La mujer que creó la leyenda de JFK
Él fue quien ella quiso y, también, el hombre que quiso que fuera ante nosotros. Ése es el lema de un documental que acaba de estrenarse y que trata de fijar la influencia que tuvo Jackie Kennedy en la construcción del mito que prevalece todavía hoy.
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Él fue quien ella quiso y, también, el hombre que quiso que fuera ante nosotros. Ése es el lema de un documental que acaba de estrenarse y que trata de fijar la influencia que tuvo Jackie Kennedy en la construcción del mito que prevalece todavía hoy.
Cuando John F. Kennedy visitó París como presidente de Estados Unidos, en 1961, se dio cuenta que provocaba más expectación la presencia de su esposa, Jacqueline, que la suya. Por eso no dudó en proclamar que «yo soy el hombre que acompaña a la señora Kennedy». Pero Jackie fue algo más que la creadora de la imagen que tendría aquella presidencia de apenas mil días. Ella se encargó, siempre a su manera, de mantener la llama eterna de la Casa Blanca, denominada popularmente como Camelot, de construir una leyenda que todavía hoy en día se mantiene en pie, hasta el punto de que John F. Kennedy es todavía uno de los líderes más queridos y añorados en su país.
Hace unas semanas se estrenó el documental «JFK: Fact and Fable» donde se explora la influencia que tuvo Jacqueline en su marido, cómo fue ella la promotora de algunos de los elementos que incluso hoy en día se mantienen en el histórico edificio situado en el número 1600 de la Pennsylvania Avenue de Washington.
Golf y té
Hay que tener en cuenta que los Kennedy aterrizan en la Casa Blanca, en enero de 1961, cuando el país sale de una época excesivamente conservadora y gris gracias a las políticas del anciano militar Dwight D. Eisenhower, un hombre que entendía que su mejor distracción era pasar el día jugando al golf mientras su mujer se reunía con las amigas para tomar el té. Todo ello conservando los tonos que la solemne casa había tenido durante décadas, desde que se paseaba por sus salones Abraham Lincoln o Ulysses S. Grant.
El documental demuestra que uno de los primeros retos de Jacqueline fue la restauración y la modernización del histórico conjunto. En este sentido, fue la primera dama quien se propuso cambiar el Despacho Oval hasta ofrecerle un aspecto mucho más acogedor y elegante, añadiendo sofás y sillones para que el presidente pudiera reunirse con comodidad con sus colaboradores más cercanos. A ello se le sumó también el desprecintar la chimenea del mítico despacho. Son detalles que también permitieron que los medios de comunicación se adentraran en espacios que hasta la fecha eran prácticamente desconocidos para el gran público. Y es que John y Jackie Kennedy se adaptaron a los nuevos tiempos, a la llegada de la televisión, lo que permitió que su imagen se hiciera familiar para millones de espectadores de todo el mundo.
La renovación de la Casa Blanca incluso se convirtió en un exitoso programa de televisión en el que la primera dama fue explicando ante las cámaras los cambios que se habían llevado a cabo en la mansión. Su huella incluso se visualiza en la rosaleda instalada en el exterior del edificio y que ha sido testigo de tantas ruedas de Prensa y visitas de Estado.
Cuando los Kennedy llegan al poder, un avión de la U. S. Air Force, bajo la denominación servicio militar de transporte aéreo, es el responsable de los viajes oficiales. Jacqueline dignifica aquello al lograr que se pinte el avión y se inscriba en él un nombre que nos sonará a todos: «Air Force One».
Influencia histórica
«Jackie Kennedy es la responsable de crear el legado de los Kennedy», según explicó a AP Noah Morowitz, el productor ejecutivo del filme. A este respecto, dedicó gran parte de su vida a «hacer de él el gran presidente que tanto quería ser». «Aunque por años se la ha considerado como una referencia de la cultura y de la moda, su influencia histórica de hecho va mucho más allá», aclaró Morowitz. Los Eisenhower habían mostrado poco interés por la cultura y las artes. Desde el primer día, desde el mismo momento del juramento de su cargo, JFK quiso distanciarse del modelo previo. Después de proclamar al mundo entero «no te preguntes qué puede hacer tu país por ti, pregúntate que puedes hacer tú por tu país», ese gélido 20 de enero de 1961 se subió al estrado presidencial el poeta Robert Frost, una de las voces líricas más importantes en la literatura estadounidense del siglo pasado. «Creía que Frost tenía algo que decir a los jóvenes», diría el presidente cuando se le preguntó por la participación del octogenario autor en aquel acto.
Jacqueline abrió las puertas de la Casa Blanca a escritores, músicos, pensadores, gentes que estaban influyendo en la sociedad norteamericana en los inicios de la década de los 60. Quiso, aunque sin suerte, que J. D. Salinger se acercara a los salones presidenciales –aunque sin suerte por los recelos del escritor por mantener su privacidad–. Sí logró reunir en una mesa a los Premio Nobel de Estados Unidos o que Pau Casals accediera a actuar en la Casa Blanca, pese a que se había negado a actuar en aquellos países que apoyaran la dictadura franquista.
El 22 de noviembre de 1963, las esperanzas de todo un país se vinieron abajo. Unas balas acabaron con la vida de John F. Kennedy durante un desfile por las calles de Dallas. Jacqueline estuvo allí y ella se encargó, con el apoyo de su cuñado Robert Kennedy, de diseñar la despedida de la nación a su presidente caído en acto de servicio. La primera dama se inspiró en el funeral y entierro de Lincoln para diseñar aquel adiós: el caballo que andaba solo sin jinete o el carro que trasladó el féretro de su marido. Jackie también pensó en Arlington como última morada del presidente, así como la incorporación de la llama eterna siguiendo el modelo de la que hay en el Arco del Triunfo de París y que nos recuerda que el legado pervive.
Hay un último y fascinante detalle sobre el papel de Jackie como arquitecta de Camelot. En enero de 1964, cuando ya era la viuda más famosa de Estados Unidos, su principal objetivo era la promoción e impulso de lo que debía ser la biblioteca presidencial dedicada a John F. Kennedy. Además de conservar y estudiar toda la documentación creada durante aquellos mil días, uno de los ejes fue la construcción de un importante archivo sonoro con los testimonios de cuantos tuvieron que ver con esa Administración. El proyecto de historia oral fue aprobado ese enero por Jackie y Robert, aportando una herramienta fundamental para el estudio de aquella Casa Blanca. En marzo de 1964, Jackie accedió a mantener una serie de entrevistas con el historiador Arthur Schlesinger Jr., en las que recorrió su vida junto a su marido, sin ocultar detalles, como sus puntos de vista, en ocasiones controvertidos, sobre Martin Luther King Jr., Lyndon Johnson o Charles De Gaulle. Eso sí, hubo una objeción que se respetó: las cintas no podían ser divulgadas hasta que aquellos que aparecían nombrados no estuvieran entre los vivos. Sería Caroline Kennedy, la hija de la presidencial pareja quien promovió en 2011 la publicación de esos materiales fundamentales.