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El sonido de la cotidianeidad

larazon

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La narrativa de J.Á. González Sainz (Soria, 1956) se caracteriza, recuérdese la celebrada novela «Un mundo exasperado» (Premio Herralde), por una prosa elaborada, la minuciosa recreación de ambientes, una gran capacidad de observación sobre hechos de la realidad cotidiana y el particular ritmo pausado de quien contempla la vida bajo una sensible sabiduría interior. «El viento en las hojas» es un libro de cuentos unidos por un coincidente motivo simbólico: el efecto sobre los personajes del rumor del viento atravesando acacias, chopos, tilos o álamos en muy variadas situaciones, pero siempre bajo el denominador común de un mágico, algo inquietante, ruido entre los árboles. Resultan inolvidables relatos como «Unos pasos ante el umbral», en el que un niño escoge siempre, en medio de muchas dudas, su preferido helado de limón, el sabor de la experiencia sentimental de sus padres; o «Los ojos de la cara», donde un motorista casi arrolla e insulta a una pareja de ancianos ante la indiferencia de quienes presencian la escena; «La línea de la nuca», ambientado en un señorial café de la Glorieta de Bilbao y centrado en el miembro gravemente enfermo de una tertulia que se despide de sus compañeros, sin que falte el contrapunto de la jovial presencia de una muchacha empleada en el establecimiento; vida y muerte, más acá y más allá de las palabras, se viene a señalar en el texto. «La amplitud de la sonrisa» revela las tensiones de un joven matrimonio a través del peligroso balanceo de su hija sobre el pretil de un puente; amor y desamor encarados en la aparente banalidad de una anecdótica incidencia. En «Durante el breve momento que se tarda en pasar», el protagonista aparece enamorado del maniquí –muchacha ideal a pesar de una estática materialidad– de un escaparate; y en «La ligereza del pecíolo» encontramos una fábula sobre el paso del tiempo, a través de la peripecia de un excursionista que no alcanza nunca a un misterioso caminante que le precede continuamente.
Significado filosófico
Finalmente, asistimos a la amistad que desarrollan durante años un jubilado contable y el dueño del café en el que aquel pasa «las horas muertas», en «Como más tarde tuve ocasión de comprobar». Más allá del contenido narrativo, destaca el significado callado, profundo, en cierto modo filosófico, de la cotidianidad. Toda una defensa del atento vivir: «Existir en las hojas y sólo en las hojas debe de ser como para un sonido que nadie lo escuche, porque no hay en el fondo sonido que valga si nadie lo oye ni nadie cae en la cuenta de él» (pág. 88). Toda una joya para los mejores paladares lectores.

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