Leo Nucci: «Soy polémico, pero con una sonrisa»
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El barítono ofrece hoy junto a la soprano María José Moreno un recital en el Hospital 12 de Octubre dentro del ciclo «Música en vena».
Dentro de dos años se cumplirán cincuenta de la primera vez que Leo Nucci se presentó ante el público. Fue en el Teatro Sperimentale de Spoleto. Cantaba Fígaro en «El barbero de Sevilla». Hoy sigue conservando el nervio y la chispa que le han hecho ser grande entre los grandes y haberse convertido en «el» Rigoletto. Más de 500 veces lo ha representado y otras tantas se ha llevado el aplauso del público. Hoy será protagonista, junto a la soprano María José Moreno y el pianista Paolo Marcarini, de uno de los conciertos de «Música en vena», un ciclo único que forma parte de la programación del Centro Nacional de Difusión de la Música (CNDM). La asociación, que es la que da nombre a esta serie de conciertos lleva funcionando tres años. La temporada 2014-2015 habrá doce recitales en cuatro hospitales de Madrid: Clínico San Carlos, 12 de Octubre, Gregorio Marañón y Puerta de Hierro. Ayer volvió a vestirse de Giorgio Germont para «La traviata» del Teatro Real, en la que canta tres funciones. No hay entradas.
–No se podía haber elegido un título mejor para este ciclo que «Música en vena».
–Sí, es perfecto. Me parece muy importante poder hacer algo por aquellos que sufren, aportarles un momento de alegría para que olviden. He interpretado un montón de conciertos benéficos, pero los de este tipo son especiales.
–¿Se canta igual que si fuera para el auditorio de un teatro?
–Para mí el público es siempre público. Has de darle lo mejor. Recuerdo una vez que me escribió el hijo de una mujer que estaba enferma. Me dijo que trataba de conseguir una grabación de «El barbero de Sevilla», pero que no la habían conseguido y que el deseo de su madre era poder escucharme. Pasaron cinco o seis meses y me escribió de nuevo. Junto a su carta, otra del director del hospital en la que me daba las gracias por haber podido hacer más felices los últimos momentos de vida de aquella mujer. Había hecho mucho más el disco que los propios médicos. Impresionante. Recuerdo otro encuentro memorable en Parma. Esas emociones son muy complicadas de describir. Hay que cantar sin pensar en hacer un show, sino en ser uno mismo. No pienso que haya que ser piadoso, sencillamente cantar y no hacer comedia. Estoy encantado de poder trabajar ahora en España.
–Usted sabe, además, que aquí se le adora, se habla de su voz, se le considera un maestro...
–Yo no entiendo nada de técnica. Lo que hago es cantar y transmitir. Sé dónde poner mi voz.
–Pues la pone muy bien. ¿Acepta de buen grado las malas críticas?
–Las buenas y las malas (ríe). Cuando la crítica no es buena, aunque quien la firme te odie, sabes que algo de verdad y de razón hay en ella, una base de fundamento. No pensemos que estamos en posesión de la verdad absoluta.
–Debe de ser una satisfacción poder hacer feliz a la gente de manera tan altruista. No se lleva mucho hoy, señor Nucci...
–El mundo es completamente ridículo, está loco. Yo pensé que era yo quien había perdido el juicio, pero todos estamos así. Tenemos tantos problemas a nuestro alrededor que no somos capaces de verlos. Y tanta retórica... Yo soy polémico, pero con una sonrisa.
–Explíquemelo, porque tiene jugo.
–Es mi manera porque hacerlo con una bomba en la mano hace daño, mucho daño. A través de una sonrisa es como lo realizan los comediantes. Con ella puedes llegar a que la gente se tome en serio lo que dices. Puedes lanzar dardos terribles con una sonrisa en los labios. Y yo lo hago. Soy Leo Nucci, un italiano de Bolonia, con familia de la Toscana, y los de allí son todos polémicos, la tierra de Dante Alighieri, imagínese si puede haber alguien más polémico. Mi abuela, que era mujer simpática y sabia, una toscana de raza, me repetía una frase que siempre tengo en mi cabeza: «Recuerda que cuando hablas debes pensar dos veces lo que dices». Y he seguido esa máxima. Aunque siempre que polemizas has de tener toda la información en la mano y saber de lo que hablas.
–Qué momento el que se vive en Italia ahora mismo ¿verdad?.
–Muy difícil, tremendamente complicado. Hoy (por ayer) se vota la nueva ley electoral en el Parlamento y yo creo que las cosas no pueden quedarse como están. Este Gobierno debe cambiar algo, no podemos seguir así, como si no sucediera nada. Yo propongo devolver a los estantes de las librerías un libro único, «El gatopardo», que incluye una frase inmortal: «Hay que cambiarlo todo para que nada cambie». El mundo se ha transformado radicalmente en estos últimos años. Quienes tienen el poder y están bien sentados en sus despachos, no quieren dejarlo y ahí radica el quid de la cuestión. Cuando miro a Italia me doy cuenta de que somos un pueblo con una fuerza particular en el mundo de la moda, en el arte..., el número uno en bastantes campos, poseemos una fuerza grande, pero no podemos vivir del pasado. El tema de la corrupción resulta inaceptable. En el tercer milenio no podemos seguir con estos lastres. Si no somos capaces de dar un paso hacia adelante, caminaremos hacia atrás. La Exposición Universal de Milán se inaugura el viernes. ¿Qué imagen vamos a ofrecer al resto del mundo? Soy italiano y vivo en Italia y voy a luchar para que mi pueblo tenga el respeto que se merecen, pero ojo, que no soy en absoluto nacionalista, para nada.
–El problema no reside sólo en Italia.
–Lo sé, es general en toda Europa. Debemos buscar la manera de hablar en común y resolver conjuntamente. Cómo no voy a luchar por el país que me ha dado la vida, la familia, y donde tengo mis raíces. Yo lo sufro y pido un cambio, pero sin nada de violencia, sino con una sonrisa.
–No se resiste.
–Tenemos que luchar y no convertirnos en meros contempladores, cada uno a su manera y desde su parcela, y por eso hoy vamos a tratar de dar toda la emoción que esté en nuestras manos.
–¿Cuál será el programa?
–Habrá un poco de todo, pero estará «Rigoletto». ¿Y sabe por qué gusta tanto? Porque habla de valores eternos, del bien y del mal. Por eso siempre gusta.