Guillermo de Torre: la Generación del 27 ya está completa
El poeta alentó el diálogo tras la Guerra Civil como editor, cuya labor ahora se recupera
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Igual que la airada España de comienzos del siglo pasado, Guillermo de Torre hizo un viaje desde la soberbia a la calma, pasando por el trauma. Casi un «niño prodigio», este joven satélite de la Generación del 27, al que llamaban con desprecio los mayores «Guillermito» –cual repelente niño Vicente–, dejó grandes aportaciones a la Edad de Plata de la cultura española y se llevó para sí un puñado de frustraciones. «Con 16 años ya tomó contacto con las vanguardias de París y con movimientos como el dadaísmo. Fue una época de belicosidad que le hizo parecer un joven impertinente o insolente para algunos escritores», caso de Gómez de la Serna o Pedro Salinas, según explicó Domingo Ródenas, profesor de Literatura que acaba de publicar «Guillermo de Torre. De la aventura al orden» (Colección Obra Fundamental, Fundación Banco Santander), una recopilación de sus ensayos, artículos, críticas y correspondencia que aspira a «arrojar luz sobre una figura gigantesca de la cultura española».
En uno de sus arranques de brillantez y soberbia acuñó el término «Ultraísmo», cuya paternidad está en disputa. «Cansinos Assens lo ha intentado reclamar, pero en realidad eso no fue más que un ajuste de cuentas tardío. Lo cierto que es que cazó esa palabra al vuelo De entre las muchas que decía de Torre en sus arrebatos», explicó Ródenas. Con sólo 25 años publicó «Literaturas europeas de vanguardia», un libro en el que ya mostraba sus inclinaciones hacia la ruptura con la tradición. Sin embargo, De Torre experimentó un proceso de «maduración acelerada» con el exilio tras la Guerra Civil, que él encontró en Buenos Aires, y que plasmó en «Examen de conciencia», un ensayo recogido en el volumen en el que insiste en buscar el encuentro entre los intelectuales «aislados» que permanecían en España y los «desterrados» de la diáspora. La labor de mediación será su obsesión y su gran frustración.
«Él es quien lleva la noticia de una nueva generación de poetas españoles –la del 27– a Iberoamérica», explicó Ródenas. Otra de sus contribuciones más importantes fue la de traductor de Camus, o que llevó a Gómez de la Serna a «La Nación». Fue impulsor de la revista «Sur» y de «La Gaceta Literaria», puso en marcha la colección Austral y cofundó la editorial Losada. «Puente» iba a ser la revista que permitiría publicar artículos de intelectuales de ambos bandos, pero el proyecto naufragó y se convirtió en una colección de libros con la misma premisa. Pero la herida abierta en España no se iba a cerrar por ningún esfuerzo quijotesco. «Sufrió por ello y por no haber sido leído en España», dijo Ródenas. Ahora hay oportunidad.