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Fernández Mallo ya no quiere Nocilla

larazon

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El autor que pensaba que su éxito se debía a que algo faltaba en la literatura sin que supiésemos realmente lo que era vuelve con una nueva criatura que transita por los territorios del tex-mex vital, por los surcos de la poética, el delirio, el extrañamiento. No en vano, la lírica le entrenó en una gran economía del idioma que le ha facilitado esta narración de su regreso, ¿o es que quizá ya no existe la división de géneros?
Con menos personajes que en anteriores entregas se afana Mallo en drenar la voz de cada personaje que aborda la metamorfosis de la realidad como si de un objeto animado y en constante cambio se tratara. Pues –y como físico lo sabe– una mínima variación individual cambia decisivamente el conjunto, como un pequeñísimo giro de caleidoscopio. Sus individuos de tinta avanzan hacia ese territorio que es de aquí y de allá; que está en ambos sitios y en ninguno de los dos. El espacio que logra que el arriba y el abajo, la vida y la muerte se difuminen hasta de-saparecer y ser uno al mismo tiempo. ¿El tránsito eterno?, ¿un espacio «límbico» sin principio ni fin?, ¿la no división cuerpo-mente? Tres instantáneas desenfocadas se dan cita a través de un hilván invisible: una pareja que viaja por Estados Unidos, una mujer secuestrada en D.F. que relata en «off» cómo ha sido su cautiverio con una frialdad inusitada, dándonos detalles de su cuerpo como metáfora de lo más ajeno a sí misma... Y, por último, dos músicos que, en plena «road movie», se encierran en un château francés en busca «del sonido del fin» sin darse cuenta de que lo llevan dentro. Arriesga, investiga poéticamente, fragmenta sin tartajeo narrativo alguno. Texto político, en definitiva, en tanto que expone sus intenciones. Este libro ¿será la copia y a la vez el original, nacido de la mente de un creador que se tutea con las realidades paralelas?