La cosecha de papel que está por llegar
La gala del premio más cotizado de España es todo un evento cultural en el que los autores toman el pulso al oficio de escribir e intercambian impresiones sobre las obras que tienen en marcha.
La gala del premio más cotizado de España es todo un evento cultural en el que los autores toman el pulso al oficio de escribir e intercambian impresiones sobre las obras que tienen en marcha.
Paloma Sánchez-Garnica hablaba ayer de los titubeos del escritor, de los temores, zozobras y dudas que guían al autor en los folios iniciales de una historia nueva. Unas sensaciones que resume en dos palabras, «miedo, inseguridad», y que explica mediante una metáfora: «Es como internarte en un bosque con niebla por el que avanzas sin saber hacia dónde te diriges. Sé que estoy en la dirección correcta, pero la niebla aún es persistente y densa». La autora de «La sonata de silencio» y «Mi recuerdo es más fuerte que tu olvido», reservada y prudente, evita hablar demasiado del nuevo título en el que se ha sumergido, pero adelanta alguna discreta pincelada: «Escribo para entender una época y a los hombres. Los conflictos del ser humano son los mismos que hace cien o doscientos años, pero las leyes y las costumbres eran diferentes a hoy. Ahora estoy interesada en una historia que discurre a principios del siglo XX y que describe cómo se interrumpió el progreso de una sociedad, cómo se pasó de una evolución a la interrupción y el estancamiento».
La velada del Premio Planeta volvió a reunir a su alrededor a una buena representación del mundo de las letras, algunos inmersos en sus próximas tramas y otros a punto de lanzar su último título, como Manel Loureiro, que en diez días presentará «Veinte». «Surge de un proyecto para televisión que fue creciendo y creciendo. Arranca cuando el 90 por ciento de la humanidad se suicida y los supervivientes se enfrentan de nuevo a lo que provocó aquellas muertes». Loureiro reflexiona sobre el futuro de la literatura y la interacción entre televisión, cine y literatura que, en la rueda de prensa de este galardón, avanzó Jesús Badenes, director del área de librerías del Grupo Planeta. «Vamos a una época híbrida. Cada vez será más complicado encontrar una obra que pertenezca a un género puro. Tendemos a una mezcla de lenguajes, los que provienen del libro, los videojuegos o las series. Se mezclan códigos». Clara Sánchez, que ganó el Nadal con «Lo que esconde tu nombre» y el Planeta con «El cielo ha vuelto», ahonda sobre el futuro de la novela y sostiene que «en la literatura todavía no se ha dado la revolución hacia el siglo XXI. Aún se escribe como en el XX. Hemos olvidado una narrativa más moderna, la que trajó la revolución de la centuria pasada y que representan autores como John Dos Passo o Scott Fitzgerald, quien usaba la frivolidad para indagar en el alma humana». Clara Sánchez, que relató cómo la costa española se convirtió en refugio de nazis, toca otro tema espinoso en su próxima obra: «Trata sobre la manipulación, que tiene interesantes ramificaciones soterradas en las que me gusta entrar. Es uno de los asuntos que más me preocupa en estos días».
Lo más granado
En una edición que ha contado con el respaldo de narradores como Santiago Posteguillo, que acaba de publicar «El séptimo círculo del infierno», una obra sobre escritores malditos y escritoras olvidadas, nos encontramos con Mara Torres, que recientemente ha lanzado «Los días felices», Sonsoles Ónega, que hace unos meses sacó «Después del amor», Marcos Chicot, finalista de la edición anterior, Reyes Calderón, Eva García Sáenz de Urturi, que triunfó con «El silencio de la ciudad blanca», María Dueñas, siempre muy esperada y que en 2018 publicará nueva novela, y Luz Gabás que ya está escribiendo de nuevo –«otra vez estoy produciendo»–, aunque evita dar pistas (lo único que revela es que va a suponer «un cambio»). La autora de «Palmeras en la nieve» confiesa que siempre encuentra sus mayores dificultades en la descripción de los malos. «Me tengo que esforzar», asegura riendo y apostilla: «Te haces mayor cuando descubres la maldad en los ojos de los otros. Cuando me sucedió a mí, fue un shock. Descubrí que el mundo ya era otra cosa. Eso duele. Lo que más me asusta es lo contagiosa que es la maldad. Es una llama encendida que es muy difícil de apagar. Es como un virus».
Marta Robles, nueva dama de la novela negra española, que desembarcó con éxito con la inesperada «A menos de cinco centímetros», donde presentó a los lectores al detective Roures, un ex corresponsal de guerra que se ha reinventado como investigador, ya está redactando la segunda aventura de su personaje (el sábado terminó las cien primeras páginas). Autora ordenada, que hasta que no ha cerrado con minuciosidad cada uno de los detalles esenciales de la trama no se enfrenta al vértigo de la página en blanco, aprendió del periodismo a buscar la documentación apropiada y reconoce que su camino ha sido lento y prudencial hasta atreverse con el desafío del género policiaco. «Muchas grandes historias han nacido de la observación de la realidad», reconoce la autora y añade que «hoy lo más importante es leer» y, con un punto de ironía, que una de las aportaciones de las novelistas a este género es «incorporar mujeres de carne y hueso, porque en este género la presencia de mujeres es abundante, pero no suelen ser de carne y hueso».
Dolores Redondo, ganadora del Premio Planeta de 2016, que ha conquistado con sus libros el mercado internacional, admite que «la fama es muy exigente. Desde 2013 he escrito cuatro libros». Y no para de momento, porque ya está involucrada en otra trama (sobre la que prefiere guardar silencio). Redondo asegura que este galardón «me acercó lectores que antes no me leían porque consideraban que cultivaba una literatura dura y sórdida» y sostiene que las fronteras de la literatura y de otros medios tendrán que interactuar de manera inevitable en este mundo: «Ahora se van a rodar las dos películas que quedan de mi trilogía. Creo que es una buen experiencia. También se han llevado mis historias al cómic, que es un público distinto a mis lectores habituales. Hoy existen distintas formas de llegar al público y todas son válidas».
Fernando Sánchez Dragó, que defiende vivir como los sabios, siempre en el presente, con el «carpe diem» como lema, está redactando el segundo volumen de sus memorias, que abarcarán sus años universitarios, las primeras luchas políticas, su exilio y sus tempranos amores y romances. «Te voy a dar un titular –afirma con socarronería–: la España de los 50 y 60 era un país maravilloso y muy libre, salvo si te metías en política, claro», concluye con humor. Sánchez Dragó, que cada día relee más, muestra su preocupación por internet y es pesimista sobre el futuro de la literatura, pero cae en una contradicción y hace una loable defensa de la palabra: «El cine envejece, porque las imágenes envejecen. Las palabras no lo hacen, porque son la herramienta intelectual más sofisticada del hombre, y por eso todavía podemos leer la “Iliada”».
Gonzalo Giner, autor de «El sanador de caballos», es un autor agradecido que defiende el papel fundamental del editor y que muestra una enorme generosidad en sus consejos: «A los escritores que empiezan les recomiendo que no se crean los tópicos de este mundo, que se mantengan firmes y que sepan que siempre hay una oportunidad para publicar. Siempre deben intentarlo. Yo vengo de otro mundo y lo logré porque confiaron en mí».