Literatura

Barcelona

Carmen Amoraga: «Soy muy activa en Twitter y Facebook, me encantan»

La autora desvela las claves de «La vida era eso», la novela con la que ha logrado alzarse con el Premio Nadal y que está basada en una historia real

Carmen Amoraga
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Carmen Amoraga era ayer el rostro de la felicidad. Y no se olvidaba de comunicar su entusiasmo en las redes sociales, en las que siempre demuestra estar activa, especialmente en Facebook. «Tanto tiempo esperando que llegase este momento, deseando que el tiempo pasara rápido, y ahora que ha terminado sólo deseo vivirlo de nuevo... No una y otra vez, pero sí un par de veces más», escribía emocionada en su perfil de Facebook, una red que tiene un protagonismo especial en «La vida era eso», la novela con la que ha logrado alzarse con el Nadal.

–¿ Cómo surgió la idea del libro, que se publica el próximo 4 de febrero?

–La idea llegó cuando murió el marido de la madre de una compañera de mi hija mayor del colegio, que hoy es una de mis mejores amigas. Utilizó las redes sociales para superar el duelo. Ellos son argentinos, viven en mi pueblo y, de alguna manera, están solos. El marido era un fan de Facebook. Sin saber que iba a fallecer, aunque estaba enfermo de cáncer, le pidió a ella que escribiera por él en su perfil. En su Facebook apareció un post en el que puso «es Walter el que habla pero lo hace a través de su mujer». Fue redactando lo que le dictaba en sus últimos días de vida sin saber que le quedaba poco. La mujer sintió que debía seguir contándolo porque él lo habría hecho. Así que una vez muerto narraba su fallecimiento, su funeral... Me pareció que todo eso era brutalmente impactante y ejemplificador de cómo afrontar las situaciones difíciles nos ayuda a vivir. Ése fue el germen. A partir de ahí, la historia es ficción, aunque los posts que aparecen en la novela son reales. La protagonista es argentina, con dos hijos, y vive en un pueblo de Valencia, pero todo es ficción.

– ¿Ha hablado con la amiga que le inspira la novela?

–Sí, desde luego. Está totalmente informada del proceso y del contenido del libro.

– ¿Y lo ha leído?

– No, no puede. Le he pedido que, por favor, lo haga porque la gente que la conoce la va a identificar inmediatamente con el personaje aunque no sea ella. No puede. La novela se inicia y acaba con un sueño, pero está dividida en cinco capítulos que son las fases del duelo: negación, ira, depresión, negociación y aceptación, un proceso largo que se prolonga por espacio de dieciocho meses. Los posts que aparecen en la novela son los que ella escribió, excepto el último, que es inventado. Pero no quiere leerlo, aunque se lo he contado.

–Pese a que la historia es trágica, usted no ha querido caer en un tono melodramático.

–No lo es. Antes, hasta cierta novela, cargaba bastante las tintas con el drama. Pero fue un periodista, Antonio G. Iturbe, quien me dijo hace tiempo que si que yo siempre estoy de fiesta, de broma y me río , por qué no escribía como realmente soy. Lo que he reproducido en «La vida era eso» es un drama, pero que no se supera viviéndolo precisamente con dramatismo. Hay gente que no sabe sobrevivir; sin embargo, aparece un hilo en un momento determiando, un cable frágil, y se agarra a él con todas sus fuerzas. Reírse y tener sentido del humor resultan muy importantes porque las personas no somos planas. Aunque estemos pasándolo mal y en situaciones complicadas no perdemos nuestros matices. Por eso los personajes de mi novela tienen muchísimo sentido del humor y eso evita que no sea un melodrama.

–Ha remarcado que ha tratado de escribir una historia de superación. ¿Por qué?

–Lo que cuento es una historia de superación y para lograrlo tienes que entrar en una dinámica que no consigues con el melodrama. Me gustó mucho una cosa que dije al recibir el premio: que aprender a perder es también aprender a vivir. Y eso lo ejemplifica la protagonista.

–Otro aspecto que subrayó la noche del Nadal fue el del poder sanador o terapéutico de la literatura. ¿Lo cree así de verdad?

