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Kanye West, de adicto a fundamentalista anti sexo

Los artistas tienen este tipo de megalomanías y el rapero jugó la baza que tanto escandalizó con los Beatles.
larazon

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Los artistas tienen este tipo de megalomanías y el rapero jugó la baza que tanto escandalizó con los Beatles.
Muchas cosas han pasado desde que Kanye West se declarara un dios («I Am a God») en 2013 e incluso hablara con el mismísimo Jesús en jerga «nigga». Los artistas tienen este tipo de megalomanías y el rapero jugó la baza que tanto escandalizó con los Beatles. Son otros tiempos. Pero Kanye West se ha caído del caballo en estos años. El sexo, tan presente en sus canciones, era su cocaína entonces.
Fue, dice, un verdadero adicto. También al porno. En 2014 se casó con Kim Kardashian y ya entonces vimos viralizado por todo el mundo vídeos más que subidos de tono. El ego, bien administrado a nivel de márketing, de West no cabe en un molde estándar: se ha comparado con Warhol y con Shakespeare, ha paragonado a sus hijas con la realeza británica y ha estrechado la mano de Trump con ademán paternalista al grito de «amo a este chico, es mi héroe» en uno de esos encuentros del Despacho Oval (como aquel de las mil hamburguesas) que podrían dar a confusión con un capítulo de «Los Simpsons». Después de poner el listón tan alto, el rapero ha decidido jugar en la liga evangélica.
No ya ser Dios, que no estamos para eso pasados los 40 años, pero al menos ser su profeta. Su telonero, mejor. «Jesus is King» es su abrazo en forma de disco gospel con la divinidad y un trabajo llamado a venderse como churros en la Navidad. Dura apenas 27 minutos y, en general, la crítica se ha cebado con él. Según «Variety», tiene «algunos chispazos de inspiración, pero nada más»; para «The Guardian», es un disco «poco cocinado» que refleja a un rapero que «no ve la luz»; «Le Monde» lo tilda de «más soporífero que conseguido»... Entre los pocos benévolos, «The Telepragh» considera este álbum del autoproclamado «hombre nuevo» como «el giro musical evangélico más improbable desde Bob Dylan». Que ya es decir.
Lo que está claro es que West no se ha limitado a confeccionar una oración a Jesús de casi media hora, sino que ha decidido revestirla de verdadera experiencia iluminadora con declaraciones como éstas: «Ahora que estoy sirviendo a Cristo, mi trabajo es propagar el gospel, dejar que la gente sepa lo que Él ha hecho por mí». Y no solo eso, sino que ha querido proteger el entorno de su disco con preceptos morales que son el envés absoluto de su disipada vida previa. El cantante decidió prohibir entre sus colaboradores el sexo extramatrimonial. «Ha habido momentos en los que le pedía a mi gente que ayunaran mientras estábamos trabajando, pero también que no tuvieran sexo fuera o antes del matrimonio. Imagino que muchos se preguntarán qué tiene que ver eso con grabar un disco, pero en serio, hay ocasiones en las que necesito que la gente que trabaja conmigo se centre exclusivamente en el trabajo.
A lo que me refiero es que está comprobado que cuando la gente y las familias que rezan juntas, permanecen juntas. Cuando hacen eso, y también cuando ayunan, el poder en ellos se incrementa», explica el cantante, que se ha convertido en un hombre de familia y de misa dominical. Eso no quita para que el rapero (que incluso ha dejado caer que puede bajarse de este género «satánico» en un futuro próximo) siga considerándose el mejor artista vivo ni vaticine que llegará a ser presidente de Estados Unidos. «In God We Trust», que dicen por allí.