«Seberg»: La caza política que abatió a la chica de «Al final de la escapada»
La intérprete, que presenta el "biopic"sobre Jean Seberg en el Festival de San Sebastián, se rinde al icono sesentero que acabó perseguida por el FBI
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La intérprete, que presenta el "biopic"sobre Jean Seberg en el Festival de San Sebastián, se rinde al icono sesentero que acabó perseguida por el FBI
«¡New York Herald Tribune! ¡New York Herald Tribune!». Es muy probable que cuando el papel de periódico haya desaparecido (que no estemos para verlo), la imagen de esta medio sueca del Medio Oeste americano blandiendo un puñado de ejemplares en los bulevares parisinos siga tan fresca como aquel 1960 que, de golpe y porrazo, la convirtió en un icono de la divina juventud de los sesenta. Jean Seberg no está aquí para ver hasta qué punto su estrella fugaz, tantos años despues, aún es perseguida por los cinéfilos de madrugada y su vida es carne asimismo de cine de hoy en día. Al final de la escapada, con solo 40 años, se encontró con un bote de barbitúricos y alcohol para detener un tren. Al octavo intento, en 1979, logró detener la maquinaria de una vida marcada por la inestabilidad emocional. La encontraron diez días después en el interior de un coche en el barrio parisino de Passy. Pero nunca quedó del todo claro si se suicidó o la suicidaron. Las cosas, érase una vez en Hollywood, no eran tan sencillas y hoy sabemos que, quieras que no, si nadie disparó la pistola, sí tuvieron interés en ponérsela a la mano.
«Jean Seberg sufrió por su idealismo político y su apertura en cuanto a su espíritu. Padeció una especie de ataque político y una gran presión que contribuyó a la tragedia de su suicidio», explica Benedict Andrews, director de la cinta que toma el apellido de la actriz y narra la deriva depresiva y paranoide de una mujer siempre al punto de la quiebra que, para colmo, tuvo que lidiar con el acoso del FBI en los tiempos del omnímodo Hoover.
«Seberg», que dio el pistoletazo de salida ayer a la sección Perlas del Festival de San Sebastián –después de haber sido presentada en Venecia el mes pasado– arranca, y entendemos que no es baladí, con la recreación del rodaje de «Juana de Arco» que a los 17 años la puso en boca de todo Hollywood. En el fondo, una personalidad tan compleja como la de Jean Seberg debía, al igual que la doncella de Orleáns, anhelar el martirio. Y el FBI estaba ahí para que lamentara sus plegarias atendidas.
ños que se dejó la piel del vampiro por el camino y ha madurado una carrera que bascula hacia Europa al igual que la de Seberg, musa de la Nouvelle Vague, en su momento) es la encargada de interpretar un imposible: el halo mágico, inaprensible, de una mujer frágil en lo físico pero fatal para los muchos hombres que pasaron por su vida, entre ellos Carlos Fuentes, Ricardo Franco, Cint Eastwood y Romain Gary.
Su relación adútera con Hakim Jamal, primo de Malcom X y a su vez importante activista del Black Power, hizo que el FBI pusiera el ojo (y los auriculares) en la casa y la vida de Seberg. Su entrega total e idealista a los Panteras Negras (no se destaca apenas en el filme la fuerte tendencia terrorista de este grupo), a los que financió por extenso, la convirtieron en un objetivo a «neutralizar». La maquinaria de «fake news» (eso que tanto nos suena hoy en día) la atrapó por completo y logró quebrar el espíritu de una actriz siempre en busca de un lugar donde encajar: si no era Hollywood, Europa; si no era en las grandes mansiones de Los Ángeles, en los duros barrio afroamericanos.
«Ella no estaba intentando ir contra lo establecido, sino en busca de su propio camino como artista, y eso en aquellos tiempos no era muy normal, el hecho de buscarse en el arte –explicaba ayer a LA RAZÓN Kristen Stewart desde San Sebastián–. Quería hacer de su carrera una cosa más existencialista. Era una persona que no se podía controlar, siempre quería explorar, hacer preguntas y no contestarlas para la gente. Quiso hacerse más cercana a su público, no ser una celebridad. Pero políticamente, su intento de acercarse a la gente casi le hizo alejarse más del público, sobre todo en Estados Unidos». «Ella estaba a favor de la igualdad, que no es un concepto tan raro –prosigue la actriz–, pero el público no quería escuchar ese tipo de cosas. Eran nociones subversivas, peligrosas. El público norteamericano quería que representara nociones más seguras».
En cierta manera, Seberg fue una precursora, trágicamente, de ese activismo hollywoodiense que hoy se ejercita sin riesgo vital y a menudo de cara a la galería. «Yo vivo en amiente muy disntinto en el quela gente está más activada y comprometida –señala esa megaestrella que es Stewart–. Hoy en día no quieren que todos seamos iguales, me siento menos controlada, social y culturalmente de lo que podría sentirse Jean Seberg. Ni siquiera podría imaginar cómo podría ser atacada por el Gobierno norteamericano. Me ataca de una forma ambigua –matiza una actriz que ha tenido algún enganchón con Donald Trump–, pero nada comparable al caso de Seberg. Además, yo no me siento sola ante los ataques, ni me aislan como le sucedió a ella».
Eso sí, donde la intérprete de «Crepúsculo» ve un doloroso parangón con aquel 1969 en el que se ambienta la cinta de Andrews y en la que oímos a Seberg manifestar que «América está en una guerra civil», es en esa idea de confrontación nacional. Ya no es la cuestión racial (que también, pero menos), sino «la falde igualdad sistémica, que nos convierte en un país enfadados y en guerra consigo mismo... Pero siento que llega un momento en que tiene que las cosas deben cambiar. Sabes que estás en guerra cuando entiendes que hay gente que se siente desconectada y que gane quien gane las próximas elecciones va a haber muchas personas infelices».
La adrenalina del miedo
Al igual que Seberg, Stewart abjura de los caminos fáciles en su profesión: «Cualquier cosa que ruede que conlleve miedo, vale la pena –señala–. Las cosas interesantes suceden cuando sientes miedo o que sabes poco. Es un regalo de poder darse, compartir con la gente y recibir mucho a cambio por ser actriz. Pero requiere que tengas algo que dar, y no puedes protegerte, te tienes que abrir a las oportunidades. Yo tengo la inmensa suerte de tener el cine como trabajo y como vida.