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Kirchner y el acantilado de Venezuela

Federico Andahazi: «En Argentina hay une exceso de psicoanalistas y muchos se han hecho escritores»
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El 22 de diciembre de 2014 Federico Andahazi (Buenos Aires, 1963) entregaba el manuscrito sin editar de su nuevo libro, “Los amantes bajo el Danubio” (Seix Barral). Lo celebraba brindando con sus lectores con una copa de vino tinto, y no era para menos porque, como él mismo declaró: “Dejé la vida en esta novela”. Concretamente lo que dejaba en el papel era parte de su pasado familiar. La trama transcurre durante la Segunda Guerra Mundial en Hungría, país de origen de sus abuelos paternos, quienes permanecieron escondidos del terror nazi en un sótano de Budapest. El amor que sentían el uno por el otro fue lo que les hizo sobrevivir y gracias a ello que, dice el escritor, “hoy pueda estar hablando contigo”.
-La Hungría actual está gobernada por Viktor Orbán, quien además de cerrar las fronteras, ejerce un fuerte control y censura sobre la población. Además, en el país crecen los movimientos de extrema derecha, ¿no aprendimos nada de la Segunda Guerra Mundial?
-No deja de impresionarme mucho como la historia suele ser cíclica, y no siempre se repite como comedia, muchas veces lo hace como tragedia. Me provoca espanto porque además pienso que después de lo que significó el nazismo particularmente en Hungría iba a haber una suerte de reflexión del pueblo sobre su propia historia, ya que la convivencia de los judíos con los húngaros fue absoluta y fue la locura nazi lo que despertó esa xenofobia que antes no existía. Para las generaciones más jóvenes la Segunda Guerra Mundial es algo que sucedió hace mucho tiempo y la verdad es que sus heridas hoy siguen latentes. Lo que ocurre ahora en Hungría es una caricatura de aquel conflicto, pero el peligro potencial es igual. Pero también tiene sus formas en América Latina. Se ve en el proceso venezolano que posee ese mismo afán por terminar con los principios de libertad de expresión y demás. Y Argentina estuvo a punto de caerse por el acantilado donde lo hizo Venezuela.
-¿A qué se refiere?
-A los 12 años de régimen kirchnerista. Hace un mes no lo definiría así, pero ahora lo llamo régimen porque se han encontrado mogollones de dinero sustraídos del erario público, y se ve cómo funcionaron los resortes de la censura. Yo mismo lo viví, ya que no podía estar en los medios públicos. Y esto le pasaba a otras personas de la cultura con lo que uno piensa que era parte de un plan metódico y sistemático.
-Ha aparecido muerto Horacio Quiroga, testigo clave de una causa contra un amigo de los Kirchner. ¿Cree que es casualidad?
-No puedo juzgar los hechos porque los desconozco, pero sí recuerdo a Alberto Nisman, el fiscal que el día anterior de su declaración contra la expresidenta fue encontrado muerto en un baño.
-¿Qué va a pasar ahora con Macri?
-Han dejado un campo yermo y destruido, toca cruzar el desierto y no va a ser fácil. Yo mostré mi apoyo publico a Macri aunque eso no significa que sea incondicional, habrá cosas que me gusten y otras que no. Hay que cuidar el empleo y las prerrogativas sociales que deben tener las clases mas desfavorecidas. Pero sí hay un amanecer del ejercicio de las actividades publicas y un profundo alivio. Lo que más me importa es la grieta que se ha producido en Argentina, donde las familias han estado rotas por la mitad, también la mía, que como cuento en la novela, sufrió mucho para poder formarse.
-Su familia paterna migró, ¿qué opina de cómo se tratan en Europa los movimientos migratorios?
-La intolerancia de ciertos países es lo que genera estas corrientes migratorias, y en general se cree que el proceso es el inverso. Volvemos a Hungría, cuando veo el trato a los migrantes en Budapest, que es una de las puertas de entrada a Europa, entiendo que es un problema que hay que solucionar, pero no con intolerancia. Todos somos migrantes de primera, segunda, tercera o mayor generación. Mientras no entendamos eso, la intolerancia seguirá provocando movimientos y así sucesivamente.
-Macri aparece en los famosos Papeles de Panamá, ¿es una conspiración contra él?
-Me preocupa es la independencia de la justicia, hasta que no se emancipe del poder político va a ser difícil avanzar. Si los Kirchner robaron, como todo indica, tendrán que pagar con la justicia, y si Macri hizo lo que dices, también. De hecho, ya está siendo juzgado públicamente. Yo no creo en cuestiones conspirativas, aunque van a usar este tema contra él, lo relevante es la verdad. No se trata de justificar a uno y a otros no, la corrupción es la corrupción, y no puede convivir con la política porque la reemplaza.
