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La trinchera del soldado Tolkien

El escritor, durante la I Guerra Mundial. Un nuevo libro desvela cómo le influyó el horror que vivió en la guerra mientras escribía «El Señor de los Anillos»
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  • Víctor Fernández está en LA RAZÓN desde que publicó su primer artículo en diciembre de 1999. Periodista cultural y otras cosas en forma de libro, como comisario de exposiciones o editor de Lorca, Dalí, Pla, Machado o Hernández.

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A lo largo de la historia, han sido muchos los escritores que se han comprometido con una causa, aunque eso implicara marcharse al frente, con el riesgo de perder la vida. A Cervantes, Lepanto le valió acabar preso y empezar a escribir su «Don Quijote de La Mancha» en una celda turca. J. D. Salinger llevaba consigo las primeras páginas de «El guardián entre el centeno» cuando desembarcó con las tropas aliadas en Normandía. En esta línea está J.R.R. Tolkien, quien empezó a trabajar en su mítica trilogía de «El Señor de los Anillos» en plena Primera Guerra Mundial. Sin embargo, éste era un episodio que aparecía en varias biografías del escritor, pero que necesitaba ser analizado con una mayor profundidad. El próximo 5 de junio Minotauro publica un profundo estudio sobre el tema. «Tol-kien y la Gran Guerra», del escritor y periodista John Garthdescubre, tras cinco años de investigación, nuevos aspectos del escritor durante aquel conflicto gracias a abundante documentación inédita, especialmente de los archivos de los herederos del autor de «El Hobbit». El libro sigue la huella del gran autor fantástico entre 1914 y 1918, desde sus primeros tanteos en el idioma élfico cuando se encuentra estudiando en la Universidad de Oxford hasta el horror vivido como oficial de señales en un batallón en el Somme, para desembocar en los dos años que pasó como guardia permanente, además de inválido crónico en el muro de la defensa marítima de los ingleses. Todo ello mientras nace su más celebrada obra literaria.
El relato se inicia en 1913, justo a ocho meses del estallido de la contienda bélica, cuando Tolkien es un veinteañero al que sus compañeros llaman John Ronald. Ha demostrado un gran interés en el estudio de lenguas antiguas y es un buen jugador de rugby en la universidad. Medio siglo después, cuando la guerra era un recuerdo doloroso, escribirá en el prefacio a la segunda edición de «El Señor de los Anillos» que «en 1918 todos mis amigos más cercanos excepto uno estaban muertos». Y así fue. Ser testigo de los desastres de la guerra hizo que su propia vivencia acabara adentrándose en su producción literaria. La realidad acabó pasándole factura.
Fusilero de Lancashire
La Gran Guerra sorprende a Tolkien en Cornwall, dibujando paisajes marinos y rocosos, retrasando su alistamiento por motivos económicos y literarios. No fue hasta el 28 de junio de 1915 cuando se apuntó en la oficina de reclutamiento de Oxford para solicitar su incorporación temporal como oficial «por el plazo que durase la guerra». Declarado sano, en el documento conservado se apunta como su principal preferencia 19/Fusileros Lancs, por lo que acabaría en el 13 batallón de servicio de los Fusileros de Lancashire, campamento en el que alternó los deberes militares con lecturas en islandés, análisis criptográficos y el nacimiento de su obra literaria. Amigos suyos en el campo de batalla llevaban consigo sus primeros poemas, como el compañero que le escribe «llevo tus últimos versos (...) conmigo como un tesoro (...). Sabes tan bien como yo, mi querido John Ronald, que me importa un bledo si el Bosch65 lanza media docena de potentes explosivos alrededor y encima de este barracón desde el que te estoy escribiendo, mientras haya gente que siga componiendo versos sobre "Kortirion entre los árboles"y temas como ése: tal es el motivo por el que estoy aquí, para cuidar de ellos y protegerlos». No sería hasta el 4 de junio de 1916, poco después de haberse casado, cuando Tolkien marchó a la guerra con la idea de que no sobreviviría porque, como él mismo dijo, «los oficiales subalternos eran exterminados, doce por minuto. Dejar atrás a mi esposa entonces (...) fue como morir».
El libro documenta el horror vivido por Tolkien en los enfrentamientos de su batallón con tropas alemanas. A ello se le sumaron las noticias sobre la caída en el frente de sus compañeros de estudios en Oxford, algunas de las cuales resultaron bastante dolorosas, como la de Rob Gilson y Geoffrey Bache Smith. Al escritor también le oprimía, como apuntó, «el universal hastío de toda esta guerra».
Entre el fuego enemigo, Tolkien comenzó a crear las historias con las que revolucionó el género fantástico, aunque medio siglo más tarde matizaría esa afirmación porque «no son más que habladurías. Podías garabatear algo en el dorso de un sobre y metértelo en el bolsillo trasero, pero eso es todo. No podías escribir (...) estarías agazapado entre moscas y otras inmundicias». Garth explica en su libro que Tolkien, por ejemplo, revisó «Kortirion entre los árboles» durante dos días en un refugio subterráneo, en la primera línea del frente junto al bosque de Thiepval. Criaturas monstruosas parecen inspiradas en las barbaridades vistas durante su paso por batallas en el territorio francés al que fue destinado, como cuando trabaja en un personaje como Melko, un carcelero de seres vivos que posteriormente sería más conocido por los nombres Melkor y Morgoth, y los Noldoli acosados que trabajan como esclavos para él en sus Infiernos de Hierro. En 1918, cuando la guerra estaba acabándose, Tolkien siguió trabajando en su obra mitológica, además de desarrollar sus personales lenguas: el qenya y el goldogrin. Curiosamente, mientras los aliados occidentales se unían de manera efectiva a la guerra de los rusos blancos115 contra los bolcheviques, comenzó a estudiar ruso.
Cuando el 11 de noviembre de 1918 acabó la I Guerra Mundial, al día siguiente el soldado del ejército británico J. R. R. Tolkien solicitó ser destinado a Oxford, alegando como finalidad «completar su formación académica». No fue liberado de su servicio militar hasta el 16 de julio de 1919, después de que le fuera entregada una cartilla de racionamiento y tras recibir una pequeña pensión por discapacidad.

El detalle

EL ELOGIO DE C. S. LEWIS
Garth pone en entredicho que la guerra acabara con las tradiciones épicas y heroicas. La mejor prueba de ello es la labor de Tolkien (en la imagen en el equipo de rugby de la King Edward's Shool) edificando su Tierra Media. No quiso participar en una literatura de trincheras y navegó contracorriente. Por eso, C. S. Lewis apuntaría que «nadie influyó nunca sobre Tolkien. Era como tratar de influir a un zamarrajo».
«Tolkien y la Gran Guerra»
John Garth
Minotauro
520 páginas. 23,90 euros

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