La traición del «telepromter»
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Todo está perfectamente medido y calculado en la ceremonia de entrega de los Premios Príncipes de Asturias, un vistoso acto que la fundación que concede los galardones organiza cuidadosamente desde hace treinta y tres años y que hoy ha sufrido la traición de una innovación tecnológica: el "telepromter".
Se trata de un mecanismo, muy usado por los presidentes de los EEUU, que permite a un orador leer su discurso en dos pantallas transparentes colocadas a ambos lados de su atril, de manera que puede hablar a su auditorio con mayor naturalidad, al no tener que dirigir la mirada hacia abajo, a sus papeles.
El artefacto en cuestión se había colocado para que el Príncipe de Asturias pudiera pronunciar su discurso con mayor libertad y soltura, ya que lo empleó por primera vez, con notable éxito, el pasado mes de septiembre en Buenos Aires en la presentación de la candidatura de Madrid a los Juegos Olímpicos de 2020.
Todo iba bien mientras hablaba don Felipe, con un silencio casi reverencial en el interior del Teatro Campoamor, conscientes los invitados, las autoridades, la Reina desde el palco de honor, la propia princesa Letizia, de que se trata de su alocución más importante del año.
De hecho, había logrado tanta soltura, dirigiéndose con la mirada a un lado y a otro, como para abarcar a todo el público, que ha llegado a golpear uno de sus micrófonos en un gesto espontáneo de una de sus manos.
Sin embargo, mientras hacía una semblanza del "deportista total"José María Olazábal, Premio de los Deportes, el Príncipe se ha quedado callado; durante unos segundos interminables el silencio se ha hecho espeso e inquietante, el orador con el gesto inmutable.
Desde bambalinas, un asistente le ha entregado el discurso escrito en varios folios que don Felipe ha colocado enseguida en el atril para continuar, ya en "formato clásico".
Doña Letizia, sentada en la mesa presidencial y que hasta ese momento ha mantenido una sonrisa casi permanente durante toda la ceremonia, se ha percatado del contratiempo y ha cambiado el gesto.
Sin embargo, el Heredero de la Corona lo ha resuelto con aplomo y oficio -son incontables los discursos que ha tenido que leer a lo largo de su vida- y eso que, para mayor inri, ha habido un momento en que de nuevo ha detenido la lectura, aparentemente al haber perdido el hilo en las páginas impresas.
Pero como no hay mal que cien años dure, cuando avanzaba hacia la parte más esperada del discurso, con su mensaje más personal, la maquinita ha vuelto a la vida, y ha podido recuperar la mirada alta para expresar algunas de las ideas más relevantes de su alocución.
"Son muchos, son millones los españoles que cada día batallan para salir adelante con honestidad, con esfuerzo, con valentía y con humildad", ha proclamado, acentuando con el gesto sus palabras.
Tras concluir, cuando ha ocupado su puesto en la mesa, doña Letizia le ha dirigido una cariñosa mirada y le ha agarrado de la mano brevemente, para seguir aplaudiendo, al igual que el resto del auditorio, puesto en pie sin excepciones.
No ha sido el "telepromter"la única novedad de la ceremonia.
Por vez primera un animal ha subido al escenario, ya que para recoger el Premio de la Concordia concedido a la ONCE han asistido el presidente de la organización, Miguel Carballeda, la niña de ocho años Liv Parlee Cantin y María Cristina Lucchese, acompañada de su perro guía, un labrador de tres años y medio llamado Breezy.
La pequeña invidente ha cautivado a todos con su alegría, demostrada no sólo con su sonrisa, sino también con los saltos, más que pasos, con los que se ha dirigido a recoger el galardón, cogida de Carballeda con una mano y con la otra sujetando su bastón.
Además del Príncipe, han hablado la fotógrafa Annie Leibovitz, Premio de Comunicación y Humanidades, en inglés, la socióloga Saskia Sassen, que ha recibido el de Ciencias Sociales y se ha explicado en un perfecto castellano aprendido en su infancia bonaerense, y el austríaco Michael Haneke, Premio de las Artes, en alemán.
Y el escritor Antonio Muñoz Molina, Premio de las Letras, austero en gestos pero rotundo en sus palabras, con una reflexión dedicada al oficio de la escritura de la que nada entendía el científico y Nobel François Englert, premio de Investigación Científica junto al físico del famoso bosón y también Nobel Peter Higgs.
Haciendo honor al tópico del físico despistado, no se había percatado de que disponía de un sistema de traducción simultánea.
El Príncipe sí se ha dado cuenta, y le ha hecho un gesto desde su mesa para indicarle que lo utilizara, y así ha podido saber que el autor español apuesta por "reflexionar con urgencia sobre todos los errores, todas las inercias y descuidos que necesitamos corregir".