La vuelta al mundo en el Savoy: entrevistas imaginarias
Venecia o Londres tienen el suyo. Nueva York, la ciudad que no conoció Alvite, también. Un nombre emblemático y legendario donde el escritor dejó correr el humo de su tinta
Alvite pregunta. Y él mismo responde. Quizá en el Savoy. Políticos, actrices y actores, pintores, modistos. Jesucristo, también.
A todos ellos supo sacar en «Charlas de nunca»
Entrevistas imaginarias
Alvite pregunta. Y él mismo responde. Quizá en el Savoy. Políticos, actrices y actores, pintores, modistos. Jesucristo, también.
A todos ellos supo sacar en «Charlas de nunca» (Ézaro) una conversación trufada de metáforas que llevan su sello
Duke Ellington
«El jazz es música de paso hecha por dioses vagabundos»
–Luz, sexo, sueños, jazz y los matones de Owney Madden...
–¡Owney Madden! Era un mafioso, pero el Cotton Club fue una catedral a sus órdenes. Había frescura, ¿OK? Te sentías libre actuando para aquella secta de blancos llenos de dinero, lencería y mentira. Aquello era un club selecto en la compleja oscuridad de Harlem, pero te sentías tan a la intemperie, tan creativo, tan libre, muchacho, como si estuvieses tocando para un puñado de comensales acomodados en un callejón.
–Pero tú procedías de la acomodada burguesía negra de Washington.
–Económica y socialmente yo era un blanco de raza negra, eso es cierto. Pero no es menos cierto que la sangre de los tipos como yo nunca tiene dinero. La sangre de un negro siempre tiene la piel negra. La sangre del negro es una sangre trashumante, sangre como de paso, sangre clandestina. En ese sentido siempre tuve la magnífica espontaneidad del negro pobre. El jazz es música de paso hecha por dioses vagabundos que llevan hecho un nudo en al garganta con el nombre remoto de su madre, el humo del tabaco y el aliento del saxo.
Jesucristo
«El pueblo llano quiere un Dios con las mañas de un bedel»
–Verá Usted...
–De tú por favor... de tú.
–Verás... muchos creyentes tienen la sensación de que aquel cristianismo lleno de inocente escasez se quedó en nada...
–Yo mismo soy de esa opinión. El fallo fue jerarquizar la Iglesia. El pueblo llano quiere un Dios sencillo, un Dios con las mañas de un bedel, aquel Dios a granel de cuando éramos trece sindicalistas cruzando el lago Tiberiades en una patera.
–¡Ya ni siquiera hay apariciones!
–Hay televisión. A veces pienso que si Leonardo repitiese su cuadro de «La última cena», en mitad de la mesa se vería el micrófono de la Cope.
–¿No es triste ese Dios coaxial, ese Dios por cable, el Dios multinacional que vuela en Alitalia?
–Es descorazonador. Me siento frustrado. Decías que no hay apariciones. ¡Si es que no surtirían efecto! Hace unos días se me ocurrió aparecerme en un salón de baile. Una joven me pidió mi firma en un papel. ¿Y sabes qué hizo la desdichada?
–¿Qué hizo?
–Salió corriendo hacia un corro de amigas, gritando: «¡Tengo un autógrafo de Demis Roussos!».
Scott Fitzgerald
«Alguien puede pensar que mis obras tendrían que venderlas embotelladas»
–¿Utilizaste a Gatsby para distanciarte emocionalmente de aquella gente?
–Gatsby fue mi coartada literaria para regenerarme. Gatsby organiza fiestas para toda aquella gentuza pero él no participa del glamour ni de la frivolidad. Y así me sentí yo durante el resto de mi vida. Llegué a sentirme tan aislado como Gatsby, que permanecía observándolo todo desde lejos, inaccesible, en apariencia incólume y limpio, tan alejado de aquella maldita sociedad como si hubiese colocado el portal de su mansión en un segundo piso.
–Marchaste a Europa, regresaste a América... recalaste en Hollywood...
–Un fracaso tras otro. «Suave es la noche» acabó de hundirme emocionalmente y el siguiente golpe de Joseph L. Manckiewicz destrozando un guión mío. Fue como si me hubiesen dado con un martillo encima de las anestesia. Es cierto: acabé desolado y apestando a alcohol. Con razón alguien puede pensar que mis obras tendrían que venderlas embotelladas.
–¿No hay vida interior en esa clase de gente, Francis?
–Se lo pregunté a una de aquellas putitas. Ella me miró sorprendida y dijo: «¿Vida interior? No estoy preñada, si te refieres a eso...».
Cary Grant
«A los tipos como yo la prenda que mejor les sienta es la escalera de un barco»
–¡Cómo se te entregan las mujeres, Cary, amigo mío! Eras un soplete con la llama gris marengo...
–Porque tuve mucha clase, es cierto.
–¿Y qué es tener clase, muchacho?
–La clase es que a los 60 años una mujer tenga la sensación de que las arrugas de tu rostro son las rayas que le sobran a tu pijama...
–Es que te sentaba bien la ropa, Cary...
