«Beowulf», el héroe habla español
En 1926, J. R. R. Tolkien tradujo a prosa moderna los versos en inglés antiguo del manuscrito anónimo que narra las gestas del héroe nórdico. Noventa años después, esta traducción clave comentada por su hijo llega a las librerías españolas
En 1926, J. R. R. Tolkien tradujo a prosa moderna los versos en inglés antiguo del manuscrito anónimo que narra las gestas del héroe nórdico. Noventa años después, esta traducción clave comentada por su hijo llega a las librerías españolas
«¡Oh, atended! Hemos oído recitar la gloria de los reyes de las lanzas en los días de antaño, y cómo estos príncipes llevaron hazañas de valor». Así arranca «Beowulf», la historia del guerrero de los gautas (un pueblo en la actual Escandinavia) que viaja hasta Heorot, capital del reino de los daneses, para vencer a Grendel, un monstruo que aterroriza al rey Hrothgar y su pueblo sembrando la muerte de forma furtiva entre sus guerreros noche tras noche en el propio salón dorado donde antes celebraban y bebían hidromiel. «Largo discurrió el tiempo, doce inviernos, en los que el amado señor de los eskildingos soportó muchas angustias, tormentos y profunda tristeza». Beowulf le dará muerte con sus manos desnudas y su victoria será celebrada con grandes fastos, pero su batalla no acabará ahí: esa misma noche, la madre de Grendel, un ogro aún más terrible, atacará el palacio para vengar al hijo caído. Así, de lucha en lucha, de monstruo en monstruo, avanzan los versos de un texto escrito en anglosajón (inglés antiguo) de lectura obligada en alguna de sus muchas traducciones –el Nobel Seamus Heaney firmó una en 1999– para cualquier escolar británico. Un clásico de las letras antiguas y una historia que, como las sagas artúricas o las leyendas de los nibelungos, ha alimentado la imaginación de narradores, cineastas y artistas. Uno de ellos fue J. R. R. Tolkien. El autor de «El Hobbit» y la trilogía de «El señor de los anillos» fue catedrático en Oxford, un reconocido medievalista especializado en inglés antiguo. Las líneas de arriba corresponden al arranque en español de su traducción que llega por fin a las tiendas españolas editada por «Minotauro». «Por fin» porque tuvieron que pasar 90 años desde que Tolkien se asomó en 1926 a los versos del manuscrito anónimo del siglo XI que recoge a su vez probablemente hechos y tradiciones que se remontan al siglo V –la única copia conocida de esta historia se conserva en la Biblioteca Británica– hasta que su hijo y albacea literario, Christopher Tolkien, lo publicó en 2014, todo un hito.
Escritos y conferencias
«El hecho de que haya permanecido inédito durante tantos años ha llegado incluso a ser motivo de reproche», reconoce Christopher Tolkien en el prefacio. «Soy responsable de ello», prosigue el tercero de sus hijos, nacido en 1924 y colaborador en vida de su padre, al que asesoró como lector en «El señor de los anillos», y contertulio incluso en las famosas charlas de los «inklings», el club de amigos literatos al que pertenecieron Tolkien y C. S Lewis, el autor de «Las crónicas de Narnia». «La traducción –explica el albacea– estaba terminada hacia 1926, cuando mi padre tenía treinta y cuatro años. Ante él se abren dos décadas como profesor de anglosajón en Oxford, dos décads de ulterior estudio de la poesía en inglés antiguo junto con el arduo programa de conferencias y clases y de reflexión, más concretamente sobre ‘‘Beowulf’’. Sobrevive gran cantidad de escritos sobre el poema que procede de sus conferencias de aquellos años, incluido mucho de lo que es su interpretación sobre el detalle del texto».
