Jorge Zepeda no se raja
Espléndido debut del escritor mexicano Jorge Zepeda Patterson con «Los corruptores», una intriga de denuncia que esconde numerosas claves para entender hasta qué punto la corrupción política sigue profundamente infiltrada en la sociedad mexicana. No es novedoso el mal endémico que corroe México, pero sí el estilo narrativo de denuncia, envuelto en una intriga de aventuras, de la connivencia entre los distintos estamentos que configuran el poder en el sentido fuerte del término: Gobierno, oposición, narcotráfico, justicia, Policía y prensa. Es, por tanto, una novela que conjuga con pericia la aventura de unos amigos de infancia, cada uno en una esfera de poder, que tratan de oponerse a la corrupción rampante de los partidos políticos y caen en el garlito de la misma corrupción que los manipula sin entender quién o quiénes está jugando con ellos un juego mortal.
Caciques locales
El encanto de «Los corruptores» reside en el retrato de sus personajes; tanto los cuatro protagonistas como la casta política y los caciques locales, que el autor describe de forma absolutamente descarnada. Asombra la naturalidad con la que se expresan en la particular jerga mexicana los altos mandatarios políticos y licenciados sin que muestren el más mínimo asomo de rubor.
Jorge Zepeta Patterson, periodista bregado en el periodismo de denuncia, ha escrito un «roman à clef» pensando, en primer lugar, en el lector mexicano, y luego en el hispano, cuyo regímenes siguen parecida estela autoritaria. Y, de paso, la deriva política española, reflejo lejano pero inquietante de los usos y costumbres corruptos que han llevado a los mexicanos a aceptar vivir en vilo. Resignados al estado putrefacto de unas instituciones que deben asegurar la libertad y la justicia en una democracia.
Pese a las siglas políticas y los particularismos locales, la novela tiene una fuerza expresiva y una intriga tan bien trabada y compleja que se sigue como la mejor novela policíaca. Además, para los cazadores de intimidades y escándalos, «Los corruptores» aparece trufada de claves siniestras, cuando no burlonas, sobre los políticos, el cártel de Sinaloa y una famosa estrella del cine de serie B mexicano, digamos una mezcla entre Sandra Ávila, «La reina del Sur», e Irma Serrano, «La Tigresa», modelo por su azarosa vida política de Pamela Dosantos, cuya muerte saca a relucir un pudridero político que el autor conoce al dedillo, pero que, por prudencia y falta de pruebas, ha preferido fabular que convertir en incendiarios artículos de prensa.