Atrapados por el ladrillo

Un rencor antiguo atraviesa la vida del Pájaro Tamai y de Marciano Miranda, quienes al comienzo de «Ladrilleros», la nueva novela de Selva Almada, se dirimen entre la vida y la muerte junto a una noria movida suavemente por el viento. Están heridos; se han batido a duelo en una escena con tintes borgeanos: bajo un cielo abierto y con cuchillos. Mientras amanece y agonizan ambos alucinan encuentros con sus padres: el Pájaro porque lo odia; Marciano, porque todo lo contrario, lo echa de menos. Y claro, la pregunta (que la novela intentará responder a lo largo de sus páginas) es cómo esos dos jóvenes pudieron albergar tanto rencor.

Violencia, traiciones, tensas relaciones barriales y sexuales marcan la trama de esta novela en la que Selva Almada compone una historia situada en un pueblo del noreste de la Argentina. Un pueblo de gente humilde, de mujeres trabajadoras que intentan salir adelante como pueden (o como las dejan) y que deben soportar como maridos a unos hombres perdidos en la humillación y el desprecio. Vecinos que se dedican a hacer ladrillos y que, ante un sol tremendo, empiezan a incubar un odio mutuo que se salda con la muerte de uno, la huida del otro, y que se hace perpetuo en la sangre de sus hijos Pájaro y Marciano.

La novela es la historia de ese odio que nace sin motivo y que va enredándose como una pasión ciega y oscura que envuelve y obliga a todos (a los hombres del barrio, a las mujeres, al pueblo y a los niños) a cumplir una ley inconsciente, tan dolorosa como al tiempo necesaria. Todo registrado, además, por un lenguaje y un ritmo que, en su trasfondo de tonos y de voces, son el escenario de un rito que no puede concluir sino con la muerte.