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Ayanta Barilli, contra la «maldición» familiar

larazon

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La lectura de un buen libro es un diálogo incesante en el que el relato habla y el alma contesta», decía Maurois, y eso es lo que encontramos en «Un mar violeta oscuro» (Finalista del Premio Planeta 2018): un novelón de los de antes, donde las historias de cuatro mujeres del mismo linaje se entretejen en una extensa narración biográfica, a ratos, y funambulista en ocasiones allí donde no existían datos contrastables. La buena noticia es que jamás se cae del alambre, no pierde pie en ningún párrafo. Apoyada en diarios, notas, cartas, y una novela en la que su «nonna» contaba parte de su vida y recuerdos, Barilli edifica esta historia polifónica, biográfica, o narrativa de recuperación con poder transformador. Una novela de autopsias sobre la verdad y la mentira, cuya curva temporal abarca desde 1860 hasta la actualidad, con un linaje de mujeres con la misma condena sobre sus cabezas: padecer cáncer de mama y enamorarse de hombres que las desprecian. Pero se trata también de una dinastía de féminas creativas y mágicas, de las que nunca se podría asegurar si contaban la verdad o la más fabulosa de las mentiras. La cuarta protagonista es la narradora, huérfana de madre a los nueve años, que sabe romper la condena de la reiteración para comprender su pasado y reconciliarse con su presente.
Historia conciliadora
Si uno es un lector que busca lo literario, lo incómodo, lo lúcido tanto como lo verosímil, esta es su novela. Como un «bonus track» de la historia, nos asomamos como testigos privilegiados a todo un siglo desde el prisma femenino; un verdadero análisis sociológico sobre la evolución de la lucha por los derechos de la mujer, la historia del sometimiento de género y la violencia machista. No obstante, estamos ante una historia conciliadora entre sexos, a pesar de los hombres que transitan por sus páginas, que nunca amaron a sus mujeres. La principal reflexión a la que nos lleva el relato es que, prácticamente, todos funcionamos con conductas aprendidas. Pautas tan maravillosas como perversas.
El pájaro de Borges
Barilli –escondiéndose y mostrándose y fundiendo los hitos de su experiencia con avatares– rompe la «maldición» de su heráldica, probablemente por quedarse tan pronto sin madre y carecer de referencias conductuales. Por eso ha intentado reconstruirse y analizar qué patrones se sucedían y cuáles eran insanos para no caer en la repetición. Volar mirando hacia atrás, como el pájaro de Borges, a veces es la única manera de lograrlo.
Para quienes aman la novela como forma literaria y no solo en cuanto a entretenimiento, Barilli resulta gratificante. Pocos autores han utilizado la frase con tanta eficacia para explorar la psicología humana. Aunque la comparación es el asesino de la literatura, una no puede dejar de pensar en escritores que se han servido del verbo como lenitivo: Joan Didion, Delphine de Vigan, Tara Westover y tantos para quienes su propia travesía ha sido la mejor de las inspiraciones al tiempo que la sopa negra de los espartanos.