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karl Ove Knausgård, cruel sinceridad

larazon

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No es el libro del año ni de la década, sino que está llamado a ocupar un lugar privilegiado en la centuria. Un clásico de reciente cuño que se sitúa por derecho de su renglón firme, su ausencia de tabúes, prejuicios y vergüenzas, a la altura de Proust, Sebald o Mann. En 2012 este autor noruego irrumpía a porta gayola con un durísimo texto que prometía cinco entregas más. Hoy, publicada la hexalogía –en España sólo se han traducido los dos primeros tomos en Anagrama–, no cabe duda de que bajo el subversivo título global «Mi lucha» se encuentra una de las mayores empresas novelísticas que se puedan recordar. Su lectura perturbadora posee la abundancia creativa de una autenticidad dolorosa. Tres mil seiscientas páginas generosas en reflexiones íntimas, escatológicas y psicopatológicas, donde Knausgård no sólo se busca a sí mismo, sino que se cita con el lector para un duelo existencial. Como Proust, se sirve de la palabra como terapia a través de la reinserción de los acontecimientos en tanto que la auténtica «lucha» del verdadero Karl Ove –como de su protagonista– transcurre de piel hacia adentro: la forma en que metaboliza la muerte de su alcohólico padre, su mujer bipolar, su asepsia ante la paternidad... La conversión del prosaísmo en arte; la persecución del equilibro entre la necesidad de crear o la de vivir. Tres años, a razón de veinte páginas diarias, le costó completar esta saga autobiográfica alejada de lo bienpensante y lo burgués, para dejar constancia de la meteorología de la mente... No en vano, él es su física y su metafísica, que diría Montaigne. Provocación sin autocensuras con una energía atómica infrecuente en estos tiempos literarios que corren. Destinada a la posteridad.