Era inevitable que transcurrieran unos meses más para que llegara a España, pero ya puede saborearse este volumen, traducido por Eduardo Segura (el prefacio) y por Nur Ferrante y Óscar E. Muñoz (el «Beowulf» en sí), un texto en prosa pero de impecable ritmo poético: «Mi padre–me parece– decidió hacer una traducción tan fiel como pudo al significado exacto y en detalle del poema en inglés antiguo, mucho más fiel de lo que nunca se podría lograr por medio de una traducción al ‘‘verso aliterado’’, pero a pesar de ello conservando cierta indicación del ritmo original». Una edición imprescindible para los amantes de la fantasía y los devotos de la obra de Tolkien, que son millones. Ya lo eran hace décadas, pero las seis películas de Peter Jackson de sus libros más conocidos lo han convertido en un fenómeno global. Aunque este «Beowulf» no está dirigido exclusivamente a ellos. De hecho, la gesta antigua ocupa sólo 79 páginas. El resto corresponde a un prefacio y una introducción a cargo de Tolkien hijo, veinte páginas de «nota introductoria al comentario» y el «comentario» en sí, más de 180 páginas de erudición que satisfarán la curiosidad de los aficionados a la filología, la lingüística y la etimología. El volumen se cierra además con la edición, por primera vez también, de «Sellic Spell» (la traducción más cercana sería algo así como «relato extraño» o «maravilloso»), un cuento que Tolkien escribió en inglés antiguo en el que reinterpretó, con su propia forma de narrar, la historia del héroe de los jutos Beowulf, en la que muchos elementos fantásticos habían sido limados. Convertido en Abejalobo («Beewolf»), el protagonista del relato se enfrenta a Moledor (Grendel) y su madre. Finalmente, esta edición incluye «El Lay de Beowulf», un acercamiento del creador de «El Silmarillion» al mismo tema en forma de poemas. Un final feliz a noventa años de espera. Como el del propio «Sellic Spell»: «Se convirtió en un gran señor, con anchas tierras y muchos anillos; y se casó con la única hija del rey». Y, dado que eran nórdicos, no comieron perdices, pero dejó claro J. R. R. Tolkien que «el hidromiel que se servía en su corte siempre era el mejor».
«Hwæt»: el misterio del arranque
Más allá de lo que pueda tener de interés para los fans cualquier nueva edición con el apellido Tolkien en la portada, esta traducción arroja luz sobre un texto complejo. Valga como muestra sólo un botón en su primera línea: la misma palabra con que arranca, «Hwæt», ha propiciado infinidad de interpretaciones diferentes, desde «así», «escuchen», «cuidado»... hasta el «¡Oh, atended!» que tradujo Tolkien. Todo razonado: la primera nota de su hijo la califica de «genuina anacrusa» o «nota iniciadora» que aparece fuera de métrica. Otro ejemplo: cuando Tolkien habla de «más allá del mar donde cabalga la ballena» lo hace porque interpreta que «Hronráde», un «kenning» (palabra islandesa que viene a resumir una metáfora), no significa literalmente «vía del delfín», como otros entendieron, sino una palabra nacida de «rád», ancestro de «ride» (cabalgar) y «hron», una familia de ballenas menores. O que el Beow del comienzo ha de ser así mencionado para no confundirlo con el héroe, Beowulf, ya que, pese a la similitud de los nombres, se trata de dos personajes diferentes; no parecían muy cuidadosos los antiguos con aquello de los líos nominales.
Antes de «El señor de los anillos»
Nacido en 1892, J. R. R. Tolkien era ya un joven y brillante profesor en Oxford, donde ocupó una cátedra entre 1925 y 1945 cuando tradujo «Beowulf» en 1926, antes incluso de publicar «El hobbit». El cuento de Bilbo Bolsón y la compañía de los enanos vio la luz en 1937, aunque lo había escrito entre 1920 y 1930. «El Señor de los Anillos», concebido por Tolkien al principio como una continuación de éste, fue creciendo como proyecto y le llevó otra década más, entre 1937 y 1949. Fue publicado finalmente entre 1954 y 1955 en tres libros.