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Matt Reeves. M. Bomback, P. Boulle y M. Reeves. Andy Serkis, Woody Harrelson, Steve Zahn. EE UU, 2017. 140 minutos.
Es una cámara muy subjetiva, pegada a las espaldas, a las nucas y los hombros igualmente desnudos de los soldados, podríamos casi escucharlos resoplar su impotencia, el ansia de victoria. César, qué mejor nombre para este caudillo indómito e inquebrantable, y el cansado ejército que lidera deben enfrentarse a un puñado de humanos que obedecen las órdenes de un inmisericorde, brutal coronel (Woody Harrelson, quizá demasiado inspirado para este trabajo en el demente Brando/Kurtz de «Apocalypse Now»; de hecho, además de ese inquietante rapado al cero del personaje, un mucho hay en la tensa y fatalista atmósfera que envuelve la película de aquel atormentado «corazón de las tinieblas» que concibió Joseph Conrad). Han sufrido numerosas pérdidas, entre ellas, la del propio hijo de César, el heredero, y el padre busca ahora ciego de ira venganza. En frío o en caliente, pero venganza. Y, cuando ambos, el humano y el simio, se vean por fin las caras, la batalla podría significar, al cabo, el final de una de las dos especies. Con pocas palabras y unos efectos digitales portentosos, el filme, bélico y «western» al tiempo realizado por Matt Reeves («Monstruosos», «Déjame entrar» y la anterior entrega de esta saga, ya se conoce bien el paño este inteligente cineasta), rebosa acción, drama y un shakespeariano y hondo sentido de la tragedia. Mención aparte merece la banda sonora del filme, magnífica y epopéyica. César clama por derramar la sangre del enemigo, mientras que el enemigo, con el miedo de que una mañana deje de hablar, como alguien muy querido por el propio coronel y que solo significa que el proceso de «animalización» de nuestra raza sigue en marcha, sueña, también, con culminar su propia «vendetta» y da la orden de elevar un muro para frenar la marcha de los monos. Con o sin Trump en la cabeza, la casualidad siempre provoca suspicacias. Un espléndido cierre, en fin, rebosante de acción, de fuerza, de sentimientos enaltecidos, pero, también, sobre la misericordia y ese profundo agujero que en el alma provoca el afán de revancha, para una trilogía que deja descalza y en una fruslería la de «La guerra de las galaxias». Tras ver ésta, repase de nuevo la notable película original protagonizada por Charlton Heston con aquellos orangutanes recelosos, cultos y finamente vestidos. Casi nada les parecerá ya igual.