este asunto. Se les ha visto que recogen muestras, se llevan animales...
–¿También sabe algo de Jesús de Nazaret?
–Es un hombre de Dios. Estuvo aquí tratando de comunicar algo, lo mataron y resucitó. Demostró que hay vida tras la muerte. Se mostró 19 veces. Es irrepetible. Por eso me hace gracia que la Iglesia me condene. ¡Si yo defiendo la divinidad de Jesús!