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El gran Fernando Aramburu

El escritor publica la última parte de la trilogía sobre el territorio mítico de Antíbula
larazon
  • La Razón es un diario español de información general y de tirada nacional fundado en 1998

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Estamos en Antíbula. Ese país imaginario del que el donostiarra se sirve para abordar las grandes corrientes ideológicas de la pasada centuria. Una vez más deambulamos por ese espacio literario espectral que tantas sacudidas emocionales nos ha proporcionado a los «adeptos» arambutinos. Aunque publicado ahora, «La gran Marivián» ocupa el segundo lugar de la trilogía. Por contextualizar, venimos de «Los ojos vacíos», enmarcado en el pasado siglo en un tiempo calamitoso. Muerto el monarca de los antibulenses, usurpa el poder un general hasta que una revolución da un aldabonazo a la dictadura. Merodeamos por la existencia cotidiana de esa tierra cruel, donde se obliga a la mujer a la sumisión y se masca un menosprecio hacia la cultura.

El rostro de un régimen

El escenario donde se representa ese inhumano teatro del mundo, es recapitulado por el protagonista «Cuiña» hasta terminar levantando una monumental alegoría cuyo principal mérito reside en que el enclave inventado resulta tan verdadero como la Historia. El costumbrismo descrito y la penetración psicológica de los personajes proporciona al relato una veracidad de la que no se salva ninguna sociedad contemporánea. En esta entrega, vemos cómo el partido colectivista controla Antíbula. Acaba de morir una gran actriz, el rostro oficial del Régimen. Se decretan los debidos funerales de Estado con alabanzas y ditirambos propios de la prensa oficialista, hasta que un anónimo obituario nada entusiasta obligará a las autoridades a cobrarse una cabeza de turco. En este caso, un simple periodista, que será despedido injustamente. Sin nada mejor que hacer, nuestro personaje decide investigar la historia que Marivián ocultaba tras su biografía oficial. ¿Por qué una mujer, con un rostro angelical y un corazón ardiente se convirtió en un eje del poder? El biógrafo tendrá que ir con pies de plomo porque la Policía del Pueblo le vigila... «Se acabó Antíbula para siempre», nos dice Aramburu. Acaso por aplicar una lente de muchos aumentos sobre las diversas ideologías que han atravesado el siglo que le vio nacer, sirviéndose de esta brutal alegoría. Parábola, en definitiva, construida a fuerza de recursos literarios de altísima exigencia, con una galería de personajes de una pieza, cocinado con un castellano de largo fraseo, de corte clásico y elaboradísimo, tan preciso en su verbo como melódico en su sintaxis. Simplemente perfecto.

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