-Usted no quería pagar sus impuestos en Argentina.
-No sé donde surgió ese mito. Lo que dije fue bajo el Gobierno de De la Rúa, que ya sabemos como acabo, lo roraban todo. Por eso comenté que estaba pensando en ir a vivir a Uruguay porque prefería pagar impuestos allí que por lo menos era para arreglar la rambla de Montevideo.
-En 1996 recibió el Premio Fortabat por su primera novela, “El anatomista”. Sin embargo, la patrocinadora del concurso, Amalia Lacroze de Fortabat, se opuso públicamente a que recibiese el galardón porque la temática del libro era sexual. ¿Cómo fueron aquellos días?
-Tenía cierto temor porque era un autor inédito, no veía la hora de publicar y el premio no exigía la publicación de la obra. Además, estaba confrontando con la mujer más rica y poderosa del país, había algún que otro coche en la puerta de mi casa, hubo una mediación judicial y sentí miedo de que el escándalo pudiera salpicar a la novela. Después pensé que tal vez le debía un favor a esa señora porque estaba promocionando el libro y se publicó en EEUU y en China, donde no sabían quién era ella. Mi mayor preocupación fue la brutal censura que ejerció sobre su propio jurado.
-Usted escribe el guión de una tira cómica en el periódico La Nación. En una de ella leí: “Siempre tuvo un alto concepto de sí mismo... escritor tenía que ser”. ¿Sois egocéntricos?
-Lo somos, pero los argentinos más por argentinos (risas). Los escritores cometemos un gran error, los libros parecen estar investidos de un carácter sagrado porque antes lo eran. Los enemigos de la literatura son la censura y la canonización, aunque la censura es un recurso muy simple y precario y la sacralización es crear un pedestal muy alto y poner al escritor allí arriba, lo que consigue que el lector común no se acerca a él. Lo mas saludable que debe hacer un autor es bajarse de ahí porque para entender la sociedad hay que estar en el llano.
-En ese sentido, Borges era muy popular.
-Él nunca regaló nada, no era complaciente con los lectores, no era populista, y yo espero seguir sus pasos. Al contrario de lo que se piensa era un escritor poco elitista, yo me lo cruce cuando era pequeño un par de veces caminando por la calle e iba del brazo de María Kodama. Te voy a contar una anécdota. Sabes que Borges tenía un conflicto con el peronismo, pues un día cuando ya se había quedado invidente estaba parado en la esquina de la Avenida 9 de julio y un joven peronista le dijo: “Maestro quiere que le cruce”, y él respondió: “Por favor”. El chaval le soltó en medio de la calle y le gritó: “Soy peronista”, y Borges le dijo: “No se preocupe joven, yo también soy ciego”. Al chico le hizo gracia y le terminó de cruzar. Creo que esto es representativa de quién era Borges y de lo que es Argentina.
-En una ocasión usted afirmó que “odiaba al Cervantes que me obligaban a leer en el colegio, pero amaba al Cervantes de las librerías de viejo”.
-Uno no recuerda lo que le obligan a leer. La verdad es que no a mí no me consiguieron forzar porque me escapaba y leía lo que quería. “El Quijote” lo cogí cuando quise. Hicieron una edición de mi libro “El conquistador” para colegios y me da pánico de que a un alumno le obliguen a leer mis novelas porque de la obligatoriedad al odio hay un paso. Además, viene con una guía de preguntas que ni yo puedo contestar. Me opongo a la imposición de las cosas en general.
-Es psicoanalista, ¿en qué le ayuda eso para escribir?
-En Argentina hay une exceso de psicoanalistas y muchos se han hecho escritores. El léxico psicoanalítico no es muy elegante, queda muy feo en la literatura, y yo intento que no se me pegue nada, pero no es fácil. No quiero que mis novelas tengan un rasgo psicologista.
-¿Cómo enfoca su futuro literario?
-Tengo muchos proyectos y no sé si me alcanzará el tiempo para. Estoy abriendo la narrativa a otros espacios. Ahora trabajo en la radio de lunes a viernes y voy a tener un programa de televisión en el que el protagonista es una Harley Davidson con sidecar en la que voy a buscar historias. Como vez, nunca me salgo mucho de la literatura. En cuanto a lo literario, estoy trabajando en una saga de “Los amantes bajo el Danubio” que narra la historia de mi familia paterna fielmente. Creo firmemente en esa condición del poder que tiene la narrativa de restaurar la verdad mediante la ficción. Puedo dar fe que no hay mentirosos más grandes que los historiadores, y la novelística ha devuelto a la realidad historias que estaban sepultadas o bien alteradas.

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