El abogado que sacrificó su Ferrari
Mark Giménez presenta una sorprendente obra de intriga judicial en la que prima la ética de la responsabilidad. «El color de la ley». Mark Giménez. PRINCIPAL DE LOS LIBROS. 416 páginas. 22,50 euros
Una novela de intriga, cuando funciona, es como un coche de carreras: vuela, incluso las ingenuidades propias del género forman parte de su misma trabazón. La intriga judicial es un subgénero practicado especialmente en Estados Unidos, con una larga historia que abarca desde Perry Mason o John Grisham, incluyendo el clásico de Harper Lee «Matar a un ruiseñor». Para las generaciones de jóvenes norteamericanos, el noble abogado Atticus Finch es algo más que un liberal –en el sentido norteamericano– comprometido en la lucha por los derechos civiles; es un modelo ético a seguir. Su influencia ha inspirado «El color de la ley», del autor tejano Mark Giménez, y su protagonista, A. Scott Fenney, un abogado exitoso que ejerce el Derecho como si jugara al fútbol: ganar a cualquier precio. La cara opuesta de Atticus Finch.
Una mujer trofeo
Inopinadamente, Fenney se ve en una encrucijada ética que le conmina a replantearse su vida y recuperar la dignidad: ser como Atticus Finch y defender a una negra drogadicta, acusada de asesinato del hijo de un senador, o conservar su vida de éxito profesional y lujosa vida social, con su Ferrari, su mujer trofeo y su elegante residencia junto a los poderosos.
La clave del éxito de un abogado estrella en un prestigioso bufete estriba en no confundir «hacer el bien con hacerlo bien». Mark Giménez vivió esa misma experiencia, de ahí el tono autobiográfico de «El color de la ley», donde su protagonista toma conciencia al perder esa vida ideal del sueño americano.
Como todo via crucis, la recuperación de los ideales que le llevaron a estudiar Derecho es el nudo moral de la redención que plantea Mark Giménez. Y lo hace con la solvencia de Grisham, con quien se le compara a menudo. La narración es trepidante, no exenta de una feroz crítica social de la corrupción en los estamentos políticos y sociales de la sociedad tejana. Un mundo de avaricia ciega y abusos de poder que defienden leguleyos venales que confunden, en su propio provecho, la Ley con la justicia.
Mark Giménez ha escrito una sorprendente novela de intriga judicial en donde prima la ética de la responsabilidad. La trama, salpicada con un ácido sentido del humor, está tan bien urdida que llega a resultar apasionante, aunque se exceda en la reiteración de ese mundo ideal soñado y un ingenuo afán vindicativo, lastrado por el exceso de sentimentalidad y buenas intenciones, pero, ¿quién no disfruta con el triunfo del bien sobre el mal aun sacrificando la complejidad?