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Juan José Padilla, se despide del ruedo con el Premio Nacional

El torero ha recibido la noticia en México, donde cumple algunos de sus últimos compromisos antes de poner fin a una larga y emocionante carrera.

Juan José Padilla, en una de sus corridas.
Juan José Padilla, en una de sus corridas.larazon

El torero ha recibido la noticia en México, donde cumple algunos de sus últimos compromisos antes de poner fin a una larga y emocionante carrera.

España es un país bastante morboso que suele conceder premios y homenajes al que se retira o pasa a mejor vida. El Nacional de Tauromaquia 2018 homenajea a un torero que ha decidido poner fin a su intensa carrera artística después de cinco lustros de alternativa y que ha dejado su sangre y su valor en todo tipo de ruedos. En los de la vida y los de la tauromaquia. El que fuera Ciclón de Jerez, Juan José Padilla, ha recibido el galardón del Ministerio de cultura en la mexicana Aguascalientes, mientras ultima los compromisos americanos que pongan fin a una de las más apasionantes sagas personales de un torero. Se confiesa «emocionado y abrumado». El diestro famoso por su parche y por su ejercicio de superación al límite recoge el testigo de la sexta edición de unos galardones nacionales que reconocen la importancia cultural en nuestro país del arte del toreo.

Por ello, Padilla dice que «este es un premio que no solo reconoce mi trayectoria como torero, sino que quiero hacer extensivo a todo el colectivo. Todos mis compañeros y todos los que tienen algo que ver con la fiesta merecen compartir conmigo este premio». Torero querido por los públicos, respetado por todos los compañeros de profesión, idolatrado en Pamplona y Francia, el diestro de las mil cornadas es, además, una persona entrañable y lleva en su esportón un compendio de valores. Reconoce un analítico matador por teléfono al otro lado del charco que «si he recibido un premio de Cultura es también por mi ética, o como yo, al menos, entiendo que debe ser un torero en la vida».

Una manifestación de libertad

Este broche a una carrera que casi parece la subida al Tíbet de una persona vestida de luces ha recibido la unanimidad del jurado, circunstancia extraña en un país y en una fiesta siempre fracturada. La misma unanimidad que ha recibido este artista universal desde el terrible hachazo de Zaragoza en 2011. Frente a los detractores antitaurinos y a las crisis cíclicas que vive la fiesta, se pronuncia el premiado con la esperanza de que «la vitalidad de este espectáculo, la verdad, permita que sobreviva y goce del favor de la sociedad. Los malos momentos se superan si hay respeto hacia una manifestación de libertad».

Ese mismo apoyo social que reconoce Padilla haber experimentado con humildad siempre que ha hecho un paseíllo, y en estas últimas temporadas en las que ha cambiado la corrida dura por los carteles de campanillas. Personaje agradecido a la vida, muy humano, religioso, Juan José Padilla es uno de esos tipos con el que se sentaría uno a enhebrar sobremesas y confidencias. Después del 16 de diciembre, cuando en América se corte presumiblemente la coleta, seguirá apoyando la fiesta como estupendo aficionado que es y reivindicando que «la tauromaquia está en el mismo lugar que las demás actividades artísticas como la música y la literatura, y eso es algo que me llena de orgullo, y así lo ha reconocido nuestro Ministerio de Cultura».

Ejemplo de vida

La edición del presente año del Nacional de Tauromaquia supone un paso más para la consolidación de un título recibido como un maná por el planeta de los toros. Después de la polémica de alguna edición pasada, tras Victorino Martín y Enrique Ponce, Padilla abrocha un justo apoyo a este sector de la cultura española. «Nunca hubiera imaginado haber tenido tanta suerte en la vida ni haber merecido un premio de esta naturaleza». Padilla es un ejemplo de vida y el potente icono al que mirar para los que se encuentren en sus andanzas al toro negro de la dificultad y de la lucha.

Ha sido tanto el impacto de la figura jerezana en la tauromaquia de los últimos tiempos que ha sobrevivido al debate clásico entre toreros de valor o de arte. Ha abierto numerosas puertas grandes, entre ellas, la del Príncipe de la Maestranza sevillana de 2016, y sentado su figura en la memoria histórica. Con un tirón popular indiscutible que ha transcendido de lo estrictamente taurino, el «pirata» sella un valor cultural que quedará para la posteridad. Esta distinción reconoce el arraigo popular del arte de Cuchares, ese mismo ronco himno que en los pasados San Fermines decía «Padilla, quédate».