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Antonio Colinas, de antología

larazon

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Cuando en 1970 José María Castellet publicaba su ya histórica antología «Nueve novísimos poetas españoles», en ella no figuraba, pese a haber publicado dos prometedores poemarios, Antonio Colinas (La Bañeza, León, 1947). El tiempo quizá ha venido a justificar esa desacertada ausencia, porque se trata de un poeta de originalísima personalidad e inclasificable estilo, aunque sus versos respondan generacionalmente a esa estética exquisita, culturalista y espiritual, a aquellos «novísimos», en fin. Títulos como «Sepulcro en Tarquinia» (1975), «Noche más allá de la noche» (1983), «Los silencios del fuego» (1992), «Amor que enciende más amor» (1999), «Desiertos de la luz» (2004) o el reciente «Canciones para una música silente» (2014) han ido consolidando una trayectoria lírica definida por la delicadeza introspectiva, el sentido vitalista de la literatura, una pautada deriva filosófica y la influencia de la expresión mística, de la retórica clásica o de la mitografía romántica; sin olvidar un callado tono intimista, el asedio a ensoñados mundos exóticos, la refinada estilización de la naturaleza, la búsqueda de la belleza ideal y una entrañable bonhomía machadiana. La merecidísima concesión del XXV Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana ha propiciado, entre otras celebraciones y homenajes, la publicación de una acertada antología lírica, «Lumbres», en selección del propio autor e introducción de dos destacados especialistas en su obra: María Sánchez-Pérez y Antonio Sánchez Zamarreño. Hallamos en estas páginas poemas tan representativos como «Nacimiento al amor», de emotiva sensibilidad idealista: «Cuando fueron más tristes las noches y los hombres, / cuando llegó el otoño, nacimos al amor»; o «Fantasía y fuga en Santillana de Mar», texto de vibrante imaginería medieval: «Guardaré todo el sueño de esta noche en mi pecho / y volveré a pensar en las hortensias húmedas / del jardín, en la hierba medieval de los claustros».

Venecia y Ezra Pound

Destacan la estetizante evocación de la «Isla de Circe (Capri)»: «Isla mía: en ti muere luz y, sobre ti, / como una perla negra, veo la noche»; el representativo «Encuentro con Ezra Pound»: «Debes ir una tarde de domingo / cuando Venecia muere un poco menos»; el sentido «Homenaje a Valle-Inclán»: «En Galicia, los pórticos de piedra, / la yerba chorreante, los faroles / de amarillenta luz, el camposanto»; y la figuración esencialmente característica de «La hora interior»: «Cuando Todo es Uno / y cuando Uno es Todo, / cuando llega la hora interior, / se inspira la luz / y se espira una lumbre gozosa». Esta oportuna antología recoge algunos de los mejores textos de un poeta marcado por el humanismo clásico, el gozo de vivir, el exquisito rigor estilístico y la perseguida belleza ideal.
Versos de la conocida evocación de un crepuscular Giacomo Casanova perfilan acertadamente este perfil literario: «Y yo sólo deseo salvar mi claridad, / sonreir a la luz de cada nuevo día, / mostrar mi firme horror a todo lo que muere». Tres poemas inéditos incentivan el interés de esta edición; en uno de ellos, el añorado pasado juvenil: «¿Qué fue de aquellas músicas de un tiempo / en Europa, las de mi juventud?». Sin duda alguna, un libro sencillamente imprescindible.