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Crónica negra de la Historia: La maldición de los Borbones

Alfonso XII le pidió a su mujer María Cristina que no llamase Alfonso a su hijo para evitar el mal fario del 13, pero ésta desobedeció y pasaron tantas cosas...

Alfonso XIII, junto a la reina María Cristina, que decidió su nombre, en una recepción
Alfonso XIII, junto a la reina María Cristina, que decidió su nombre, en una recepciónlarazon

Alfonso XII le pidió a su mujer María Cristina que no llamase Alfonso a su hijo para evitar el mal fario del 13, pero ésta desobedeció y pasaron tantas cosas...

El 25 de noviembre de 1885 moría Alfonso XII en el Palacio Real de Madrid. Poco antes de fallecer, el supersticioso monarca había implorado a su esposa la reina María Cristina de Austria que no llamase Alfonso a su hijo póstumo, sino Fernando, para evitar que reinase con el número 13 y siguiese cebándose así con su descendencia esa especie de maldición que asolaba desde el inicio a la dinastía de los Borbones en España.

María Cristina desobedeció y... ¡sucedieron tantas desgracias!: Alfonso XIII a punto estuvo de morir con sólo tres años a causa de una gripe; en 1934 atropelló a un imprudente peatón en Viena, causándole la muerte; dos de sus hijos, Alfonso y Gonzalo de Borbón y Battenberg, fueron hemofílicos y perecieron trágicamente en sendos accidentes de automóvil; mientras un tercero, el infante don Jaime, nació sordo y como consecuencia de ello quedó casi mudo para siempre, falleciendo tras un botellazo que le propinó en la cabeza su segunda esposa, la prusiana Carlota Tiedemann.

Ni el reintegro

Por si fuera poco, Alfonso XIII fue expulsado de España, acusado de alta traición, y su espectro vagó azorado por Francia, Suiza, Estados Unidos e Italia antes de dar su último suspiro en una desangelada habitación del Grand Hotel, en Roma. Ni siquiera la victoria de Franco en la Guerra Civil, que tanto había alentado e incluso financiado, sirvió para restaurarle en el trono de España. Fue como si el destino le hubiese ajusticiado en vida. Tampoco tuvo suerte con la lotería de Navidad: no le tocó ni el reintegro, pese a que jugó importantes cantidades de dinero todos los años, desde 1922. En 1926, por ejemplo, el monarca participó con 270 pesetas en el número 18.918; al año siguiente aumentó su participación a 320 pesetas, esta vez al número 53.473; y el último boleto de su vida, adquirido el 13 de abril de 1931, víspera de la proclamación de la República, tampoco le dio alegrías pese a que apostó 450 pesetas (1.100 euros de hoy) al número 22.121. Muchos años después, su nieto Don Juan Carlos pasaría de puntillas por el numeral trece que había sembrado de tanta fatalidad su reinado. Don Juan Carlos tiene hoy así el NIF número diez, mientras que Franco, a quien debe el trono de España, ostentaba el número uno. La Reina Sofía es titular del número once, la infanta Elena del doce... y del trece, para evitar malos farios, se salta al catorce, en poder de la Infanta Cristina, y luego al quince, que pertenece al Príncipe Felipe.

Volviendo al rey Alfonso XII, añadamos que hubiese cumplido veintiocho años sólo tres días después de su muerte. Pero la tuberculosis, a raíz probablemente de una enfermedad venérea, pudo más que su mermada salud y los remedios limitados de sus médicos.

La póliza de vida

Entonces, se reveló el gran secreto: el monarca había asegurado su vida. Sus herederos recibieron oficialmente la póliza de seguro que Alfonso XII había contratado en febrero del año anterior con la compañía La Previsión, domiciliada en Barcelona. Su importe ascendía a 500.000 pesetas (más de 1,7 millones de euros), pagaderas a los veinte años de la firma del contrato o inmediatamente después del fallecimiento del regio asegurado, como casi sucedió, pues fue necesario aguardar hasta el 16 de febrero de 1886 para que La Previsión ingresase en la Intendencia de la Real Casa los 100.000 duros pactados.

Poco después, se celebró en el Congreso de los Diputados un singular debate sobre la Lista Civil del monarca, durante el cual el diputado Nieto reveló la precaria situación económica del rey: «La sociedad [La Previsión] entregó religiosamente la suma convenida. Se han comenzado a hacer las operaciones del abintestato de Su Majestad, y como resulta que sólo hay en caja la cantidad de 484.000 pesetas (más de 1,6 millones de euros) y hay créditos muy superiores a las cantidades que hay que cobrarse, habrá de suceder, cuando se terminen las insinuadas operaciones, que la fortuna que Su Majestad el Rey de España dejó a sus hijos representará, sobre poco más o menos, 250.000 pesetas [850.000 euros]. Esta es la herencia regia; esto es lo que los herederos de don Alfonso percibirán».

El congresista Nieto puso el dedo en la llaga: Alfonso XII el Pacificador había muerto «pobre». No era extraño así que concluyese: «Este monarca, a quien tanto debe el país, baja al sepulcro y deja a sus hijos nada más que la mitad de la suma en que tenía asegurada su vida». ¿Alguien maldijo también sus finanzas?

LOS ENTRESIJOS DEL SEGURO

Tan importante era la póliza para las delicadas finanzas de Alfonso XII, que el diputado Pi y Margall manifestó: «Resulta evidente que a no mediar el seguro habría muerto [Alfonso XII] con una deuda de 250.000 pesetas [850.000 euros]». No era exactamente así. En realidad, sin ser boyante la situación económica del rey, tampoco podía considerarse desesperada. De hecho, el monarca legó a su hijo Alfonso XIII 1.313.902 pesetas (más de 4,4 millones de euros), sobre un capital que a su muerte se elevaba a 6.640.676 pesetas (más de 22 millones de euros). Además, la infanta María Teresa, hermana de Alfonso XIII, sería la gran beneficiada de la póliza de seguro de La Previsión al percibir una cantidad total de 478.155 pesetas (más de 1,6 millones de euros), que en julio de 1887 invirtió en valores rusos al 5 por ciento de interés depositados en el Banco de Inglaterra.