–Lo creo así y, además, lo practico como escritora y también como lectora. Mi padre tiene una salud endeble, es un hombre bastante mayor y le pasan muchas cosas. Una de las veces que estuvo ingresado en el hospital, en la cama de al lado estaba un hombre que se encontraba prácticamente al borde la muerte. La mujer que lo cuidaba estaba a su lado con un cargamento de novelas de la serie «Jazmín» y las leía una tras otra. Da lo mismo lo que leas. No hace falta tener que recurrir a Stendhal. Esa mujer mientras se sumergía en aquellas historias llenas de amor no estaba pensando que su marido se moría. Leer hace que vivas otros mundos y otras realidades. Lo mismo pasa a la hora de escribir. Además, con las herramientas que nos dan las nuevas tecnologías, escribir y que te lean resultabastante fácil para todos. A ello se le suma que está al alcance de cualquier persona poder tener una reacción sobre lo que has escrito casi d eforma inmediata. Eso es maravilloso.

–Con las redes sociales cambiaron las manera de contar las historias. Usted está activa en ellas. ¿Cómo las está viviendo?

–Soy bastante activa. Estoy en Twitter y en Facebook y soy muy, muy, muy activa. Me encantan. No tengo ninguna privacidad, pero porque soy cuidadosa con las comunicaciones. Tampoco le cuento todo a todo el mundo. Twitter lo usaba como una herramienta de comunicación más profesional y al principio sentía auténtica veneración, hasta el punto de que lo veía como si estuviéramos hablando de «The Washington Post». Ahora, con del tiempo, me recuerda más al plató de «Sálvame». Todo suma y prefiero quedarme con la parte positiva.

–¿Y cuál es esa parte positiva de las redes sociales?

–Se ha democratizado la información. Ahora cualquier persona puede comunicarse y no hay que darle explicaciones a nadie. Eso nos ayuda mucho a educarnos en la comunicación. Creo que la literatura acabará asumiendo todas estas nuevas vías, igual que en el siglo XX se incorporó el teléfono en las novelas.

–Aprovechando las redes sociales, ¿tiene un contacto más directo con los lectores?

– Ellos me envían valoraciones, sugerencias no. Antes, cuando alguien había leído un libro, escribía a la editorial y ésta te hacía llegar la carta. Resultaba algo más trabajoso. Eso es algo que encaja ahora más con Twitter que con Facebook, donde todos parecemos más amigos. En Twitter cualquiera puede escribir sus impresiones y yo intento, siempre que puedo, contestarles. Si es una buena crítica ,se lo agradezco, y si es una mala crítica, lo comento. Creo que si se han tomado la molestia de leerme y después escribir sus impresiones debo agradecérselo muchísimo.

El ejemplo de Vila-Sanjuán

El año pasado fue el periodista y escritor Sergio Vila-Sanjuán (abajo, en la imagen) el ganador del Premio Nadal con «Estaba en el aire». Carmen Amoraga siguió la entrega desde casa. «Me pongo metas, y este galardón no era un objetivo. Hasta el año pasado: acababa de dar a luz a mi hija y me encontraba en casa viendo la retransmisión. Cuando ganó Vila-Sanjuán me dije que ese perfil me pegaba mucho si decidía presentarme al Nadal otra vez», asegura la novelista, que fue finalista del Nadal en 2007. Amoraga reconoció que en un principio lo concibió como una broma interna, «pero luego acabé pensando que la única meta que no se consigue es la que no se persigue. Es muy importante porque el Nadal es el más prestigioso, el que representa más a la literatura contemporánea. Tiene tras de sí historia y prestigio. Espero estar a la altura de los lectores que se acerquen a la novela». Para ello habrá que esperar hasta el 4 de febrero, fecha en la que llegará a las librerías.

El detalle

Ana Frank como lectura influyente

Carmen Amoraga no oculta que una de sus primeras lecturas fue el diario escrito por Ana Frank, la judía holandesa que relató sus vivencias en la época del terror nazi. Aquella historia escrita en primera persona por una de las víctimas del Holocausto la impactó y su huella sigue siendo vigente. Por todo ello, con «La vida era eso» también quiso rendir su personal y literario homenaje a Ana Frank describiendo en su novela, como hizo la joven, aunque salvando las distancias, «una realidad penosa; las protagonistas buscan una estrategia para salir de ese contexto, de esa realidad».