Teatro

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Juan Carlos Pérez de la Fuente: «La ‘‘quimioterapia’’ ha sido dura, pero aquí estamos»

Pérez de la Fuente (al fondo) y Yolanda Ulloa, con la que también hablamos, estrenan obra el 19 de enero
Pérez de la Fuente (al fondo) y Yolanda Ulloa, con la que también hablamos, estrenan obra el 19 de enerolarazon

Ha vuelto. Justo dos años después de que comenzara su despido «improcedente», como admitió el Ayuntamiento de Madrid, Juan Carlos Pérez de la Fuente ya ve la luz. No se le van las fechas de la cabeza: «El 18 de enero de 2016 me lo comunicaron , aunque sin concretar, y el 22 de mayo dije ‘‘adiós’’». Un día después del fatídico aniversario, el 19, estrena –junto a Yolanda Ulloa, que interpreta a los diez personajes del «monólogo a varias voces»– en la Sala Arapiles de Madrid su nuevo proyecto, «Óscar o la felicidad de existir», de Eric-Emmanuel Schmitt y en versión de Juan José de Arteche: la tercera pata de la «Trilogía de lo invisible» en la que el franco-belga aborda el cristianismo desde la mirada de un niño enfermo de leucemia. «¿Qué es ‘‘Óscar’’?», se pregunta y responde Pérez: «Un antibiótico contra el miedo, una obra para este siglo XXI en el que estamos algo asustados, acojonados...».

–Yolanda Ulloa: «Una metáfora contemporánea que cuenta la crisis de este tiempo.

–Juan Carlos Pérez de la Fuente: Habla de palabras que estamos retirando del diccionario. La enfermedad, el dolor, el cáncer, la muerte... En España hablar de Dios acojona porque se piensan que te sitúas ideológicamente. La obra no dice si existe Dios o no, son catorce cartas a Dios en la que me sorprende que sea un crío de diez años el que se convierta en el héroe del siglo XXI.

–Su protagonista aborda las preguntas existenciales de una forma más sencilla que los adultos, ¿no?

–Y. U.: Tenemos que recuperar esa inocencia. La heroicidad de hoy es no perderla. Te diré que la obra vino, no fue buscada. Yo tenía mi cáncer particular y ahora me he recompuesto entero. Pese a los bofetones, no he perdido la confianza en el ser humano. Óscar me ha enseñado a enfrentarme con valentía a la situación y a que la tragedia fuera acompañada de humor, que es lo que más llama la atención de la obra...

–...Esos motes que se ponen los niños dentro de un hospital.

–J. C. P. F.: Un humor feroz en el que a un quemado le apodan «Bacon». Es el triunfo de la imaginación. Ante la desesperación, juegan y aminoran la tragedia. En una situación así, que nos llegará tarde o temprano, si logras distanciarte y reírte...

Y. U.: ...Lo tienes todo.

–¿Cómo se explica a un niño enfermo de leucemia que Dios existe y es bueno con todos?

–J. C. P. F.: La grandeza está en que no se dice; no se da por hecho nada. Dios es una pregunta y no una respuesta o un concepto teórico. Es un camino en el que Mami Rosa (el otro personaje clave) sabe que está todo perdido, pero propone escribirle para ver si encuentran algo. Se habla de un dios práctico que si te puede ayudar en lo que sea, bienvenido sea. No hay que tenerle miedo.

–Dios es una figura a la que la gente se entrega cuando ve el final.

–Y. U.: Son momentos en los que el encuentro con la verdad es algo inevitable.

–¿Cuál era esa crisis que citaba al principio? Será por opciones...

–Y. U.: Lo acabas de responder. Las hay de todo tipo...

–Y usted, Pérez de la Fuente, hablaba de antibióticos...

–J. C. P. F.: Sí, estamos obsesionados con ellos. ¿No estarás tomando?

–No, no.

–Y. U.: Aunque éste no tiene efectos secundario (risas).

–J. C. P. F.: No. El miedo nos acompaña siempre, pero la crisis nos ha hecho que tengamos más. ¿Y qué hacemos? Nos suicidamos, nos drogamos... Cuando la vida te pega una hostia te ofrece un camino teatral. Y aquí, después de haber leído todos los tratados de Filosofía de las grandes vanguardias, lo que te queda es la experiencia de un chaval que no pierde el humor y al que la crisis le lleva a no amilanarse.

–Se ha referido a su pasado reciente como su «cáncer personal», ¿cómo ha logrado no «amilanarse»?

–Y. U.: Tu crisis...

–J. C. P. F.: Está cuando te dan la noticia, cuando dices adiós... Sabes que lo que viene va a ser más duro, pero lo peor llegó a los quince días, cuando a mi padre le da un derrame cerebral... No lo he contado nunca... «¿Qué tal está?», le pregunté al médico, que me respondió: «Cuando ha vuelto en sí ha dicho: “¿Sabe lo que le ha hecho la alcaldesa de Madrid a mi hijo?”». Eso es muy duro y te lo tragas. Dejan de sonar los teléfonos y debes empezar a reconstruirlo todo. Te das cuenta de que te has convertido en alguien tocado para toda tu vida por un percance ideológico, que no teatral. Y sin que esas personas hayan visto una obra tuya. Pero te ha tocado, como el cáncer, y tienes que salir adelante. La «quimioterapia» ha sido dura, pero aquí estamos.

–Quitando esas «secuelas para toda la vida», ¿está curado?

–J. C. P. F.: Espero que no se reproduzca. He tratado de vomitar y de echar toda la hiel que llevaba dentro. Cuando llega la señora alcaldesa y dice: «Ha sido un gran director»... No puede jugar conmigo, ni me ha conocido. La política no debe ser el arte de jugar con los seres humanos. Algún día me encontraré con ella y le contaré todo el daño que ha hecho a mi padre, a un agricultor de 580 euros al mes que no entiende de nada y que simplemente me preguntaba qué había hecho mal para que me echaran. No piensan que detrás de cada decisión, la tome ella o su concejala, hay personas. Queda una conversación pendiente y no en ruedas de Prensa que eso es teatro del malo, la parafernalia de la política. Yo hablo de seres humanos, a no ser que ella esté deshumanizada.