Crítica de libros

¿Dónde está mi hijo?

¿Dónde está mi hijo?
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Todo apunta a que la intriga psicológica se ha convertido en el género de moda, sobre todo en su vertiente del «domestic noir». Una etiqueta que aglutina a una serie de novelas recientes de autoras que toman como punto de partida la novela de suspense y la actualizan centrándola en el entorno familiar y profesional de la protagonista: una mujer que asume desde su condición el protagonismo del relato sin temor a evidenciar sus contradicciones y defectos. La «femme fatal» prefeminista ha dado paso al retrato de una tan controvertida y desalmada como los hombres.

«Rebeca», un clásico con regusto gótico de Daphne du Maurier, evolucionó con títulos como «La mano que mece la cuna» (1992), de Amanda Silver, y «Durmiendo con su enemigo» (1993), de Nancy Price, hasta perfilar las constantes de un subgénero que se mueve entre la intriga psicológica y la novela de terror cotidiano sin salirse del ámbito familiar. Un nuevo jalón de este tipo de obras inquietante es «Encuéntrame», el debut literario de la inglesa Gilly Macmillan. La desaparición de un niño en un descuido de su madre mientras pasean por un bosque es el punto de partida de este drama que trastoca a cuantos se ven involucrados en él: los padres, la policía, los medios de comunicación y las desalmadas redes sociales. La novela está narrada en primera persona por la madre angustiada y el inspector Clemo, que trata de encontrar al niño. Dos relatos en paralelo escritos una vez concluido el caso, completados por la transcripción de la psicoterapia del inspector y algunas web y posts de blogs que comentan el caso y crean un clima irresponsable de acoso en el entorno policial y del desaparecido.

Tintas negras

El secuestro infantil es un clásico de la novela de intriga, uno de cuyos referentes contemporáneos es «El rapto de Bunny Lake» (1957), de Evelyn Piper, pseudónimo de Merriam Modell. Las diferencias con la novela de Gilly Macmillan son dos: el punto de vista y las repercusiones psicológicas y morales que la desaparición y búsqueda a contrarreloj del niño plantea a los protagonistas de la novela.

Gilly Macmillan analiza el desmoronamiento de la madre y del policía que busca al niño y la angustia y culpabilidad creadas en su entorno. Una situación traumática que hace aflorar la parte reprimida de los protagonistas, mostrando su ser más oculto. Y una catarsis que cumple la función de mantener en tensión la curva del suspense a lo largo de las muchas páginas y penetrar en las zonas más oscuras de cada uno de ellos. El relato tiene un cierto tono documental por las citas que encabezan los capítulos, a modo de guía de la casuística de raptos y desapariciones de niños, y la inclusión de los comportamientos sensacionalistas de la prensa, muy en especial el infierno mediático al que someten a la madre al juzgar su comportamiento sin conocer la realidad de los hechos. Como en todo «domestic noir», los personajes femeninos son retratados con las tintas más negras, deslizando una crítica afilada, mientras que los masculinos son meras apariencias o seres lastrados por una desmesurada culpabilidad vicaria, rasgo típico del investigador problemático actual. El inspector Clemo vive acosado por un pasado familiar todavía no desvelado, anuncio de la continuidad literaria del detective. Lo que se plantea como una revisión actualizada del clásico de secuestros de niños, se va convirtiendo en un psicodrama desmesurado, en un juego de culpabilidad y confesiones melodramáticas que lastran la novedosa concepción de la novela de Macmillan, una autora a tener en cuenta. «Encuéntrame» es una intriga devora-páginas que se lee con el temor que presagia la angustia del desenlace. Escrita con gran solvencia narrativa y un deslumbrante estilo literario.