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RAE

Elecciones en la RAE: ya solo quedan tres

La Real Academia Española aplaza al próximo jueves la decisión sobre su director tras una jornada de votación sin que se lograra mayoría absoluta. El nuevo director saldrá de entre tres hombres: Santiago Muñoz Machado, José Luis Cebrián y José Antonio Pascual

Juan Luis Cebrián (a la izquierda), Santiago Muñoz Machado (centro) y José Antonio Pascual
Juan Luis Cebrián (a la izquierda), Santiago Muñoz Machado (centro) y José Antonio Pascuallarazon

La Real Academia Española aplaza al próximo jueves la decisión sobre su director tras una jornada de votación sin que se lograra mayoría absoluta. El nuevo director saldrá de entre tres hombres: Santiago Muñoz Machado, José Luis Cebrián y José Antonio Pascual

Día de elecciones en la calle Felipe IV no es sinónimo de día entretenido, al menos para vivirlo desde fuera. Desde dentro de la sala tal vez las cosas fueron apasionantes con algo más de batalla. Pero por fuera, en la habilitada para la Prensa, ya les aseguro que no. Puede que lo más entretenido fuera la escapada, casi furtiva, al baño, al que se iba «escoltado» para no escuchar o ver de más. Pero, sobre todo, la indiferencia llegó por un resultado sin conclusiones después de una hora de reunión. Algo que, también es verdad, ya se presumía desde las previas. Así lo avisaban los silenciosos académicos que, en boca de unos adelantos que no podían dar nombres, aseguraban que «nos vamos a ir al jueves que viene». Pues dicho y hecho: 20 de diciembre, mismo sitio, misma hora, aunque esta vez con las opciones más reducidas.

Con los pesimistas vaticinios que surgían de los mentideros, «es muy difícil reunir mayoría absoluta», se abrían las puertas de la RAE para votar –en la sesión de las siete– al sucesor de un Darío Villanueva que a principios de octubre –el 4– dijo «basta» y decidió dejar de pegarse contra los elementos por el bien de la Docta Casa. Santiago Muñoz Machado y Juan Luis Cebrián siempre sonaron como los principales nombres dentro de una elección en la que no existen candidatos oficiales –todos optan, salvo que se renuncie–. Después se sumó, con bastante fuerza, el nombre de Inés Fernández-Ordóñez, impulsada, además de su valía, claro está, por los tiempos que corren y por las otras siete académicas que ocupan sillones. Todo de oídas, claro. José Manuel Sánchez Ron y José Antonio Pascual –junto a Muñoz Machado y Cebrián, nombres que barajó LA RAZÓN el 6 de octubre–, también sonaban, pero sin tanto eco mediático. Ya saben, cosas de la quiniela y la rumorología. Aun así, fue el último de estos dos el que logró entrar en la terna finalista: «Los tres más votados pasan a la siguiente elección», explicaba Aurora Egido, secretaria de la Academia, pasadas las ocho y media de la noche. Con lo que el trío finalista, los hombres que se jugarán las cartas en la siguiente ronda, lo formarán los dos «evidentes», el jurista Muñoz Machado y el periodista Cebrián, y Pascual, filólogo. Pero no solo el director era el puesto a dilucidar la pasada noche, sino también el de bibliotecario, donde no hubo movimiento, pues Pedro Álvarez de Miranda seguirá en su cargo; y el de vocal segundo, en el que Inés Fernández-Ordóñez no continuará, un cargo que, como tampoco hubo consenso en la selección, deberá salir en segunda ronda de otra nueva terna, la formada por Paz Battaner, Miguel Sáenz y Margarita Salas.

De acuerdo a los estatutos de la institución la nueva votación se celebrará dentro de siete días y ahí, ya sí, tendremos vencedor y, por tanto, director de la RAE: «Resultará elegido en primera votación el candidato que obtenga el voto favorable de las dos terceras partes de los académicos numerarios», insuficiente en la sesión de ayer. Por lo que se deberá pasar a la segunda fase de los escritos: «Si no resulta elegido ningún candidato se votará de nuevo en la misma sesión, y saldrá quien obtenga el voto favorable de las dos terceras partes de los presentes. Si tampoco se produjera elección, se procederá a una tercera entre los dos candidatos más votados. En caso de empate se realizarán las votaciones de desempate precisas, previas a la tercera. En esta resultará elegido el que logre los votos favorables de la mitad más uno de los presentes. Si ninguno los obtuviera se procederá a nueva convocatoria».

Entonces, solo entonces, se dará por cerrada la etapa de Villanueva al frente de la Academia que rige las normas del español y que desde que se anunciara una decisión «que ya había tomado hace dos años», dijo en octubre, ha estado a expensas de la elección. «Nunca había trascendido tanto una votación», clamaban esos miembros anónimos de la casa. El debate interno había saltado a los medios y con él los problemas y caminos a seguir de la institución. El primero, casi el mismo que en la mayoría de sus hogares, el dinero. Los 1,6 millones de euros que recibe la RAE del Estado parecen insuficientes dentro de un presupuesto de 7 millones y, por encima de eso, de un grupo que lleva, como ningún otro, los devenires del idioma.

Lastre económico

Villanueva lo dejaba claro tras anunciar su salida: «Después de los cinco años que pasé como secretario y los otros en los que he desempeñado la función de director considero que hemos alcanzado los propósitos y encauzado muchas soluciones a las dificultades que se nos han planteado, a pesar de que algunas trabas económicas eran complejas. Por supuesto, la crisis económica ha repercutido mucho en la Real Academia Española». Se refería a la disminución del «60% los recursos de los que disponíamos», pero también a que, «por incidencia de la crisis, hemos dejado de vender libros y, también, ha disminuido la participación y el apoyo en nuestros proyectos. Son varias crisis en una. Evidentemente esto no solo ha afectado a la Academia, sino que muchas instituciones están atravesando enormes dificultades», reconocía el director saliente. Y apunten al lenguaje inclusivo como otra patata caliente.

Con esos precedentes llegará la nueva cabeza visible de una Academia que, quizá, esté en un punto en el que se necesite más un gestor que un filólogo. De ser así, habría que remontarse hasta el periodo de 1982-88 para encontrar al último director no filólogo al frente de la Docta Casa, Pedro Laín Entralgo. Será esta la clave por la que Muñoz Machado y Cebrián se postulen desde un principio como «favoritos», porque entran dentro del perfil de un hombre capaz de conseguir apoyos en un momento complicado presupuestariamente. Una batalla que, sin duda, supone un desgaste permanente cuando no se pertenece a esos mundos. Pero no hay que olvidar que la RAE,no es cosa de 46 académicos encerrados, sino que es de la gente de a pie. «La lengua es un poder del pueblo», decía Víctor García de la Concha –dos presidencias atrás–, y por ella deberán ponerse de acuerdo los 44 académicos –más García Gual y Mayorga, que todavía no tienen derecho a voto–, que son, como usted, parte del pueblo que, con su uso en el día a día, hacen que el lenguaje esté vivo.