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El siglo XIX femenino

larazon

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Dos imperios, tres monarquías, dos repúblicas, tres revoluciones, todo ello a lo largo de setenta años, hacen del siglo XIX francés una etapa de «grandes turbulencias y de inestabilidad política». A esto se refiere Cristina Cerezales Laforet al inicio de esta magnífica antología en la que ha traducido trece cuentos que ejemplifican diversos estereotipos de mujer y que firman cinco autores señeros: Honoré de Balzac, Guy de Maupassant, Villiers de l’Isle-Adam, Émile Zola y Théophile Gautier. Una época aquella, indica la editora, en que la condición femenina sufriría «un retroceso en relación con el siglo anterior». Y nada mejor que la literatura para captarlo. Así, el lector conocerá relatos sobre «la señora», «la campesina», «la obrera», «la mancillada», «la prostituta», «la artista» y lo que da en llamar «la muerte enamorada». Siete secciones en que se respira el ambiente represivo que vivían las jóvenes, sobre todo, ante los abusos del varón despótico de turno, o las desesperanzas o caprichos de las adineradas también sometidas a una sociedad hipócrita y controladora desde tribunas siempre masculinas. La selección, verdaderamente atinada, de Cerezales Laforet, viene enmarcada con breves notas que presentan esas siete situaciones en que no faltarán las prostitutas y su sórdido ambiente o la adúltera sufridora y pasional. Este último caso es el de Balzac, con «El mensaje», sobre el final trágico de dos amantes, como resulta habitual en el autor, recreando clases sociales altas. Lo cual contrasta con el naturalista Zola, siempre proclive a reflejar en sus textos a los trabajadores míseros y que en uno de los textos elegidos para la ocasión, titulado «La señora Sourdis», pone a la mujer como protagonista en el mundo de la pintura, en el cual, como en tantos otros, solía ser rechazada, cuando no vituperada. «Estampas de mujer» sirve así para enseñar a mirar lo que era ser una muchacha explotada en su empleo –incluso, por supuesto, en el plano sexual y moral–, por ejemplo, en la finca de un hombre poderoso, como sucede en «Historia de una criada de granja», de Maupassant. Precisamente, de la maestría de este escritor para observar a las féminas dio cuenta la antología «Todas las mujeres», que Siruela publicó en 2011. En aquel libro, pasaban ante nuestros ojos todos los tipos femeninos, lo que es sinónimo, muchas veces, como se ve también en los cuentos seleccionados por Cerezales Laforet, de sufrimiento; sólo falta asomarse a lo que implicaba social y eclesiásticamente quitarse la vida por entonces («Señora Bautista», del propio Maupassant), o a la angustia de trabajar doce horas seguidas por un sueldo mísero, como se lee en «Con qué sueñan las pobres chicas», de Zola.