–No era sólo eso. A los tipos como yo la prenda que mejor les sienta es la escalera de un barco, el asiento de un avión y la música de Mancini. No quiero parecer pedante pero en una ocasión una conquista me dijo: «Cary, encanto, cuando te tuve cerca me sentí como si fuera a estrellame contra el cielo».
Hitler
«Mi auténtico sueño era ser profesor de gimnasia del III Reich»
–Dicen que su sueño era coronarse emperador de Europa vestido con leotardos en París.
–Eso dicen mis detractores. Lo cierto es que mi auténtico sueño era ser profesor de gimnasia del III Reich.
–¿A quién hay que culpar de la mala imagen del Holocausto?
–Les dije a las SS que había que contener demográficamente a los judíos. Eso fue todo. A los responsables se les fue la mano. Birkenau, Dachau, Mathaussen, Trblinka... eran una red de paradores..., pero a Himmler seis millones de judíos se le pasaron de horno...
–¿Es cierto que Franco le paró los pies en Hendaya?
–¿Bromea usted? Franco era una figura menor que gastaba la misma talla de faja que doña Concha Piquer. Yo trabajaba para la Historia; Paco trabajaba para el No-Do.
–Se sintió parcialmente oscurecido por Mussolini?
–Por favor. No puede hacerte sombra un tipo que da la sensacción de haberse comido las mandíbulas de Bob Hope. Mi fiel Goebbels tenía razón. Me dijo: «No se preocupe, mein Führer, su austera efigie de César no podrá ser jamás oscurecida por un tipo con el pecho de Mae West».
Humphrey Bogart
«Mi idea del nudismo es salir a escena sin un revólver en la mano»
–Creo que detestas la manga corta.
–OK. ¿Has visto alguna vez un Papa con manga corta? Hice algunas concesiones por dinero pero un tipo como yo la única manga corta que pude sorportar es un descapotable.
–¿Cómo debe ser un beso, Boggie?
–No soy el catecismo, muchacho. Sé cómo son mis besos, eso es todo.
–¿Y cómo son?
-Las mujeres dicen que después de besarse conmigo tiene la sensación de que deberían correr al retrete para escupir el hueso.
–Alguien me dijo que te habías prohibido a ti mismo besar a Joan Crawford.
–Es que en los labios de Joan siempre me pareció que se escondía el bajo vientre de Burt Lancaster. Le dije: «Nena, aceptaré un beso tuyo cuando decida dispararme en la boca».
–¿Y Grace Kelly?
–Nunca hubo nada entre nosotros. No sabría cómo afrontarlo. Supongo que con una mujer así sería como besarse de usted.
–¿Qué es el cine negro?
–Una gabardina, un periódico y pan para las palomas.
–¿Saldría desnudo en el cine por dinero?
–Yo soy de los que se visten por dinero, muchacho. Mi idea del nudismo es salir a escena sin un revólver en la mano y una frase demasiado corta en los labios.
Christian Dior
«Ahora las mujeres sólo visten para meterse en la cama»
–La moda consiste ahora en desnudar mujeres sin que parezca prostitución...
–¡Exacto! Encubren con la apariencia de Arte lo que no es más que una actividad de serrallo. Las pasarelas se llenan de carne, de chacinería... Ahora las modelos se enseñan como ganado, los creadores se limitan a prestar su firma como coartada. Ahora las mujeres sólo visten para meterse en la cama.
–¡Qué elegancia la de Callas!
–Era una elegancia con contenido, una distinción con clase, algo con hondura. María Callas tenía el elegante desequilibrio de una mente opresiva en un cuerpo castigado por las dietas y por las interminables funciones en la Scala y en el Metropolitan, pero era belleza como un Tiziano en llamas. ¡Bellísima Callas! Tenía aquella sublime elegancia al detalle, algo que ya no existe. Ahora las mujeres se ofrecen igual que se ofrece una degustación de patés. Son comida.
Maria Callas
«Soy de esas mujeres que sudan si se entusiasman»
–Se dice que Onassis te dejó por insoportable.
–Y por Jackie Kennedy, claro, aquella viuda cuyo pecho tenía el mismo erotismo que el de Cliffton Webb.
–¿Celos?
–Jamás. Aristóteles Onassis buscaba alguien que en la cama le garantizase posturas.
–Dime María, ¿por qué nunca logramos verte verdaderamente feliz?
–Fui feliz a mi manera, feliz hacia dentro, ya sabes, esa clase de felicidad que en tu rostro produce el mimso efecto que los gases de la digestión. Nadie es feliz mucho tiempo seguido. Lo que ocurre es que la gente se fija en tu rostro y juzga. Se equivocan. Lo que ocurre es que mucha gente confunde la felicidad con las cosquillas.
–Te llamaron egoísta por retirarte en brazos del naviero.
–Estaba cansada, necesitaba mar y millas. Nunca tenté la chequera de nadie. Mi voz apestaba a dinero. A veces llegué a pensar que los hombres no me deseaban como mujer sino como botín.
–No habrás sido muy efusiva en la intimidad. Detestabas el deporte...
–Con esto acabamos, Al. Nunca fui efusiva. Soy de esas mujeres que sudan si se entusiasman. Y yo detesto el sudor. ¿Deporte? Bueno, con franqueza, mi idea de deporte fueron un par de reverencias admirándome en el espejo.