El día más largo de Soler
La estructura narrativa de vidas cruzadas tiene, en la novelística española, antecedentes tan señeros como «La colmena» (1951), de Camilo José Cela o «La noria» (1951), de Luis Romero. Y la trama argumental condensada en el período de un día tiene su emblemático referente en «Ulises» (1922), de Joyce. Antonio Soler (Málaga, 1956), quien desde «El camino de los ingleses» (2004), aquella historia de iniciaciones juveniles, ha consolidado con novelas como «El sueño del caimán» (2006), «Una historia violenta» (2013) o la reciente «Apóstoles y asesinos» (2016) una fecunda carrera literaria, incide con «Sur» en esos dos elementos estructurales: destinos entreverados en una intrigante ficción, planteada y resuelta en una sola jornada. En un descampado próximo a la Málaga actual aparece el cuerpo, plagado de hormigas, de un desconocido moribundo.
Asfixiante cotidianidad
Al ir sabiéndose su condición de abogado y el secreto que le atormenta, se dará paso a un grupo de variados personajes: desde su esposa, la doctora Galán, que le atenderá en urgencias, a su madre, Amelia, independiente y desenvuelta; su hermano menor Jorge, receloso y esquinado; Pedroche, vulgar sujeto maltratado por su mujer, Belita, imprevisible neurótica; el Atleta, de primaria mentalidad y voluntarioso aspirante a escritor; Céspedes, empresario de agitada vida sentimental; o Consuelo, la Giganta, vecina de Ismael, quien la desea obsesivamente, entre otros seres que entrecruzan sus existencias en un ajetreado día, en medio de una asfixiante cotidianidad plagada de secretos y mentiras, equívocos y disimulos, estrategias de una dura supervivencia urbana. Todo ello dentro de un costumbrismo realista de clases medias, reconocibles escenarios y comunes desazones.
La narración avanza aquí auxiliada por materiales de característica postmodernidad: vallas publicitarias, charlas de whatsapp, alternando con el minucioso diario íntimo del mencionado Atleta, quien piensa ascendiendo los escalones que le llevan a casa: «Igual que estar en ninguna parte, este piso, esta calle, esta gente» (Pág. 41). Desolados paisajes morales, frustradas expectativas y algún que otro logrado deseo marcan a estos agitados individuos. En esta historia la soledad y el sexo tienen una radical importancia, pulsiones complementarias de unas vidas de aparente insignificancia. Un cierto tono de depredante picaresca, un soterrado humor, intrigantes subtramas y dramáticos conflictos configuran este apasionante relato de protagonistas marginales, entrañables y odiosos, tan contradictorios como la condición humana.